Reinhard Van Astrea en Danmachi | One Shot

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Su abuela murió, y él la mato.

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En su corta vida había habido pocas cosas que marcaran su existencia, lo cual no era algo malo, ningún niño debería de preocuparse por ese tipo de cosas, solo debía de centrarse en disfrutar de su vida, mientras aún era joven, y libre de las preocupaciones del mundo, de sus problemas, y de sus caprichos, que a veces pueden llegar a destruir a las personas.

Mientras sus ojos azules, como el cielo mismo, se enfocaban en el nombre escrito en la lápida de color gris, él solo podía quedarse quieto. El sol de verano era abrasador, y podía sentir el viento golpear su cuerpo, atravesando la tela de su camisa de color blanco.

Miro la lápida por unos momentos más, dentro de poco seria llevado a la capital de Lugunica para entrenar con los caballeros del reino, no estaba nervioso, emocionado, o asustado, simplemente podía sentir indiferencia hacia eso.

Tal vez por eso estaba en este lugar, buscando eso que le faltaba. Porque no había ningún otro lugar donde podría encontrar algo semejante a la aceptación.

Había un ramo de hermosas flores frescas sobre la lápida, mirando alrededor, de hecho, la tumba estaba rodeada por un campo de flores, dado que estaba en verano, todas ellas estaban floreciendo en su mejor momento.

Un suspiro escapó de los labios de Reinhard van Astrea, el actual santo de la espada, con la edad de ocho años. Y una mirada llena de dolor en sus ojos mientras se daba la vuelta para alejarse de la tumba de su abuela.

Después de todo, no tenía derecho de estar en este lugar.

En ese momento una deslumbrante luz lo cubrió todo.

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Ais Wallenstein, movió su espada, no había una técnica detrás de sus movimientos, en todo caso eran brutales, no había una mejor palabra para describirlos, no había gracia, no había años de entrenamiento, no había razonamiento, solo era la crudeza de la fuerza bruta de esta niña de cabello dorado.

Cuando su espada choco con la cabeza de un goblin, este estallo en un mar de carne y sangre que se extendió por el aire. La sangre manchó el pálido rostro de la niña, pero no se detuvo, golpeando el suelo con fuerza, se impulsó hacia delante, moviendo su espada como si fuera un mazo de guerra, continuó golpeando a los monstruos producidos por el laberinto.

La carne y la sangre volaban en todas direcciones, mientras los gruñidos de los monstruos resonaban en todo el pasillo, la respiración de la niña se hizo irregular mientras continuaba avanzando dejando un sinfín de cuerpos de monstruos a su paso. Sus ojos dorados brillaban con una determinación fría como el hielo, y fuerte como el acero más resistente del mundo.

Su mirada afilada como una navaja atravesaba a los monstruos, cuyos cuerpos eran reducidos a masas de carne. Antes de darse cuenta no quedaba nadie más a su lado, solo estaba ella, ella y su espada, ella y los monstruos, ella y el laberinto.

Dio un paso, pero sintió una mano sobre su hombro. Volviéndose, un hermoso rostro la estaba mirando con el ceño fruncido. Incluso entre los elfos, pocos podían tener un nivel de belleza comparable al de la elfo frente a ella, su cabello de color jade, y sus ojos del mismo color la miraban con desaprobación.

La niña frunció el ceño y trato de quitarse la mano de la elfo de encima, lo cual no funciono en absoluto, la diferencia entre un nivel 1 y un nivel 5, era un abismo insuperable.

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