Terremotos

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-Dania, ¿podrías tocar para mí?-
-Ahora no Milly, estoy estudiando. Mañana tengo un examen muy importante-
-Por favor, sólo una vez, y no vuelvo a pedirte nada en toda mi vida-
-Te aseguro que mañana me pedirás que toque de nuevo-
-Bueno, sí. Pero no te pido nada más por hoy-
-Milly, ambas sabemos que te encantan las galletas que están arriba de la alacena y, como no las alcanzas, me pides a mí que las baje.-
-Mmm... ¿y si te digo que no te pediré nada en la próxima hora?-
Me reí. No podía decirle que no a Mily.
-Está bien. Pero sólo una vez.- Me levanté de mi silla y salimos de mi habitación hacia la sala, donde estaba el piano.
Para cuando llegué ahí, Milly ya estaba sentada en el sillón esperando que yo empezara a tocar.
Me senté en el banquito, respiré profundo y comencé a mover hábilmente mis dedos sobre las teclas, produciendo la melodía de Hungarian Dances, la favorita de mi hermana. Cuando terminé de tocar, mi hermana aplaudió y yo hice una reverencia teatral.
-Siempre es un placer tocar para usted, señorita Jennings- dije formalmente.
-Toca de maravilla.- Responde de igual forma.
-Oh, basta, ¡que me ruboriza!-
Nos reímos. Sólo hablamos así cuando hay alguna reunión o (en su mayoría) bromeando.
Mientras caminamos hacia la cocina, las alarmas comienzan a sonar. La casa está programada para que todas las televisiones de las casa se enciendan al activarse la alarma, para ver el problema.
Vamos a la del comedor, ya que es la más grande y la más cerca que hay.
-Salgan de sus casas. No se lleven nada consigo- decía una reportera. -Vayan hacia su parque más cercano. Esto no es un simulacro, repito: esto no es un simulacro.-
Tomé a Milly de la mano y la saqué corriendo. Nuestro parque más cercano es el centro de la ciudad, y mis padres trabajan justo enfrente de él, así que seguramente ya estaban ahí.
Mientras caminábamos con la multitud, pensé en Tayler. Esperaba que estuviera bien, que toda su familia lo estuviera. Porque que ya no seamos pareja no significa que no pueda preocuparme por él ¿no?.
De hecho, en cuanto encuentre a mis padres, les dejaré a Milly, y buscaré a Tayler, sólo para ver si está bien. Quizá él me esté buscando en este instante. Se me aceleró el corazón.
Tan perdida estaba yo en mis pensamientos, que juro que no sentí la pequeña manita de mi hermana resbalando de la mía, o su voz gritando mi nombre. Sólo hasta que llegué me di cuenta de su ausencia. Es poco decir que se me fue el alma del cuerpo.
Sentí que iba a desmayarme al ver la cantidad de gente. Jamás había sentido tanto miedo en toda mi vida. Me empezó a doler la cabeza y sentí que ya no me aguantaban las piernas.
-¡... favor, despierta!- escuché a lo lejos. -¡Dania tenemos que salir! ¡Ya!-
Abrí los ojos y me topé con la cara de Alice.
Sentí que la cama se movía, y en un principio creí que era por Alice, pero después me fijé en el fino polvito que caía del techo. Estaba temblando.
Alice me jalaba del brazo y me pasó las zapatillas de dormir, para después apurarme a salir.
Íbamos cogidas de la mano, y ella me llevaba corriendo para encontrar una puerta. Finalmente, encontramos una, e íbamos directo a salir por ahí cuando Alice plantó los talones en el suelo, obligándome a mi también a frenar.
-¡¿Qué diablos estás haciendo?!- le grité -¡Muévete! ¡Tenemos que salir!-
-Ahí está el príncipe, ¡no podemos salir por esa puerta!- contestó, dándose la vuelta.
-¡Me vale un comino que esté ahí el príncipe! ¡Vamos a salir por esa puerta, así tenga que arrastrarte!-.
Y sí, lo hice, a pesar de la resistencia de Alice, logré hacerla salir.
Cuando salimos, Alice cerró los ojos al pasar junto al príncipe, yo no pude hacerlo, me ganó la curiosidad.
Un cabello color de la miel. Los ojos café oscuro. Tez blanca. El hombre más guapo que hay sobre la faz de la tierra. De eso estaba muy segura.
Sólo lo contemplé un par de segundos, antes de que Alice me jalara.
El terremoto sólo duro unos segundos más, y después nos reunimos con Mary, que estaba con un hombre que reconocí como el abastecedor de verdura.
-¿Están bien?- nos preguntó ella.
-Oh si, todo bien, a excepción de ese detalle minúsculo de que... ¡Dania acaba de ver al Príncipe!- soltó Alice.
Bueno, creo que sobra decir que a Mary (una súper fan de las reglas y la disciplina) le dieron ganas de matarme y bailar sobre mi tumba.
Me amenazó tantas veces que perdí la cuenta. En resumen, si volvía a quebrantar aunque fuera la más pequeña de las reglas, me iba a poner de patitas en la calle.
Después de la regañiza de mi vida, todo volvió a la normalidad, y comenzamos a preparar el desayuno.
El mayordomo del príncipe entró a la cocina y anunció que su majestad había decidido tomar el desayuno en su cuarto, y a mí se me encomendó la tarea de prepararlo.
Hice unos waffles y corté algunas frutas frescas para decorar el plato. Preparé jugo de naranja y también freí tocino.
Estaba comenzando a decorar los waffles cuando el mayordomo volvió.
-Mmm...- dijo en cuanto entró. -Huele delicioso... Y se ve aún más.-
-Gracias- contesté.
-Trabajar en la cocina debe ser divertido, ¿no?-
-Mmm... No me quejo, pero seguro que debe ser mejor ser el mayordomo del príncipe, por lo menos así puedes verlo.- Dije con molestia.
-¿Y sabes la razón por la que no pueden verle las mujeres?-. Preguntó.
-Ni idea-.
-Imagínate si se enamorara de una cocinera, o de una aldeana. La monarquía colapsaría.-
Vaya. Así que era por eso.
-¿Y por qué me cuentas esto?- pregunté. -Podría delatarte-.
El sonrió, cosa que me desconcertó.
-Porque sé que sabes guardar secretos, se te ve en los ojos- contestó.
Nos miramos fijamente unos segundos. Al final, solamente sonreí, con eso fue suficiente.
-Bueno, será mejor que le lleve su desayuno al príncipe- dijo -espero no comérmelo antes de llegar ahí, porque ciertamente se ve exquisito-.
Abandonó la cocina.
"Es un tío simpático, y parece que ya somos amigos".
Me puse a recoger y lavar los platos, mientras lo hacía, tarareaba una canción.
La canción de Milly.

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⏰ Última actualización: Oct 04, 2015 ⏰

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