Reglas

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Apenas han pasado un par de horas desde que desperté y ya estoy en el suelo. Literalmente.
Después de que Alice llamó a Mary, ambas estuvieron un buen rato discutiendo sobre que iban a hacer conmigo.
Alice decía que podía hacer las mismas tareas que ella, ya que ambas somos de la edad.
Mary dijo que no necesitaban más empleados, y que Alice era perfectamente capaz de hacer sus tareas sola.
Al final se decidió que podía quedarme temporalmente, hasta que hablaran con la reina, y ella determinara mi destino.
Me dieron un traje de sirvienta, una cubeta y una jerga. Así me mandaron a mi primer trabajo: fregar el piso.
Me llevo una mano a la frente para secarme el sudor. Nunca creí que una tarea así pudiera ser tan agotadora.
De repente escuché el rechinido de unas botas contra el suelo recién pulido. Alice entró corriendo con sus botas llenas de lodo. Genial.
-Voy a matarte, Alicia.- Le dije -¿Sabes cuánto tiempo he estado aquí sentada, restregando el suelo?-
-¡Shh!- gritó. -¡Apúrate!-
Me tiró del brazo tan fuerte, que por un momento temí que se me fuera a zafar. Al final me levanté y siguió tirando de mí. Hasta entonces no me habia percatado de los murmullos que se oían cada vez más fuertes.
-¿Quién viene?- pregunté desconcertada.
-No hables tan fuerte. ¿Acaso quieres que nos maten?- me respondió.
Me llevó hasta donde había una pared con un sello extraño y comenzó a palparla como si buscara un interruptor o algo.
Las voces se intensificaron. Pude oír claramente como una mujer se quejaba sobre las manchas de lodo en el suelo. Cuando estaba a punto de asomarme, Alice tiró de mí y nos invadió la oscuridad.
-Alice, ¿Quiénes son?- volví a insistir.
-Dania, por lo que más quieras, cállate. Responderé a tus preguntas cuando esto haya terminado. Mientras tanto, ni una palabra.- Dijo apenas en un murmullo.
Decidí hacerle caso, porque la verdad es que parecía bastante asustada.
Estuvimos varios segundos en la oscuridad total. Yo sentía que me asfixiaba. Empecé a sudar, la cabeza me daba vueltas. Tenía claustrofobia.
-Alice- dije hiperventilando. -Ya no aguanto más. Por favor, déjame salir-.
En ese momento, las voces estuvieron justo del otro lado. Oí una risa ensayada.
-Oh, cariño, no tienes porque preocuparte por eso-. Dijo una mujer.
-Pero madre, ¿Quién se preocupa por ellos, entonces?- preguntó un hombre.
-Alice...- ya no pude contenerme más y solté un gemido.
Con lo poco que veía, pude observar como cualquier rastro de color abandonaba la cara de Alice. Se acercó a mí y me tapó la boca con la mano lo más rápido que pudo. Pero me escucharon afuera.
-¿Has oído eso, madre?- preguntó de nuevo el hombre.
-¿Qué cosa, hijo?- preguntó la mujer. Pero me di cuenta que sonaba demasiado inocente para ser cierto.
-Fue como... Un gemido-.
-Oh, cariño. Seguro que no fue nada.-
-No, madre, lo he oído claramente.-
-Hijo, estás bajo demasiada presión. Seguro que te lo has imaginado. Ven, te llevaré a que tomes una siesta.-
-Está bien-.
Los pasos se empezaron a alejar hasta que ya no se escucharon. Entonces Alice abrió la puerta, y salí corriendo. Caí de rodillas y traté de calmar mis latidos y mi respiración.
Alice se sentó a un lado y me dio unas palmaditas en la espalda, en un intento de ayudarme.
Cuando por fin me calmé, me ayudó a levantarme.
-Te llevaré con Mary.- Me dijo.
No sé como o por donde me llevó Alice, sólo sé que terminamos en la cocina.
Mary estaba ahí, dando órdenes a los cocineros para que tuvieran lista la cena a tiempo.
-No va a estar listo esto nunca si siguen tan lentos- dijo. -¡Cuidado con eso!-
-Mary, tuvimos un problema...- empezó a decir Alice.
-Alice, estoy ocupada, dame un momento en lo que termino de organizar a todos, después me cuentas-.
Nos quedamos observando como Mary lograba darle orden a todo ese jaleo. Para mí hubiera sido imposible, pero ella dictada órdenes, cortaba verduras, le daba los últimos toques a los platillos, probaba y decía si estaba demasiado salado. Todo eso en cuestión de minutos.
-Listo, ¿qué decías?- preguntó mientras se servía un vaso de agua.
-¿No le has hablado a Dania de las reglas, verdad?-
-No lo creí necesario, sólo ha estado unas horas aquí- respondió naturalmente.
-Pues mira, Mary. Gracias a que no le dijiste nada, hoy casi la ve el príncipe. Y estoy segura de que él y la reina la escucharon mientras estábamos escondidas en la pared-
Mary mostró una expresión preocupada.
-Entonces estoy segura de que su majestad, la reina, pronto bajará a ver quién fue- comentó. -Le explicaremos que la chica es nueva, y que las reglas no se le habían explicado-.
Alice y yo asentimos.
-Ahora, tú- dijo señalándome. -Hay muchísimas reglas en el palacio, pero Alice te las explicará. Yo sólo voy a enseñarte las 3 más importantes, y que por ninguna razón puedes romper. ¿Quedó claro?-
-Si-
-Regla número uno: cuando te hagan una pregunta, siempre responde diciendo la ocupación de la persona-
-¿Qué?-
-Alice, ¿La ventana de la cocina está abierta?-
-Si, señora Mary-
-¿Lo ves?-
-Oh, ahora entiendo- digo.
-Muy bien, regla número dos: obedece, si yo te digo limpia las ventanas, tú limpias las ventanas. Si yo digo salta, tú saltas, ¿entendido?-.
-Si- me fulminó con la mirada -si, señora Mary.
-Y la última y la más importante, si la rompes, te cuesta la vida- dijo, y a mí me quedó muy claro el riesgo, pero, ¿Qué podía ser tan grave, que te costara la vida?. -Jamás, jamás, puedes ver al príncipe. Ni siquiera saber su nombre. Y en cuanto sepas que él viene hacia donde tú estás, te vas a esconder. Alice te enseñará los escondites secretos.-
"¿Qué?'' pienso "Porque me vea la persona para la que trabajo, ¿van a matarme?"
-¿Se trata esto de una broma?- pregunto.
-Creo que ya has visto que no lo es- responde Alice.
-Pero, ¿Qué pasa? ¿Por qué no puedo siquiera saber su nombre?-
-Dania, no seas maleducada. Tienes que preguntar si puedes saber porque no puedes ver al príncipe.- Me regaña Mary.
-De acuerdo- digo -¿Puedo preguntar, señora Mary, porque no se me permite saber del príncipe?-
-Ahora no. Pero lo entenderás-.
Dicho esto, y después de preguntarme por última vez si había entendido las reglas, nos echó de la cocina.

Lo que Mary ignoraba, es que a no se me da seguir reglas.

Hilos del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora