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Sabía de antemano que su historial escolar se iría a la mierda en cuanto cruzara el umbral del laboratorio de química. Era de conocimiento popular que el profesor Kang era un completo tirano, pues ya en su etapa senil, aún lograba hacer a más de un alumno llorar por su imposible curso.

Así que, desesperanzado, ingresó en aquel frío salón de paredes blancas y su desagradable aroma a desinfectante, buscando alguna butaca vacía al fondo del aula.

Algunos de los presentes preferían no profesar ni un solo sonido, imperando el silencio, aumentando de forma gradual el nerviosismo que recorría el sistema de Jimin, quien no podía dejar de tamborilear sus dedos en la mesa.

No quiso ni siquiera mirar a nadie, aceptando ya su latente destino lleno de desgracias y se limitó a observar por la ventana a su costado, para no encontrarse con los ojos inquisidores del señor Kang cuando ingresara.

Trató de distraer su mente en cosas absurdas como cuantas hojas tenía la rama que lograba observarse desde dentro o si la tierra era hueca, incluso pasó por su mente teorías conspirativas sobre vida extraterrestre con tal de estar fuera de su cruda realidad.

Pero no podía escapar para siempre. Pues, aquel momento que forzó a retrasar y evitar, finalmente lo alcanzó, con una voz molesta y una manía irritante.

Aquel hombre personificada dignamente todos y cada uno de los despectivos apodos que rumoreaban por el campus, se los ganó a pulso, grabándolos a fuego lento en la conciencia de cada presente, pues apenas comenzó a designar actividades y ponderarlas Jimin supo que se había jodido.

No importaba si hacías el 98% de las cosas bien en el curso, te irías a la mierda si reprobabas los exámenes semanales que tenían casi el valor total de todo el semestre.

Y para agregarle más veneno a su cadenciosa e inminente muerte prematura, el mayor agregó sin vacilación:

—Sus compañeros de laboratorio ya fueron  establecidos, espero que tengan suerte y no compartan calificaciones con aquellos que están recursando... son mis favoritos para volver a quedarse.

No tenia más opción que suplicar misericordia a quien quiera que lo escuchara y rezar por su propio trasero, porque era un hecho, eras hombre muerto si reprobabas, porque nunca lograrías salir de ahí.

Sin más preámbulos y decidido a hacerse a la idea de que probablemente sería su peor año, caminó directo al escritorio blanquecino donde descansaban un par de hojas donde indicaba el horario, mesa y compañero de trabajo.

Rastreo con su vista cada renglón su propio nombre, orando por no encontrarse algún nombre conocido, porque eso solo significaba que estaba totalmente en la mierda.

Sus dedos guiaron sus ojos hasta que se encontró a sí mismo al final de la lista, suspiró profundamente y con algo de pánico leyó el nombre al lado del suyo.

Min Yoongi.

Hizo memoria asiduamente, rebuscando hasta en el rincón más recóndito de su mente, pero el nombre no le parecía ni remotamente conocido.

Taehyung y Jungkook habían insitido que indagara un poco, por si su suerte era tan mala y le tocaba compartir curso con alguno de los reprobados, incluso pensó que la idea era demasiado estúpida, pero en ese momento, solo pudo agradecerles internamente, prometiendose a sí mismo que luego los invitaría a beber a su casa.

Tontamente comenzó a buscar al tal Min Yoongi, preguntando a cualquiera que se le topará al frente, pero nadie sabía quién era ese chico.

Crispó sus labios, meditando si era muy necesario encontrarse con él ese mismo día, pero todo quedó en segundo plano, cuando sintió que alguien golpeaba su hombro levemente llamando su atención.

Chemistry romance | Yoonmin |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora