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Sus nudillos se tornaron blancos sin que se percatara de ello, pues la presión que ejercía en la correa de su mochila era tal, que era prácticamente imposible que no le quedarán las marcas del relieve grabadas en la palma de su mano.

Se quedó paralizado frente a la puerta blanca del aula, debatiéndose en su interior, tratando de encontrar algo de valor dentro de su cobarde ser, mientras se balanceaba cambiando su peso de sus talones a sus puntillas tratando de no caer de bruces contra el suelo, pues era altamente probable que eso sucediera. Suspiró pesadamente y deslizó las palmas de sus manos sobre su ropa, en un pobre intento de secar el sudor que inminentemente le atacaba en momentos donde los nervios se apoderaban de su sistema.

Y es que toda aquella seguridad con la que había caminado desde su casa hasta ese largo pasillo se esfumó en un segundo como si la hubieran drenado de su cuerpo solo retirando un corcho.

Ya ni siquiera quería mirar su atuendo, sus pantalones blancos y su suéter de lana azul pálido, porque la inseguridad le carcomía los huesos. Ni siquiera era tan bonito como lo imaginó mientras se vestía esa mañana luego de su larga ducha.

Torció sus labios en un intento desesperado por enfundar su piel con algo de coraje que requería, pero cuando estuvo a punto de dar un paso al frente, una risita tenue le detuvó.

Se giró en lo que parecía una eternidad, pues esta seguro de que esa voz la reconocería en cualquier sitio, incluso si nunca se dirigía a él.

Min Yoongi.

Y joder, que necesito pestañear un par de veces para poder asimilar que la vista frente a él era real, Min Yoongi con su peculiar aura, vistiendo con una camisa blanca con apenas tres botones sueltos, permitiendo dejar a la vista algunos collares con dijes pequeños de color plata y unos pantalones negros, con ese aire tan casual como su despeinado cabello rubio que caía en cascada delicadamente sobre su frente ligeramente descubierta, tan atractivo, que incluso pensó por un momento en pellizcar el dorso de su mano sólo para verificar que estaba despierto.

Y le sonrió, tan encantadoramente que podía asegurar que su corazón interrumpió sus latidos por unos segundos, solo para admirarlo.

Pero no se permitió emocionarse, al contrario, se privó de ello y el hecho de que Yoongi pasará a su lado solo observándolo hace que se sienta de pronto demasiado pequeño, como si el mundo entero estuviera sobre su cabeza.

Sus ojos comenzaron a picar, anunciando las inminentes lágrimas que se acumularon en sus ojos, así que, agachó la mirada, esperando a que el rubio ingresara al aula, no queriendo verlo realmente, pues cayó en cuenta de su propia inferioridad y que solo era un niñato tonto que nunca podría gustarle a Yoongi...

—¿No vas a entrar, Park?

Levantó la vista, encontrándose de lleno con aquellos orbes oscuros, tan profundos como el cielo nocturno, que le miraban con curiosidad legítima, como si lo estuviera escrutando en búsqueda de sus más oscuros secretos, como si le pudiera leer el alma y desmantelarla para exponerla al aire como una autopsia completa.

Pero, por más que recorrió su rostro con sus ojos almendrados, resolvió que no existía en ninguna de sus facciones ni un mínimo atisbo de burla, ni siquiera un pequeño átomo, muy al contrario, Yoongi parecía más bien ¿preocupado?

No quiso darle más vueltas al asunto, pues sintió un tirón en el estómago, como si un millón de mariposas se hubiesen precipitado en una lluvia convergente que chica y se entremezcla al ritmo de su agitado corazón por siquiera pensar en ello, pero descartó de inmediato aquella estúpida teoría, pues era una locura el solo considerar que tenía una oportunidad, enterrando así un poquito de sus sentimientos en lo mas profundo y asintió a la pregunta de Yoongi, con un ligero movimiento de cabeza, pues la voz se negaba a salir por el nudo que aún reposaba en su garganta, tratando de ocultar el ligero rubor que osó posarse sobre sus mejillas.

El rubio pareció meditarlo por unos segundos, observándolo detenidamente, como si quisiera agregar algo más, pero optó por guardar silencio y abrió la puerta chasqueando la lengua derrotado, para permitirle el paso al pelinegro, ingresando finalmente al laboratorio.

El rubio pareció meditarlo por unos segundos, observándolo detenidamente, como si quisiera agregar algo más, pero optó por guardar silencio y abrió la puerta chasqueando la lengua derrotado, para permitirle el paso al pelinegro, ingresando finalme...

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El olor a desinfectante y la constante alarma de algunos instrumentales era lo único que se podía percibir, porque también el resto de los alumnos se mantuvieron quietos como estatuas, hasta contener la respiración por miedo a hacer algún ligero sonido.

El señor Kang era temible, como sólo alguien con su estatus en la universidad podía, detestable y prepotente como si el resto del alumnado fueran simples mortales y él un dios.

Así que, Jimin se deslizó sobre su banco de madera alto y agachó la cabeza, escondiéndose detrás de un mechero, cuidando de no tamborilear sus dedos en la mesa presa de sus nervios.

Yoongi le miró de soslayo, percatándose de forma inmediata del malestar del menor.

Y quizás no lo pensó mucho, pues sus largos dedos viajaron hasta posarse sobre los del menor, en su intento de infundirle calor humano, de aquel que tanto carecía, hundiendo su mano en la ajena hasta entrelazar sus dedos con los contrarios.

Y tonto él, que estaba tan perdido, tan inmerso en transmitirle poquita seguridad a Jimin, que se perdió la revolución de emociones que bañaron su piel, poniéndolo en evidencia, pues aunque se empeñó arduamente en no sentir nada, con ese simple pero contundente gesto, sintió de todo.

De cualquier manera, Min Guapo Yoongi, tenía toda la culpa.

De cualquier manera, Min Guapo Yoongi, tenía toda la culpa

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Chemistry romance | Yoonmin |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora