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Su corazón podía literalmente salirse de su pecho, repiqueteaba con ímpetu contra sus costillas, con tanta fuerza que probablemente rompería sus huesos.

Yoongi quizá no pensó en las secuelas que provocaría en Jimin, cuando llevó sus largos dedos hasta entrelazarlos con los ajenos, encajando perfectamente en la dicotomía de su morfología, como dos piezas perfectas de un rompecabezas, creadas solamente para complementarse.

Y le sonrió, maldita sea que lo hizó, tan inocente y carismático que no parecía que estuviera robando el corazon de Jimin, definitivamente su ambición recaía en capturarlo en alguna especie de hechizo o algo parecido.

A Jimin le costó una eternidad abandonar el estupor en el que se vio envuelto, ante la calidez de aquel pequeño gesto. Sólo fue un levantamiento de labios ligero, pero para Jimin, quien pensó que nunca tendría ni la mínima oportunidad de presenciarlo, aquella escena fue como una epifanía.

Yoongi le jaló del brazo sin imponer fuerza alguna, guiándole dentro del establecimiento, por entre la pequeña cantidad de personas (apenas otras dos parejas y un grupo reducido de adolescentes) y algunas máquinas que estaban en su camino, como si conociera a la perfección el local, hasta llegar a un juego que lucía por demás bastante antiguo, la madera se veia gastada, el color de los botones se habia desvanecido y los gráficos parecían bastante anticuados, quizá era el más viejo del árcade.

—¿Te parece bien si empezamos con este?— preguntó Yoongi, con cierto entusiasmo que bailaba en el brillo de sus ojos, que encendió el propio espíritu de Jimin.

¿Cómo decirle que no? Si su sonrisa podía iluminar la ciudad entera.

—Si, me parece perfecto— contestó, acercándose lentamente al mayor hasta colocarse a su lado— sin embargo tendrás que explicarme como se usa esta máquina...

Yoongi se giró a su costado para encarar a Jimin y rió enternecido por su comentario.

—Entonces, ¿me trajiste a los video juegos pero no sabes como jugar?

Jimin se sonrojó hasta la médula, pero asintió de cualquier forma, porque aún así no se sintió juzgado por Yoongi, más bien, pudo vislumbrar aquel aire travieso en su pregunta balanceándose lentamente hacia él.

—Muy bien, pero tendrás que darme algo a cambio— respondió, encogiéndose de hombros despreocupadamente.

—¿Qué cosa?— inquirió, un poco ingenuo como para rebuscar en la profundidad de sus palabras, contagiándose del estado de ánimo de Yoongi.

—Te diré luego— afirmó audazmente, pensando brevemente en su solicitud, girándose otra vez, llevando su atención a la pantalla.

—¿Bueno?— respondió, no muy seguro, pero dejando el pensamiento de lado demasiado pronto, pues Yoongi comenzó a explicarle pacientemente como utilizar los controles de la máquina, que no eran más que una palanca y un par de botones.

Jugaron por al menos quince minutos, dónde un pésimo Jimin perdió once de doce partidas, así como una cuarta parte de sus fichas, pues enfurruñado se empeñó en ganar al menos una vez, lo hizó, por lo que, luego de su patético desempeño en el área, a pesar de que Yoongi sólo le apoyó y le alentó para verle triunfar, se sintió un poco tonto, por lo que optó por llevar al mayor hacia otra atracción, esperando desde el fondo del pequeño orgullo que conservaba poder impresionar a Yoongi, al menos una vez.

Así como el pálido había hecho, engancho sus dedos en un agarre dulce y se encaminó en dirección a otra sala.

Los juegos que ahí presentaban eran más bien de destreza física, como boliche, golf miniatura, billar, baloncesto y medición de fuerza, como aquellos que rondaban en las ferias y festivales locales.

Chemistry romance | Yoonmin |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora