Once

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—Escuché que hoy tiene una reunión para firmar un tratado de paz —murmuró Tay atando las cuerdas de las muñequeras de cuero que Off tenía en el brazo

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—Escuché que hoy tiene una reunión para firmar un tratado de paz —murmuró Tay atando las cuerdas de las muñequeras de cuero que Off tenía en el brazo. Su mirada repasaba lo que iba a llevar en el bolso que el príncipe le había ofrecido—. Estará en el mismo castillo ¿Me escuchas? Jamás se aleja de él. Debes tener cuidado.

—Entiendo —afirmó Off guardando todas las cosas dentro del bolso, entre ellas había manta, comida, agua, un par de dagas y un cambio de ropa por si acaso. El alfa miró a su hermano menor—. Lo conseguiré.

—Si el rey te descubre nos colgará a ambos —la mirada asustada de Tay relució a la luz del amanecer. Eran alrededor de las cinco de la madrugada, el tiempo relucía fresco, sereno. Sin duda alguna su padre los colgaría a ambos si se enteraba de todo. Off posó su mano sobre el hombro del menor y lo apretó suavemente.

—Yo tomaré toda la responsabilidad —dijo con palabras claras, dejó de mirar a su hermano y se colocó el bolso sobre el hombro, se puso la capucha del traje de caza y colgó la espada en su cinturón.

—Te deseo toda la suerte, hermano —murmuró Tay—. Para ti, para la criatura, tienes hasta las ocho de la noche para llegar al barco, si no, se irán sin ti.

—Está bien —Off abrazó a su hermano por última vez, Tay era un alfa joven y sereno, en todas estas semanas que pasaron para averiguar el paradero de su padre pudo convivir con él, pudo observar sus ambiciones, sus planes, no dudó que su reinado se convertiría en el mejor de todos. Porque la intención de Tay era mostrarles lo que el mundo tenía para ellos, para todos. Se dedicaron palabras a través de pequeños susurros y finalmente lo acompañó al carruaje que lo esperaba detrás del palacio. Ningún sirviente dijo ni vio nada, la vista gorda que hacían se debía a la lealtad que tenían a Tay y la pena que sentían por Off. Tanto el pueblo como el palacio estaba enterado de lo que hicieron con él, algunos apoyaban la causa y otros, no. Los nobles y ricos se llenaron la boca con su nombre, mientras que las familias, los hombres y mujeres que habían sentido el látigo de los guardias ante las injusticias sabían lo que pasaba y lo que pasó el día que el príncipe Off desapareció de su habitación.

Los ojos del Alfa observaron el castillo majestuoso, los caballos, los establos, había pasado toda su vida entre aquellas paredes, en ese ambiente. Jugando, llorando, riéndose. Y, entonces, lo único que esperaba Off era jamás volver a pisar esos suelos de mármol, jamás volver a caminar aquellos pasillos. No. Nunca más. Porque el día que tocara aquella asombrosa arquitectura sería aquél donde vendría de la mano con Gun, sin la necesidad de ocultarlo, sin la necesidad de que sintiera miedo por él.

Se volvió finalmente, directo a las tierras de su padre donde tenía a Gun.

Habían pasado alrededor de dos horas hasta que a lo lejos observó un castillo color grisáceo, tenía gárgolas de piedra en cada columna, las esculturas que adornaban los jardines despertaron en Off la curiosidad, la cantidad infinita de flores, rosas, árboles, todo era tan llamativo que en su cabeza solo recordaba el aroma de Gun. Supuso que todo ese escándalo natural se debía al Omega, se preguntó qué cosas había pasado con Gun estos últimos dos años, sabía que estaba vivo, su hermano le contó rumores, todo.

El reflejo de tu muerte - H.A #17Donde viven las historias. Descúbrelo ahora