Por favor

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Negativo

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Negativo


¿Que...?

No podía creerlo.

¿Otra vez?

Dios, había intentado tantas cosas.

Ahora estaba más que claro. Él era un maldito problema.

— ¡Amor, estoy en casa! —

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— ¡Amor, estoy en casa! —. Grito el oso desde la sala de estar, se le hizo sumamente extraño no escuchar ningún ruido en la casa, no escuchaba música a todo volumen, ni a su esposo gritandole al puerco araña, ni cosas flotando por ahí... Todo estaba tan silencioso.

Algo no estaba bien.

¿Juan estaba en la casa? Claro, él mismo vio su par de zapatos favoritos en la entrada.

Definitivamente algo no está bien.

El pánico inundó el cuerpo de Spreen.

Tenía que encontrar a Juan.

Dejó su maletín en el sofá y subió corriendo las escaleras que daban al segundo piso; dónde se encontraban varias habitaciones, entre ellas la que compartía con su Omega.

Abrió rápido la puerta y lamentó un poquito hacerlo, sus pulmones quedaron inundados de un olor casi putrefacto; él identificó ese olor de inmediato, era el aroma que emanaba Juan cuando estaba triste o asustado. 

Observó la habitación y encontró un gran nido que descansaba sobre su cama; era una montaña de ropa que le pertenecían a él y una que otra prenda del puerco araña y pelusa.

Rápido se dirigió hacía el nido, con mucho cuidado dió unas pequeñas palmaditas dónde estaba seguro se encontraba la cabeza de su novio.

— Se que te gusta tocarme el culo pero este no es el momento. — Spreen soltó una pequeña risa.

— Perdón, hermoso, ¿como estas? — Se quedó mirando el bulto intentando descifrar de qué lado estaba la cabeza del castaño. Eran muchas prendas.

— Negativo. Otra vez. — El oso entendió el por qué del comportamiento de su pareja; no había cachorro. Spreen suspiro triste pero siguió moviendo su mano encima del trasero de Juan, sin segundas intenciones, solo tocando. 

— Tranquilo, no es el fin del mundo. — Juan se sintió gravemente ofendido, el estúpido Alfa que tenía de esposo no se daba cuenta de que había un problema, no era normal que un Omega común durará tanto en quedar en cinta, él tenía un problema. Él era un problema, un maldito problema que estaba acabando con su pareja, con su matrimonio. Spreen en cualquier momento le iba a pedir el divorcio y tendria razon en hacerlo, tiene tantos Omegas detras de el y todavia se sigue aguantando a un imbécil incapaz de darle una familia, un hogar. 

—  No lo entiendes, — Juan se salió del montón de ropa dándole la espalda al híbrido. — han pasado muchos meses, Spreen; mes tras mes intentando y nada. Estoy comenzando a pensar que así será para siempre. — Se acomodo y el oso por fin pudo verlo a los ojos, se sintió triste de solo mirarlo. La mirada de Juan estaba apagada, decaído. Sus feromonas eran repugnantes representando su tristeza y miedo, el miedo de nunca lograr su meta. 

— Juan, corazón, tranquilo, simplemente no es el momento. — Lo abrazo por detrás enterrando su cara en el cuello del otro, dejando pequeños besos en la gran mordida que adornaba la nuca del castaño. — Vamos a tener dos cachorros; hombre y mujer, el hombre se llamará Messi y la mujer Vanessa. — 

— No le voy a poner Messi a mi hijo, Spreen. — Ahí estaba, la sonrisa que tanto quería ver el pelinegro, odiaba ver a su Omega desanimado, y él era muy malo para consolar a las personas, más cuando nunca ha estado en su posición y no sabe el dolor y cansancio mental que debe estar sintiendo el otro, no podía hacer mucho más que intentar sacarle una sonrisa a su lindo esposo y lo estaba logrando. 

— ¿Que decis? aguante Messi. — Juan soltó una carcajada por el tono de voz tonto que había usado Spreen, también por la seña que había hecho con su mano; juntó las yemas de sus dedos en forma de "beso" y movió la mano de adelante para atrás, eso le causó a Juan un ataque de risa. Amaba a su esposo. 

— ¡¿Que?!, —Dijo en tono de broma alargando la "E" — Messi no es un nombre, es un apellido, y además esta feo y Vanessa es nombre de stripper. —

Spreen lo miró ofendido, "es tu esposo no lo bardees, es tu esposo no lo bardees", se aguanto decirle de todo por ofender al gran Messi y sonrió por lo otro que dijo.

— Piola si es stripper, va a seguir teniendo trabajo aunque caiga una pandemia. — Ahora fue el turno de Juan de ofenderse, pero antes de decir cualquier cosa toco dos veces la madera de la cabecera de la cama con los nudillos.

— ¿Qué te pasa?, es tu hija. —

— Pero, amor, piensa en grande, — Miraba a Juan como si estuviera explicándole las tablas de multiplicar a un niño de dos años, con manzanas y peras. — va a tener mucho dinero, esas señoras ganan bien... 

— ¿Y tú cómo concha sabes eso? — Interrumpió y el pelinegro se sorprendió por la seriedad y molestia con la que el otro dijo eso.

Shhh listen listen, — Juan alzó una ceja. — nos va a mantener de viejos. —

— No, que carajo. — 

Y así fueron pasando las horas, hablando de cuánto ganaban las bailarinas exóticas y como se llamarían sus retoños, Juan se fue a dormir más calmado esa noche, agradeciendo a su esposo por estar presente, el que no pudo pegar un ojo en toda la noche fue Spreen, estaba preocupado, el olor de su Omega había cambiado, el olor de Juan siempre había sido fresas, a él nunca le gustaron las fresas hasta que conoció al castaño y las comenzó a comer por la falta que le hacía el otro. El aroma de su Omega cambio, fresas con algo más, según él no era normal que de un momento para otro el aroma cambiara, no le iba a decir al otro; desde siempre le han dicho que es de mala educación hablarle a un Omega sobre su olor, se lo consultaría a un doctor cuando identifique el otro olor.

 El aroma de su Omega cambio, fresas con algo más, según él no era normal que de un momento para otro el aroma cambiara, no le iba a decir al otro; desde siempre le han dicho que es de mala educación hablarle a un Omega sobre su olor, se lo consul...

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Leave me aloneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora