Hundida en la oscuridad

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Martes 18 de octubre, 2022.

Había amanecido relativamente "normal", como cada día Martes, en cualquier momento pasaría el camión de la basura y la mayoría de las veces, soy yo quien saca la basura para que el camión la retire, pero es algo que detesto hacer. Cuando desperté, fui al baño y al recordar que debía sacar la basura, decidí sacar los papeles del baño, pero al hacerlo me di cuenta de que habían colocado una bolsa demasiado pequeña en el basurero, por lo que muchos papeles sucios quedaron fuera de ésta y todo lo tuve que limpiar yo, y por alguna razón esto fue uno de los detonantes del caos que habría durante el día. Puse toda la basura dentro de una bolsa gigante, luego fui a mi habitación a cambiarme de ropa y finalmente salí afuera a botar la basura de muy mala gana y mi madre lo notó. Una vez que entré a casa escuché que desde su habitación mi madre me gritó: — ¡¿Qué estás reclamando ahora?!, — ¡¿por qué tienes esa actitud tan horrible?!, — ¡¿por qué te comportas así, sabiendo que yo estoy enferma?!... Respiré hondo, le dije que me sentía cansada y subí a mi habitación.

Cuando escuché que ella se había levantado y estaba en la cocina decidí bajar para ayudarla a cocinar, pero no me esperaba la actitud con la que ella se dirigiría a mí. Cuando bajé le pregunté: — ¿Qué hay que cocinar?, — ¿en qué ayudo? Y lo que ella me dijo fue: — ¿Por qué eres así Victoria?, — ¿por qué siempre estás triste y enojada, si siempre te lo hemos dado todo?, — eres una malagradecida de mierda!, — ándate de aquí, no voy a soportar que estés acá abajo, ándate a tu habitación!

Quedé en shock, jamás pensé que me dijera algo así, mientras me gritaba le dije que no me iría, pero cuando me volvió a recalcar que era una mal agradecida no aguanté más y subí a mi habitación e hice una publicación de estado en WhatsApp que decía: — Ser joven no significa que tenemos la mejor salud física y mental del mundo, mucho menos que tengamos que estar todo el tiempo feliz... Estoy harta de que me digan "no tienes motivos para estar triste o enojada todo el tiempo. — Si los tengo. — ¡Que para ti no signifiquen nada, no quiere decir que para mí es igual! — ¿Has estado en mi lugar? — NO. — Entonces no tienes derecho a exigirme sentirme bien. — Tengo derecho a sentirme cansada. — Dejen de invalidar mis putos sentimientos.

Después de unos minutos de haberlo publicado, lo borré y apagué mi celular. Y me puse a llorar, creo que es injusto que me diga algo como eso porque siempre les he agradecido cada una de las cosas que han hecho por mí y por cada una de las cosas que me han dado porque sé lo mucho que nos ha costado tener todo lo que tenemos hoy en día y mi manera de devolvérselos y agradecer es haciendo los quehaceres del hogar y ayudar en lo que más pueda, en lo que ellos necesiten a pesar del cansancio, pero al parecer ellos no lo veían de esa manera. Estuve toda la mañana llorando, sintiéndome una mierda de hija. Pensé en lo peor, nuevamente los intentos suicidas invadieron mi mente. Me sentía tan triste y enojada que volví a creer que si yo no estuviera en sus vidas todo sería mucho mejor. Hace años atrás cuando era una pre adolescente y sufría de bullying había tomado esa terrible decisión de quitarme la vida apuñalando mi corazón, cuando por fin me encontré sola y decidí hacerlo, la voz de mi hermano diciendo mi nombre y riendo a carcajadas dentro de mi cabeza hizo que me detuviera. Comencé a llorar a mares y desde entonces su felicidad ha estado por sobre la mía, aunque nadie lo note, si pudiera dar la vida por él lo haría sin dudar. No he hablado de esto con nadie y lo he mantenido en secreto conmigo misma. Pero la situación de ahora era diferente. Me di cuenta de que tengo muchos medicamentos en mi habitación, pensé en tomarlos todos y morir de una sobredosis, pero me asustó hacerlo, comencé a pensar en todas las posibilidades, en todas aquellas personas que se decepcionarían de mí, en aquellas que rompería su corazón porque a pesar de ser un desastre con patas, realmente me amaban, pero lo que en definitiva me detuvo de hacerlo fue el hecho de que probablemente yo iba a estar muerta en mi habitación durante horas y nadie se daría cuenta. Mi puerta estaba cerrada con pestillo y por lo general mis padres nunca suben a verme y mi hermano casi nunca entra a mi habitación a menos que necesite mirarse en mi espejo. No sé qué era más cobarde de mi parte, el querer terminar con mi vida, irme sin que nadie se diera cuenta y rendirme con todo o seguir quedándome aquí por miedo a morir, soportando lo mierda que estaba siendo la vida conmigo. Todo era muy confuso, me di cuenta que quizás solo estaba siendo berrinchuda, como nuevamente no fui capaz de terminar con mi vida, decidí tomar una croquera, un crayón rojo y comencé a escribir: — Perdón por ser tan mala hija.

La vida entre hematomasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora