Capítulo 14

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Capítulo 14

Desperté de un sobresalto con desesperación, me sentía como si emergiera violentamente de un pozo muy profundo. En los próximos tres segundos que siguieron, estudié mi alrededor, estaba incorporándome en una cama desconocida cuyas sábanas blancas estaban manchadas de sangre, y cuatro paredes de hierro me daban en cierto modo una impresión de claustrofobia. Varios pinchazos a lo largo de mi cuerpo me hicieron respingar involuntaria, así que miré mis brazos y me descubrí cubierta por vendajes en todo punto donde el cincelero me había perforado. Tenía puesto un vestido oscuro, hecho de tela muy sutil. Tocando su textura me convencí de que era algún tipo de compresa color azabache, una malla de uso quirúrgico tal vez. No escondía mucho, pero al menos mis áreas privadas no estaban al aire. Respiraba con celeridad, estaba nerviosa, temblaba, estremecida todavía por la sensación de saberme al borde de la muerte.

–Viva...– murmuré sin poder creerlo –Estoy... ¿Viva?

Arrugué el entrecejo.

Para ti, que ahora me lees, era más que claro predecir que no sería asesinada, de lo contrario y por razones obvias no estaría contándote la historia. Sin embargo yo no lo habría imaginado. Estuve segura de que en ese momento iba a morir, pero ahora estaba ahí y ni siquiera un recuerdo inconsciente parecía querer revelarse, algo muy extraño tomando en cuenta que el cerebro de un vampiro registra en absoluto todo, incluso al dormir. Queriendo buscar una salida, me levanté completa, entonces proferí un alarido de dolor al apoyar mi pierna derecha en el suelo. Mi rodilla herida no soportaba el peso de mi cuerpo, apretando los dientes y esforzándome por no llorar, me recosté de la cama para sentarme de nuevo. Intenté respirar pausadamente. ¿Qué sucedió? Deseaba poderlo adivinar, tan sólo sabía que esperaba el golpe de gracia y luego de allí, blanco, nada, cero.

Resoplé negando con la cabeza.

–¿Estaré muerta?–volví a hablar de forma audible.

Al instante, el chirrido de lo que me pareció ser una puerta muy pesada sonó relativamente cerca y en seguida escuché también un alboroto. No pudiendo caminar hasta la pared frontal, que era de dónde provenía el ruido, me concentré por agudizar mis sentidos, pero el murmullo estaba compuesto por cientos de ecos distintos y ninguno se definía con claridad. Algo resonó en el confín inmediato de la habitación y un acceso fue abierto. Hizo aparición frente a mí un vampiro de gran musculatura y vestido con el inequívoco uniforme de la armada zansvrika. Su porte era el de un guerrero fuerte y su rostro mostraba una expresión severa, pero su cuerpo temblaba como una hoja, su respiración era agitada y sudaba a niveles preocupantes. Mirándome fijo, habló:

–El Zethee quiere verla, me ha enviado por usted.

"¿Usted?" Pensé para mis adentros, ¿Y éste ahora qué?

–¿Qué pasó allá afuera?– pregunté.

–Lo siento. Sólo tengo orden de escoltarla hasta el salón, no estoy autorizado a responder pregunta alguna– ladeó un poco su cuerpo, casi volviendo sobre sus pasos –Por favor venga conmigo.

–¿A dónde?, ¿Este es otro de sus juegos?

–No le entiendo.

–¿Un juego de Daniel?, es un desgraciado ¿Lo sabían?

Hablé sin miedo ya. No podía hacerme pasar por algo peor.

–Por favor acompáñeme, el señor le espera.

Maldiciendo por lo bajo, sopesé mis opciones. Como siempre, de la mano del déspota no me quedaban muchas.

–¿A dónde vamos?– Repetí –Él no pretenderá que salga en público así ¿O sí?– pasé una mano frente a mi cuerpo muy a pesar del dolor que me produjo el movimiento.

Festival de Cadáveres  | Libro 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora