Capítulo 9.

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Ya era tarde y Juliana sabía que su familia volvería a casa pronto, y aun así no podía apartarse de los cálidos brazos de Valentina. Se había despertado con la rubia envuelta a su alrededor, sujetándola más fuerte aún dormida cuando Juliana se movió, como si no quisiera dejarla ir.

Valentina había parecido ansiosa la primera vez que había abierto los ojos, pero cuando Juliana le había sonreído, la mayor se había iluminado y la besó tan profundamente que Juliana había pensado que iban a por otra ronda. La idea le había preocupado un poco dado que estaba dolorida y en realidad caminaban un poco raro cuando había ido al baño.

Valentina había pasado el día besando cada parte de su cuerpo desnudo, llevándola al límite antes de succionar profundamente sus labios y hacerle caer por el borde. Después de eso Juliana valientemente la había masturbado, Valentina guiándole y enseñándole cómo hacerlo a la perfección.

—Hey —Juliana levantó la vista para ver a Valentina observándole con curiosidad. —¿Dónde tienes la mente?

—Alegrándome de lo que hicimos —declaró, y Valentina se rio.

—¿Ningún remordimiento?

—Ninguno.

La ojiazul ladeó la cabeza, su posición de contemplación —Nunca preguntaste —dijo enigmáticamente.

—¿Sobre qué? —Juliana se incorporó un poco, sintiendo que ésta iba a ser una conversación seria.

—Sobre cualquier cosa —Juliana frunció el ceño confusa y Valentina continuó. —No me has preguntado sobre... —hizo un gesto con la mano a su cara —nunca preguntaste por Guillermo.

—¿Quién es Guillermo? —Tan pronto como lo preguntó lo dedujo por la expresión de agonía en el rostro de Valentina.

—Mi hermano —dijo, confirmando las sospechas de Juliana.

Inclinándose hacia adelante, Juliana le dio un suave beso en los labios antes de echarse hacia atrás de nuevo y sonreírle amablemente. —No es que no quiera saber —trató de explicar, —pero... obviamente te es doloroso hablar de ello así que... imaginé que me lo dirías cuando estuvieras lista.

Valentina resopló una carcajada y sacudió la cabeza. —De verdad confías en mí, ¿no?

—¿Es eso algo malo?

—No lo es —dijo Valentina, sacudiendo la cabeza un poco.

Entrelazando sus dedos, Valentina se recostó en el cabecero y se volvió hacia Juliana, tirando de ella de modo que se apoyase sobre su pecho, sus brazos cálidos a su alrededor. Juliana dejó caer la cabeza hacia atrás y la giró un poco para que descansara contra el cuello de Valentina.

Cuando esta empezó a hablar de nuevo, podía sentir las vibraciones a través de su piel, un murmullo rítmico que podría haberla dormido de nuevo si se tratara de otro momento y una conversación diferente.

—A Guillermo le encantaba ir a ese estúpido club. Era como un muñeco que mi madre vestía, alguien que podía moldear como una pequeña versión masculina de ella y exhibir como un premio. Guillermo nunca se quejó, creo que una parte de él realmente le encantaba vestirse y lucir elegante. Y él era precioso. Tenía muchos amigos, pero siempre tenía tiempo para pasar conmigo, para hacerme compañía. Yo no encajaba con la multitud. No estaba fuera del closet, pero sabía que era lesbiana y no podía fingir perseguir a los chicos como hacían las demás chicas, así que los evitaba y pasaba el rato con mi hermano que atravesaba una etapa de rebeldía, para gran consternación de mamá.

—Un día, sin embargo, me encontré a Guillermo discutiendo con mi madre, diciendo que no quería ir al club; que odiaba ir allí y odiaba a la gente. Me imaginé que había tenido una pelea con uno de sus amigos, ya sabes, cosas de niños. Finalmente, mamá salió furiosa dejándolo conmigo. Traté de hacerlo hablar conmigo, pero él se encerró hecho una furia en su habitación y no me dejaba entrar. Así que pensé "a la mierda" y me fui, pasé el día con Olivia. Estábamos algo así como saliendo, pero ella estaba muy profunda en el armario y aterrada de que su padre la descubriera, así que todo era muy secreto. Cuando volví a casa...

Deadline On LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora