prólogo

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Kayla


Sentía como una mirada me perforaba el alma desde que había subido al autobús que llevaba a la universidad. Y cada segundo se hacía mucho más evidente, pues incluso parecía haberme seguido una vez había pisado el campus universitario.

Cansada de sentirla, me giré, dispuesta a decirle un par de cosas no muy educadas a quien fuera que estuviese detrás mío. Pero tan pronto como conecté miradas con aquella persona, una sonrisa socarrona se dibujó en mis labios.

La persona que parecía querer matarme con la mirada no era ni más ni menos que uno de los integrantes de Ícarus. Justamente, el chico que juro que su grupo sería capaz de ganarnos con los ojos cerrados.


Y, sorpresa. Nosotras fuimos las que ganamos.


-Por mucho que quieras hacerme desaparecer con la mirada, no tienes los poderes para hacerlo. —Contesté con la sonrisa aún en mi rostro, dejando de caminar.— Mira por donde, todo lo que quieres no lo tienes. Ni los poderes, ni el premio. Que pena, pianista.

-¿De verdad piensas que estaba intentando que desaparecieras? Cielo, ni que fueras tan importante para gastar mi tiempo mirándote. —Dijo el chico de mechas blancas, acomodándose la mochila que cargaba en el hombro izquierdo.— Me sorprende que hayas podido entrar en la universidad. Pensé que no aceptaba a grupos patéticos.

-¿Ah, sí? Pues entonces tu reacción al ver que te habían aceptado tuvo que ser digna de una fotografía. ¿Y cómo has hecho tú para entrar? Aún recuerdo como los de la primera fila se quedaron dormidos cuando empezasteis a tocar. —Mencioné, mientras caminaba hacia Laila, quien me saludaba efusivamente para que la viera.

-Al menos nosotros transmitimos algo, ¡vuestro grupo ni siquiera transmite algo con el nombre! El perro de Mickey Mouse como nombre de banda, eso si que es patético.

Ah no, con el nombre de nuestra banda no se mete.

-Mira niño, vuestro grupo de mierda nunca será capaz de ganar ningún concurso. Os habéis quedado estancados en el pasado, a nadie le interesa ya la música clásica. —Me acerqué con seriedad al chico, quien no pareció verse intimidado.


Noah


-¿Y crees que a alguien le importa el rock, florecilla? —Sentí como la mandíbula de la chica se tensaba, dando por hecho que estaba apretando con rabia los dientes. Parece que aunque hayan pasado años, ese apodo sigue sin gustarle. —Solo ganasteis porque sois mujeres. Y diría que también porque sois guapas...pero ese parámetro no lo cumples.

Tan pronto como terminé de hablar, ambos entramos en una competición de insultas, cada uno intentando criticar más al otro. Vi como su compañera acudía a su rescate, intentando hablarle sin existo alguno. Mientras tanto, Ares apareció por mi derecha, preguntando con confusion que estaba sucediendo.

-Nada, solo que me he encontrado a una de las integrantes del grupo de Mickey Mouse. Y sigue con el ego tan alto que pensaba que le estaba prestando atención a ella. —La otra chica se quedó mirándonos por varios segundos, hasta que abrió los ojos con sorpresa, pareciendo entender algo.

-¡Pero si sois los tíos que lloraron cuando les ganamos! —Exclamó la que recordaba que era la batería del grupo, con la misma sonrisa arrogante que me había dedicado la asiática unos instantes atrás. —¿Ya han puesto Beethoven en las discotecas o es que os han aceptado por pena?

-Mira bonita, nosotros no lloramos por unas tias cuya forma de hacer música es rasgar cuerdas y dar golpes a un tambor. Si sonaseis bien tal vez, pero todos sabemos por qué ganasteis...—Dijo Ares soltando una risa. Sabiendo que ellas fueron las únicas chias que participaron, que éramos adolescentes y el jurado estaba conformado por chicos jóvenes, sabíamos bien que poca atención había sido prestada al sonido.

-Al menos pudimos ganar por otra cosa, vosotros ni siquiera podrías haber ganado por guapos. —Contestó con una sonrisa, haciendo que Ares empezase una pelea con ella. Y por ende, la chica y yo volvimos a discutir, esta vez mucho más alto y sin cortarnos la lengua.

-¡Ícarus! ¡Pluto! —La voz de una mujer mayor, de pelo azabache recogido en una coleta, nos calló al instante.—No toleraré que estéis montando este jaleo, menos que os digáis esas cosas tan maleducadas a la cara. Ahora mismo me acompañan al despacho del director.

-¡Pero señora Davies! —Ares protestó, intentando sacarnos del lío.

-Nada de peros señor Holland, no me puedo creer que esté a punto de graduarse y sigas actuando como un niño. —Escuché como la baterista soltaba una risa, haciendo que la mujer se girase hacia ella.— ¿Acaso se está riendo, señorita Laila? Le recuerdo que al director no le va a hacer mucha gracia verla de nuevo por ahí. Y menos a vosotros dos. —Dijo, mirándonos por fin a los dos menores—Que buena forma de empezar el primer día de universidad. Síganme, cuando lleguemos avísare a los dos mayores de vuestros grupos.

Ares me miró con una expresión de preocupación, sabiendo bien lo que eso significaba.

Genial. Ahora nos tocará escuchar por el resto del día el sermón de Dante y por qué tenemos que dejar de hacer estas cosas.



AMARANTHINE [new edition]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora