iv.

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Laila

Entrar de nuevo a la residencia nunca me había asustado tanto hasta ahora. 

El salón se cubrió de silencio cuando Kyla y Hope notaron como mi figura aparecía por el marco de la puerta. El ambiente era tenso, frívolo incluso. Me encaminé hacia mi cuarto sin dirigirles ni la palabra ni la mirada ninguna de las dos. Una vez cerrada la puerta, me cambié los más rápido que pude y cogí mi mochila, dispuesta a salir de la misma forma que había entrado.

-¿No nos vas ni a decir los buenos días, Laila?—Cuestionó Kayla, mirándome dubitativa. Miré a la chica por varios segundos en silencio, ignorándola por completo para coger así unas galletas para desayunar.—Al menos ten la decencia de dirigirnos la palabra si vas a venir solo para coger comida.

Cogí las galletas con la misma actitud, intentando luchar mis instintos de querer contestarle. Tengo que ser fuerte, seguir las indicaciones que me recomendó Luke. Giré sobre mis talones, disponiéndome a salir de nuevo por la puerta.

-¿De verdad vas a hacernos la ley del hielo? —Hope acabó por hablar, pudiéndose notar un rastro de dolor en sus palabras, pero ni siquiera me digné a mirarla. Porque si lo hacía iba a recordar todo lo que le solté la noche anterior. Me sentía culpable, lo admito. No era forma de tratarla. Pero tampoco podía consentir que hablase de esa forma sobre mi novio. Giré el pomo de la puerta, saliendo de la residencia sin contestarle.

-¿Qué? ¿Lo has conseguido?—Preguntó Luke con una sonrisa, apoyado en la pared. Asentí levemente, ganándome un abrazo de su parte.—Esa es mi chica, ¿ves cómo podías hacerlo?

-Ha sido bastante difícil, Luke.—Confesé apenada, separándome del abrazo mientras le miraba.— Me sigo sintiendo culpable por todo lo que les dije ayer.

-Bueno, conejita, no te tienes que sentir culpable por decir cosas que son reales.—se encogió de hombros, acariciándome las mejillas.—Si una no se ha enamorado nunca no tiene derecho para opinar sobre nosotros. Y bueno, la rubia es un caso perdido, esa está directamente paranoica. Eso le pasa por idealizar libros antiguos, normal que no le saliese bien la relación.

Escuchar a Luke burlándose de mis dos mejores amigas no tuvo el efecto de calmante que él buscaba. Más bien, me dolía escuchar como las trataba sin respeto alguno. Aunque fui yo la que le conté toda esa información.

Kayla

-Definitivamente tenemos que hacer algo con ella.—Dije una vez salió por la puerta, girándome hacia Hope.—¿Cómo crees que podemos hablar con ella?

-No.—Negó Hope, dejando su taza en el fregadero.

-¿No qué?—Pregunté extrañada, mirando a la rubia. Esta suspiró, girándose hacia mi.

-Yo no voy a hablar con ella, Kayla.

-¿Qué? Pero Hope, ¡no podemos dejar que se enfade por preocuparnos por ella!—Exclamé alterada. Oye, ni desayunar tranquila se puede en esta casa.

-Las que deberíamos estar enfadadas somos nosotras, no ella.—Dijo, negando con la cabeza.— Si ella decide enfadarse después de tratarnos como una mierda y aplicarnos la ley de hielo, allá ella. Yo no voy a estar arrastrándome detrás de ella, no cuando no hemos nada malo.

-Hope...si de verdad fue Luke el de la muñeca, tenemos que alejarla de él lo más rápido que podamos. —Empecé a hablar con cautela.—Si no lo hacemos, tal vez se vuelva un asunto más grave...y ya no sea sólo la muñeca.

-¿Crees que no lo he pensado, Kayla? ¡No he pegado ojo en toda la noche porque solo podía pensar en lo que ese imbécil puede llegar a hacerle! —Exclamó nerviosa, pudiéndose notar el terror en sus ojos, un poco cristalizados.—Pero ya ni siquiera nos habla, ¿cómo vas a querer sacarla de ahí sin su ayuda?

AMARANTHINE [new edition]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora