iii.

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Ares


Aceleré mis pasos lo más que pude, intentando llegar a la residencia lo más rápido que podía Sentía como la amenaza de Luke empezaba repetirse en mi cabeza por cada paso que daba, viniéndome así imágenes de todo lo que nos llevó a estar de este modo.

Así que me creía. Él sabía que las acusaciones eran falsas, pero decidió callárselo. Decidió hundir mi reputación para poder ser el centro de atención. Debí haber escuchado a Dante desde el minuto que me recomendó que me alejase de él. Aún así, escogí escuchar los absurdos argumentos de Luke sobre por qué no me rentaba juntarme con Dante. Menos mal que este era lo suficiente sensato para no dejarme que me alejase.

Saqué las llaves de mi bolsillo, intentando colocarlas en la cerradura pese a la ansiedad que hacía mis manos temblar. Una vez abierta, lancé las llaves a la mesilla de la entrada, dejando que la puerta se cerrase detrás mía con fuerza. 

-Tío, que vas a romper la puerta.— La voz de Noah se hizo presente desde el sofá de la sala de estar. Aquel estruendo había sido suficiente para que levantase la mirada del móvil, fijándose en mi. En ese momento supe que aunque lo estuviera intentando cubrir la ansiedad, mi cara no estaba colaborando.— ¿Ares, estás bien?

-Sí, de maravilla—Aseguré como pude, pero el menor del grupo no se lo tragó.—Vale, no estoy de maravilla. ¿Ha llegado ya Dante?

-Sí, espera. ¡Dante, ven, que Ares tiene cara de ponerse a llorar en cualquier momento!—Noah llamó a Dante. Le empujé con irritación, sabiendo bien que podría haberlo dicho de otro modo.—Es que no te has visto la cara, pero lo que sea que te haya pasado te ha jodido bastante.

Oh, ni que lo digas. Dante no tardó mucho en aparecer por ahí, con cierta preocupación en su expresión corporal. Al verme, no le tomó ni tres segundos en analizar mi rostro para adivinar que había pasado.

-¿Qué te ha hecho Luke, Ares?—Preguntó preocupado, mientras me mandaba a sentarme en el sofá. No rechisté en hacer lo que me pedía. Tan pronto como el respaldo del sofá rozó mi espalda, me estremecí del dolor de aquel contacto. Claro está que aquello no pasó desapercibido por Noah y Dante.—¿Acabas de estremecerte del dolor?

-No, no, es que me ha entrado frío de repente.—Le resté importancia con la mano.

-Estamos en septiembre, genio.—Soltó Noah, sin creerse la mentira. Dante se acercó a mi, con la intención de levantarme la camiseta para ver mi espada, aunque yo pronto me negué, empujando mi espalda hacia el respaldo con fuerza, aunque me estuviese matando el dolor.

-Noah, sujétalo.—Ordenó Dante.

-A sus órdenes, capitán. —Dijo Noah con cierta diversión en el tono de voz. Me agarró de los brazos para evitar que me moviese. Todo para él fue divertido hasta que Dante consiguió levantarme la camiseta. En ese momento toda la habitación se quedó en silencio.—Em, ¿por qué cojones tienes en la espalda una marca roja enorme que se está convirtiendo en un moretón? ¿Esto tiene que ver con el tío que ha venido también al castigo que te ha mirado mal porque estabas sentado con Laila?

-¿Ha estado en el castigo? —Preguntó Dante, asegurándose de un había escuchado bien. Noah asintió, haciendo que el de raíces italianas atase cabos.—Definitivamente esto ha sido él. Así que ya estás tardando en contarlo.

Sabiendo que ninguno de los dos me iba a dejar hasta que lo confesase, suspiré mientras aceptaba contárselo. A medida que iba contándolo, Dante empezaba a mosquearse más mientras que Noah iba cada vez más perdido.

AMARANTHINE [new edition]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora