1. Las flores

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Ginna, 14 años

—Wattpad.

—Netflix.

—¡Wattpad!

—¡Netflix!

—¡WATTPAD!

—¡NETFLIX!

—¡¿Pero cómo puede entretenerte más un universo que ya está hecho?! ¡¿Dónde rayos implementas tu imaginación?! ¡Es taaaaan aburrido no poder imaginar nada!

—¡Me facilita la vida, ¿bien?! ¡Leer es aburrido, hay más acción y menos aburrimiento en los medios audiovisuales!

—¡Ahg! ¡Cabeza hueca, no entiendes de buenos gustos, con razón eres tan mala en literatura!

—¡Pero buena en edición y presentaciones!

Rayos, tiene razón.

—Bien, bien, para gustos los colores, tú con tus series y yo con mis libros.

Estábamos en mi habitación, mi nueva habitación.

Desde la mudanza no había querido tocar nada de mi equipaje y eso que ya había pasado casi medio años, casi seis meses, tiempo suficiente para socializar un poco y lograr llamar conocida simpática a la chica que tenía enfrente.

Me está ayudando a poner un poco de orden en mis cosas.

La adaptación ha sido sencilla, pensé incluso que sería peor el cambio pero la realidad me cerró la boca.

Mis padres buscaron alojamiento en un lugar demasiado grande para ser un pueblo pero demasiado pequeño para ser una ciudad, todo muy rústico, todo tan maderoso, todo tan frío y lluvioso, tan perfecto para pasar leyendo toda una tarde bajo mi edredón que verdaderamente no pude quejarme.

Mi gusto por la lectura lo descubrí por casualidad, uno de mis terapeutas aconsejó entretener mi mente en algo que no fuera... él, me dieron un libro y fui caso perdido, desde entonces tengo siempre la nariz metida en un libro.

Por eso la discusión, René es fanática de la cinematografía, según ella estudiará eso cuando entre a la universidad, pero es que... libros son libros, y no hay una sola película sin antes hacer un guión. ¿Podría ser un guión un libro?

Pasamos toda la tarde arreglando mi habitación. La mamá de René le dio permiso para quedarse a cenar después de todo.

A ella la conocí el primer día de colegio, derramó su batido en mi muy perfectamente planchado uniforme, quise ahorcarla ahí mismo pero incluso me dio fatiga pensar en ir a un correccional de menores.

Se vio tan arrepentida que no supe decirle que no a sus disculpas, de verdad se esmeró por dejarme limpia pero ya la tela estaba toda chorreada de chocolate y crema batida.

Sorprendentemente, aún con mi mal genio –que ella creyó que se debía a la edad–, permaneció a mi lado y aquí sigue, al menos me distrae.

Ella no sabe nada y no ha opinado gran cosa sobre mis carentes sonrisas, piensa que soy así o que tengo el período de forma indefinida.

Incluso me dan ganas de sonreír con esos pensamientos, aunque por el momento no pienso dame ese gusto.

Supongo que la herida de abandono que cargo ha hecho que sentir dolor sea placentero de alguna forma.

+++

—¿Ya lo viste? ¿No es hermoso? —suspira dramáticamente. Es una romántica empedernida.

Una Luna Para El LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora