3. La visita

14 2 0
                                    

N Ú M E R O  T R E S

Ginna, 20 años.

—Si mamá entra a la habitación y te ve con esa cara pondrá realmente en duda tu estabilidad emocional, para ya.

—¡Es que es taaaaan triste, Ginna! —dice llorando con más ganas.

—¡Es sólo ficción!

—¡Yo no te digo nada cuando te encuentro moqueando por los personajes de tus libros!

Auch, tiene razón.

Mi adicción a un buen libro se ha fortalecido terriblemente, si antes disfrutaba de las tramas ahora suelo perderme durante horas (casi todo el día) en un sólo libro.

No sé si me pasa sólo a mí, pero es que hay escenas tan pero tan buenas que tienes que leerlas una y otra vez porque no te la crees.

En caso contrario es porque la escena es muy confusa y a fuerza tienes que repetir la lectura.

Varias veces René me encontró en una esquina de mi habitación hecha un manojo de lágrimas y siempre terminaba burlándose de mí.

Por otro lado, su afición a la cinematografía nunca cambió.

—Vamos, hay películas más tristes.

—No, estamos hablando de a dos metros de ti —replica a duras penas.

—Bueno, sí es jodido que no hayan terminado juntos.

—¡Es un puto final abierto! —eleva la voz mientras sorbe los miles de litro de mucosidad que tiene en la nariz. Hago una mueca de asco.

—Exacto, puedes imaginar que el chico se fue por el bien de Stella y no que murió dándole sus...

—¡PERO MI MALDITA CABEZA QUIERE IMAGINAR QUE ESTÁ BIEN MUERTO!

—¿Qué pasa aqu... ah, ¿películas tristes otra vez?

Mamá aparece por la puerta, ya se sabe la dinámica, si escucha gritos es una película de terror o de aventura, si escucha llantos es una de romance trágico o de animalitos, si escucha una riña entre mi amiga y yo es una película nueva, si escucha risas es una comedia y si no escucha absolutamente nada... bueno, creo que no sabe que nos ponemos a ver cosas... un poco subidas de tono.

—A dos metros de ti —revelo.

Mamá niega recostada en el umbral de la puerta.

—En fin, cuando René se calme tienen que bajar a cenar —anuncia mientras se reincorpora—. Tu padre me avisó que viene más temprano y que trae visitas, así que las quiero presentables —ya se iba pero—, ¡y les toca lavar los trastes!

Refunfuñando me doy a la tarea de hacer reír a René, no es fácil tratándose de una cineasta aficionada.

Cuando mi mamá dijo que nos quiere presentables, se refiere a sacarnos el pijama, nada más. A nuestra edad y siendo tan iguales como diferentes, mi amiga y yo nunca contamos con un sentido actualizado de la moda, nos vsmos más las camisetas con estampados minimalistas, jeans azules y tenis o bailarinas casuales. El maquillaje es otro asunto, René optó siempre por retocarse un poco las facciones aunque nunca ha cruzado la línea a lo atrevido o coqueto, por mi parte únicamente cuido mi piel y listo.

Una Luna Para El LoboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora