Cuando el camarero retira los platos del postre, Lauren coge la botella de vino rosado y me rellena la copa. Compruebo que estamos solas y le pregunto:
—¿De qué iba eso de no ir al baño?
—¿De verdad quieres saberlo? —me pregunta con media sonrisa y los ojos iluminados por un brillo lujurioso.
—¿Quiero? —La miro a través de las pestañas y le doy un sorbo al vino.
—Cuanto más llena tengas la vejiga, más intenso será el orgasmo, Camz.
Me ruborizo.
—Ya veo. —Oh... Eso explica muchas cosas.
Ella sonríe y parece saber mucho más de lo que dice. ¿Siempre voy a ir un paso por detrás de la señora Experta en el Sexo?
—Eh, bueno... —Busco desesperadamente a mi alrededor algo que me permita cambiar de tema. Ella se compadece de mí.
—¿Qué quieres hacer el resto de la noche? —Ladea la cabeza y me dedica una sonrisa torcida.
Lo que tú quieras... ¿Probar esa teoría otra vez, quizá? Me encojo de hombros.
—Yo sé lo que quiero hacer —susurra. Coge su copa de vino, se levanta y me tiende la mano—. Ven.
Le cojo la mano y ella me lleva al salón principal.
Su iPod está conectado a los altavoces que hay encima del aparador. Lo enciende y escoge una canción.
—Baila conmigo —dice atrayéndome hacia sus brazos.
—Si insistes...
—Insisto, señora Jauregui.
Empieza una melodía provocativa y pegadiza. ¿Es un baile latino? Lauren me sonríe y empieza a moverse, arrastrándome con su ritmo y desplazándome por todo el salón.
Un hombre con la voz como caramelo fundido empieza a cantar. Es una canción que me suena, pero no sé de qué. Lauren me inclina hacia atrás y suelto un grito por la sorpresa y río. Ella sonríe con los ojos llenos de diversión. Me levanta de nuevo y me hace girar bajo su brazo.
—Bailas tan bien... —le comento—. Haces que parezca que yo sé bailar.
Sonríe enigmática pero no dice nada y me pregunto si será porque está pensando en ella... En la señora Robinson, la mujer que le enseñó a bailar... y a follar. Hacía tiempo que no pensaba en ella. Lauren no la ha mencionado desde su cumpleaños, y por lo que yo sé, su relación empresarial ha terminado. Pero tengo que admitir (a regañadientes) que era una buena maestra.
Vuelve a inclinarme y me da un beso suave en los labios.
—« Echaré de menos tu amor...» —tarareo la letra de la canción.
—Yo haría más que echar de menos tu amor —me dice a la vez que me hace girar de nuevo. Me canta bajito al oído y me derrite por dentro.
La canción termina y Lauren me mira con los ojos verdes oscuros y ardientes, ya sin rastro de humor. Me quedo sin aliento.
—¿Quieres venir a la cama conmigo? —me dice en un murmullo. Es una súplica sincera que me ablanda el corazón.
Lauren, ya te dije « sí, quiero» hace dos semanas y media... Pero sé que es su forma de pedir disculpas y de asegurarse de que todo está bien entre las dos después de la discusión.
Cuando despierto el sol entra por los ojos de buey y su reflejo en el agua se proyecta en el techo del camarote formando brillantes dibujos caprichosos. A Lauren no se la ve por ninguna parte. Me estiro y sonrío. Mmm... Me apunto para tener sexo de castigo y después sexo de reconciliación cualquier día. Es como acostarse con dos mujeres diferentes: la Lauren furiosa y la dulce que intenta compensarme con todos los medios a su alcance. Es difícil decidir cuál me gusta más.