III. Cariño

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"Cariño, está bien,
Esta bien estar solo
Esta bien".

Honey, It's alright — Gregory Alan Isavok

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—Porque siempre lo mencionas, ¿Acaso tú eres el lobo?, ¿Vas a comerme Toji?,— Susurró contra la boca del mayor, rozando levemente sus labios.

Un jadeo abandonó sus labios, al sentir el fuerte agarre en su cadera.

—No tienes idea, — El hombre gruñó, besándolo con desesperación y deseo.

No pudo evitar gemir en su boca, derritiéndose con su toque.

Yuuji despertó jadeando y notando la erección que presionaba en su pantalón de pijama. Se sonrojó, ante los recuerdos del lascivo sueño que acababa de tener con el padre de su amigo.

Más no pudo evitar gemir en voz baja y cubrirse el rostro con el dorso se su mano, sintiéndose avergonzado.

—Toji, — Susurró deseoso, mordiéndose el labio.

Un puchero se formó en sus labios, al momento de levantarse de la cama, decidido a tomar una ducha que lo ayudará a alejar esos pensamientos.

Finalmente optó por llenar la bañera y permanecer en el agua tibia, rodeado de burbujas y el aroma de la vainilla que inundaba el lugar con su dulzura.

Calmado, cerró sus ojos para traer a su mente los últimos acontecimientos de su vida, puesto que ya llevaba 3 meses viviendo en Fairbanks y muchas cosas habían pasado.

Una de esas cosas, era su encuentro con el lobo, el enorme animal que ahora era su amigo.

Compartía la mayor parte de su tiempo libre recorriendo el bosque en compañía del lobo.

A veces caminaba a su lado y en otras ocasiones tenía la dicha de montar su lomo, disfrutando del paseo, sujetándose de su cálido pelaje negro.

Pelaje suave tan oscuro como la noche, que era iluminado por los tenues rayos de sol que llegaban a él, a la luz del día.

Era un animal majestuoso.

Sus ojos verdes eran expresivos y tan familiares, que estaba seguro de haberlos visto antes, más no recordaba donde o en quien.

Confiaba en él, por lo que se le facilitaba hablarle sobre lo que le gustaba, como también de sus miedos, recuerdos del pasado y más de un pensamiento angustiante que ocasionaba un episodio de llanto.

El lobo era su amigo y se sentía libre en el bosque, perdiendo todo temor a ser una carga para el resto, donde las palabras se atoraban en su garganta, por que si gritaba su dolor, ellos se alejaban.

Pero el lobo estaba ahí. Sus ojos le otorgaban una mirada que reflejaban una amabilidad que solía desconocer.

Una sensación de ser reconfortado.

Sentimiento que lo hacía sonreír cuando las lágrimas se acumulaban como dos pozas de agua en sus ojos color miel.

Y si bien podía hablar con él, su voz estaba la mayor parte del tiempo ausente, solo se dedicaba a observarlo, como también acortaba la distancia para que lo acariciara o le permitía acurrucarse en su pelaje.

El bosque se sentía como un lugar seguro.

Queriendo permanecer la mayor parte del tiempo ahí, recorriendo el paisaje y maravillándose con las distintas especies de animales que lo habitaban.

El chico y su lobo | TojiItaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora