Capítulo 2

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Yoongi condujo durante todo el camino con una sola idea en la mente: venganza. Jimin iba en el asiento del copiloto, estaba perdido en sus pensamientos y miraba seguido la pulsera dorada que adornaba una de sus muñecas. El pálido había insistido en que la usara esa noche, luego podía hacer lo que quisiera con ella.

El bailarín se quedó observándolo un largo rato. Era un hombre delgado, aunque tenía una espalda ancha, no era más alto que él, tenía el cabello rubio ligeramente largo y le caía sobre sobre los ojos. Tenía una mirada bastante intimidante, aunque en estos momentos producía más lástima que otra cosa, pues sus ojos estaban irritados e hinchados. Era evidente que había llorado por un buen rato. A pesar de su estado, Jimin lo considero guapo; bastante, a decir verdad.

Lo último en lo que se fijó fue en sus manos. Agarraban el volante con fuerza, lo que hacía que se le marcaran las venas. Eran grandes y blancas, con las puntas de los dedos rojizas. Además, estaban perfectamente cuidadas. El pelirosa no pudo evitar imaginárselas alrededor del cuello, de su miembro o dándole nalgadas. Esta imagen le provocó un calambre en la entrepierna e inconscientemente se mordió el labio.

—¿En qué piensas? —preguntó Yoongi, sacándolo de sus pensamientos.

—En que tal vez no debí aceptar tu oferta. Es extraño que alguien ofrezca tanto dinero de repente y solo por una noche. No eres un asesino en serie, ¿verdad?

Ese último comentario le saco una risa, una que a Jimin le gustó más de lo que debería.

—Podría resolver todas tus preguntas diciéndote quien soy, pero la verdad es que prefiero que no lo sepas aún. Supongo que tendrás que confiar en mí.

—¿Siquiera puedo saber tu nombre? —prenguntó el pelirosa.

El pálido lo pensó por un momento, solo las personas en quienes más confiaba conocían su nombre real, pero no quería que Jimin lo conociera por su papel de mafioso. Quería que lo viera a él, solo a él.

—Yoongi —respondió finalmente.

—Bien, Yoongi, espero no arrepentirme de confiar en ti.

—Yo espero lo mismo, Kitty —habló el rubio mirando brevemente a su acompañante.

Cuando llegaron a la casa, Jimin quedó impresionado. Era una mansión enorme, con guardias cada dos metros y luces cálidas que iluminaban la casa incluso hasta el jardín. La fachada era blanca, con enormes vigas al estilo griego que sostenían el techo; también habían grandes balcones, decorados por plantas, flores y enredaderas.

El bailarín siempre había querido un lugar así para vivir, pero las deudas apenas le permitían habitar un modesto apartamento que compartía con su hermano menor. Esa era la razón por la cual estaba allí, porque el dinero que le ofrecía Yoongi era suficiente como para pagar la mitad de lo que debía.

Cuando entraron al lugar, Jimin se dio cuenta de que estaba en medio de una situación complicada, pues los guardias estaban casi igual de tensos que el ambiente. Observaban a su jefe  con una mezcla de lástima y miedo.

El rubio lo condujo por los pasillos y escaleras hasta llegar a una parte de la casa que estaba mucho más vacía.

—¿Dónde están? —preguntó Yoongi a un hombre alto, moreno y musculoso, que lo esperaba junto a la puerta.

—Están atados en la habitación de invitados.

—¿Ambos?

Él asintió y el jefe siguió el camino junto al pelirrosa.

—Hay algo que tengo que decirte antes de entrar ahí. Quiero que sepas que eres libre de irte si no quieres hacerlo, igual vas a obtener el dinero que te prometí.

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