Capítulo 3

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A la mañana siguiente, a eso de las ocho, toda la mansión estaba iluminada por una suave luz y las cortinas se balanceaban por el viento de la madrugada.

Lo primero que sintió Jimin al despertarse fue el brazo de Yoongi alrededor de su cintura y su respiración en la nuca. Sonrió y se giró para verlo. Sus rosados labios hacían un puchero tierno, sus largas pestañas negras acariciaban sus mejillas y la luz que entraba por la ventana le daba a su piel un tono más onírico.

El pelirosa no entendía porqué el pálido se aferraba tanto a él. Tal vez necesitaba apoyarse en alguien para poder superar la situación que le había generado tanto dolor o tal vez necesitaba reemplazar a su esposo y pretender que todo estaba bien. Pero su confusión empeoraba cuando se fijaba en sus propios sentimientos, porque sí, a pesar de que lo conocía hace solo un día, tenía un extraño sentimiento en el pecho, uno que revoloteaba cada que Yoongi lo tocaba o le hablaba lindo, como lo había hecho la noche anterior. Jimin había querido justificar esa extraña situación con la excusa de sus daddy issues y de que era lindo sentir que alguien lo estaba cuidando y protegiendo, pero ciertos pensamientos intrusivos insistían en decirle que era algo más.

Al final se dio por vencido e intentó alejar todo tipo de dilemas de su cabeza. Si sentía o no más que atracción por Yoongi era un problema que se iba a resolver con el tiempo, tal vez en unas semanas, cuando dejaran de verse, sus sentimientos desaparecerían.

—Me voy a volver viejo si sigues mirándome tanto —la voz ronca de Yoongi lo hizo volver al presente.

—Estoy seguro de que incluso viejo te verías así de guapo —respondió mientras le quitaba algunos mechones rubios de su rostro.

El mafioso puso una gran sonrisa y se acercó para dejar un largo beso sobre los labios de Jimin.

—¿Cómo amaneciste, Kitty?

—Adolorido pero satisfecho.

El bailarín recordó que no le había dicho su nombre real al pálido, creyó que debía decírselo, aunque tal vez después, porque los besos del mayor se estaban volviendo cada vez más profundos y había perdido su capacidad de pensar con claridad.

Las sábanas se enredaron alrededor de sus cuerpos y el sudor empezó a perlar sus pieles, los gemidos llenaron la habitación y el placer estalló en cada una de sus terminaciones nerviosas. Volvieron a tener sexo, pero esta vez sin obligaciones, sin un trato que los obligara a ello, sin nadie que los viera.

Luego fueron al baño, Yoongi llenó la bañera y ayudó a Jimin a entrar. Este se acomodó entre las piernas del pálido y recostó la cabeza en su pecho.

—Gracias por haberte quedado —dijo Yoongi mientras olía y besaba el cabello del pelirosa.

—No tienes que agradecer, lo hago porque quiero hacerlo.

Yoongi sonrió y se acercó a su oído.

—Igualmente, gracias, Kitty.

El bailarín soltó un largo suspiro antes de hablar.

—Jimin.

—¿Qué? —preguntó el rubio confundido.

—Mi nombre real es Jimin.

El mafioso volvió a sonreír en grande y le dio un beso en la mejilla.

—Gracias por decirme. Creo que también tengo algo que contarte —le dijo mientras acariciaba su cabello—. Tengo cierta organización que no hace  cosas muy legales. Soy el jefe. En mi mundo me llaman... Agust D.

Hubo un silencio largo. Yoongi tuvo miedo de que el chico se arrepintiera de todo lo que había pasado y lo abandonará, corriera a los brazos de otro, tal como lo había hecho Seung Bae.

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