Capítulo 7. Cuentas pendientes

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Sabía quién era. Lo supo desde que escuchó los gritos desesperados de los guardas, que, completamente sobrepasados, no podían detenerla. Se concentró en sentir su ki en el mismo instante que oyó el primer ruido. No sabía bien qué hacía ahí, pero sí que estaba bastante enfadada y desilusionada.

Se miró los pies mojados y la capa de agua que cubría el suelo. Genial, si ese sitio de por sí ya era horrible, ahora también tendría que lidiar con aquella pequeña inundación.

La vio a lo lejos, entre las sobras, pero llevaba prisa, así que pronto se apareció ante él con mirada decidida. Era increíble lo que había cambiado desde que la reclutó en su orden.

Noelle siempre había tenido un inmenso potencial y él lo sabía desde la primera vez que la vio. Por ese entonces, no lograba entender por qué su hermano mayor quería mantenerla apartada de su orden. Había oído algunos rumores, pero no sabía nada de forma concreta. Se suponía que ella no era digna de pertenecer a las Águilas Plateadas, así que Yami tomó una decisión: sería una más de los Toros Negros.

Después de todo, cumplía con todos los requisitos necesarios para serlo. En su familia parecían no quererla cerca y él no iba a permitir que tanto poder, tanto futuro, que la hija de Acier Silva fuera desperdiciada y relegada a simplemente ser una noble que toma el té, se casa y tiene hijos.

Recordaba perfectamente su primer encuentro. Fue terriblemente incómodo porque ella presentaba una actitud soberbia que con el tiempo descubrió que era simplemente una máscara para que nadie más le hiciera daño.

Sin embargo, pronto, la máscara cayó. Noelle, que llegó a la orden sin siquiera poder controlar adecuadamente sus inmensos poderes, terminó siendo una de las guerreras más destacables del Reino del Trébol y una de las compañeras más queridas en la orden de los Toros Negros.

Yami lo había visto todo un poco desde la distancia, solo haciendo las intervenciones que consideraba oportunas para que pudiera tropezar, pero también ser capaz de levantarse. Se sentía un poco como su padre —aunque nunca lo reconocería en voz alta—, así que ver su progresión a lo largo de los años había hecho que se sintiera muy orgulloso de ella.

Noelle había hecho su vida, tenía dos hijos, era la esposa del Rey Mago actual y uno de los grandes y principales apoyos dentro de los caballeros mágicos.

Pero también sabía que era alguien impulsiva y que siempre actuaba según su corazón dictaminara, así que no podía decir que no se esperaba que estuviera allí. Probablemente, en otros tiempos, más de uno de los integrantes de la orden que él capitaneaba estaría allí, pero el tiempo había volado, los años habían pasado y prácticamente todos habían formado familias y habían madurado. Actuar con el arrojo y la irracionalidad del pasado ya no tenía sentido.

La menor de los Silva se aproximó a la celda y se preparó para lanzar un ataque que la desmoronara, pero se detuvo al ver la sonrisa afable de su capitán.

—¿Qué estás haciendo aquí, mocosa?

—Nadie actúa, así que lo haré yo. Échate hacia atrás para que pueda abrir.

Yami, al contrario de lo que Noelle le había dicho, se acercó más a las rejas, haciendo que ella frunciera el ceño con molestia.

—Noelle, vete de aquí antes de que te vea alguien más.

—¡No! —gritó con rabia. Las lágrimas empezaron a acumularse con furia en sus ojos y el mentón le tembló—. Todavía... todavía recuerdo cuando fuimos a rescatarte al Reino de la Pica. No nos importó absolutamente nada. Solo supimos que teníamos que ir y lo hicimos. ¿Por qué ahora no?

—Porque el tiempo ha pasado y habéis aprendido a pensar —argumentó Yami mientras sonreía, con gesto sereno—. Eres la esposa del Rey Mago y, lo más importante: tienes dos hijos. ¿No te importan?

Presunción de inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora