Capítulo 9. Horizonte

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«Y nunca te equivocaste,

más que una vez, una noche

que te encaprichó una sombra

—la única que te ha gustado—.

Una sombra parecía.

Y la quisiste abrazar.

Y era yo.»

La voz a ti debida, Pedro Salinas.

El sol apenas rayaba el horizonte y ahí estaba él, apoyado sobre la barandilla de la terraza del segundo piso con sus antebrazos

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El sol apenas rayaba el horizonte y ahí estaba él, apoyado sobre la barandilla de la terraza del segundo piso con sus antebrazos. Hacía algo de frío, pero el clima lo ayudaba a pensar, aunque, a pesar de llevar algunos días haciéndolo, no hallaba solución alguna.

La situación con Grey era nefasta. No hablaban apenas, habían dejado de dormir juntos y Gael ya se estaba dando cuenta de su crisis, que era la más fuerte que habían atravesado jamás y, de hecho, la única que había hecho que dudase de la continuidad de su matrimonio.

Se frotó la cara con hastío, intentando buscar culpables. Lo había hecho durante días, porque echarle la culpa a Finral de la situación en un principio le pareció lo más lógico, pero se había dado cuenta de que simplemente había sido lo más fácil.

Su carácter era muy difícil. Todo el que estaba a su alrededor lo sabía desde siempre y él había asumido que simplemente lo soportaban porque lo querían. Grey fue la primera que hizo que eso cambiara. Cuando estaba a su lado, quería ser una persona mejor, así que su personalidad fue reblandeciéndose con el paso de los años.

Tenían un matrimonio sólido y hermoso. Todavía podía recordar el día en el que ella le pidió que se casaran. Nunca lo olvidaría porque nunca lo imaginó. Grey, con su cara completamente sonrojada y al borde del colapso, le dijo que quería que compartieran su vida entera juntos y le mostró unos anillos que había comprado.

Fueron felices durante muchos años. Tuvieron a Gael en circunstancias difíciles, porque Grey estuvo al borde de la muerte, y después a Margaret, aun con el engaño de Gauche, que nunca fue capaz de decirle a su mujer cómo se sentía con respecto a volver a ser padre.

Con el tiempo, ese fue su mayor arrepentimiento. Siempre lo pensaba, pero nunca podía hablarlo con nadie, así que una noche se lo confesó a Finral, que era la única persona que lo sabía.

Aun así, no podía culparlo de nada. Había tenido una actitud increíblemente injusta con él, y el mago espacial solo se había defendido usando armas certeras y dolorosas, pero no menos de las que él había utilizado en sus ataques. Podría decirse que estaba nervioso, agitado y al borde de un precipicio lleno de angustia por el estado de Yami, pero no servía de excusa.

El único y verdadero culpable de su situación era él mismo. Si su matrimonio estaba en un punto de no retorno y al borde del colapso, se debía solo a su responsabilidad.

Presunción de inocenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora