5

139 23 2
                                    

Por inercia retrocede un pie mas no mueve todo lo demás. Como si su cerebro parase y todos los mecanismos que ordena han dejado de funcionar. Inmóvil sin saber cómo retirarse, observa. Es como tener parálisis del sueño solo que: despierto y el demonio sí puede matarte.

El asesino se pone de pie. Cada pisada a los laterales del cadáver..., aún debe estar tibio si es reciente. Pasa su otra pierna por encima del muerto hasta depositarla al lado de la otra, entonces camina hacia Krist. A paso rápido.

El gigoló voltea para correr pero el hombre agarra uno de sus hombros y lo estampa contra una pared. —¡Por favor...! — Llora suplicante mientras muestra ambas manos en rendición. Todo de su rostro arrugado. —No me haga daño, por favor, no me lastime... No vi nada. No vi, — Se atraganta con sus propios lamentos. —no vi nada... — Únicamente puede repetir eso aunque cada vez más entrecortado. Sin fuerzas a decirlo más fuerte. Chilla arrepentido de entrar a este sitio y solo sigue llorando. Sus mejillas se empapan hasta las orejas. Todas las lágrimas rodando hasta caer del mentón al abismo.

Por estar llorando no puede mirar bien al asesino. Quién sea que sea lo retiene por varios segundos. Intimidando al gigoló y pensando si matarlo o no. Si valía la pena sacrificar esta vida también.
Krist se mantiene con la mirada desviada. No quiere mirar al asesino por nada ni tampoco quiere arriesgar su vida con intentar defenderse.

Por suerte, se escucha la sirena de una patrulla policial venir. El hombre suelta al gigoló para salir corriendo antes de que le sea tarde. Krist permanece contra la pared, sin moverse ni un ápice. Temblando de cabeza a pies.

La patrulla llega. Estacionándose frente al sitio, de ella se bajan Singto junto a Tap.

—Tú revisa si el asesino fue más lejos. — Singto ordena a Tap. Este da un fuerte asentir y sigue el camino recto a paso rápido, pistola sujetada al costado (apuntando abajo). El bronceado entra al callejón primero viendo el cadáver. Pensando ir hacia él. Pero escucha unos sollozos a su izquierda. Voltea alarmado, apuntando la pistola y ve al chico rubio. El mismo que vio en el mercado. Otra vez llorando.

Consterna el entrecejo. Sus ojos entran en razón. Recordando que este es el chico que le ha estado carcomiendo la cabeza.

—No me mates, por favor... — Lo escucha repetir, sufrido. Cada vez su tono de voz reduciéndose.

—Oye, tranquilo, — Singto baja el arma para tocarle un hombro. —está bien, ya se fue. Estás a salvo ahora.

Krist desfallece a sus rodillas con un suspiro. El oficial, agarrado a su hombro, se tira de rodillas casi al unísono con él. Sin perderlo de vista.

—Tenía mucho miedo..., ese hombre... Asesinó a la persona de allá y me, me retuvo contra la pared... — Recuenta todo, tembloroso.

—Ey, ey, chico, ¿cuál es tu nombre?

Se miran a los ojos. Krist finalmente poniéndole atención. —Mi nombre es Krist.

—Bien, Krist, necesito que guardes esa información para cuando lleguemos a la comisaría ¿está bien?

—E--Está bien.

Tap ingresa el callejón, deteniéndose al lado de Singto todo agitado. Mira a su superior centrado en darle las nuevas: —Singto-hyung, no lo vi por ningún lado. Nuestro objetivo ha escapado. — A lo que su superior suspira rendido. Tap, en un parpadear, voltea hacia Krist.

—¿Quién es él?

—Un testigo. Tap, ayúdalo mientras yo llamo a la Comisaria y reviso el cuerpo. Uno de los vecinos en esta área llamó por los gritos. — Informa conciso, frío como el hielo. Va a pararse cuando Krist agarra fuerte la manguilla en su muñeca. Singto, a medias de pararse, regresa a su posición de cuclillas y mira consternado al gigoló. No lo quiere soltar. Tiene tanto miedo que no lo quiere soltar, y a pesar de que es un adulto parece un niño encariñado de una figura mayor por palabras suaves.

𝐎𝐣𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐔𝐧 𝐆𝐢𝐠𝐨𝐥𝐨́• SingtoKristDonde viven las historias. Descúbrelo ahora