La nieve que cubre la herida

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"La brevedad es el alma del ingenio"

William Shakespeare

Llevábamos ya varios días en carretera, ya me estaba acostumbrando a Margaret, y Maya se sentía cómoda en su presencia. La comida era suficiente para todos. Ya se sentían los vientos fríos provenientes del norte. En el camino nos encontramos a dos personas de raro aspecto, moviéndose apresuradas y algo ariscas, pensé en de dejarlas seguir su camino, pero Maggie dijo:
— Pobres, ¿por qué no los ayudamos?
— Mmmh— Pensé dos segundos, mirando alrededor y entre los árboles— Está bien. ¡Conductor, por favor deténgase! — El transporte detuvo su marcha y me dirijí a los transeúntes— ¿Los podemos llevar?
Uno de los caminantes se baja la capucha, mostrando el rostro de una mujer, quién habló:
— Por favor, llevennos lejos de aquí, a dónde sea que vallan, no importa.
Ví entre sus trapos un collar único del clérigo de la zona y ante su nerviosa respuesta, asentí con la cabeza. El dúo subió a la carreta techada, aliviada por la sensación de calor en su interior, mi pareja les sirvió agua y les dió de comer de lo que se había preparado.
—Disculpen nuestros malos modales, llevábamos días caminando bajo la nevada, mi nombre es Andrea Mary, soy... bueno era sacerdotisa de un poblado no muy lejano. Mi amiga es Stephanie, es... era cazadora en el pueblo donde vivíamos—Dijo una de ellas.
—Mucho gusto, yo me llamo Margaret, soy de un pueblo bastante lejano de aquí, vengo en compañía de aquel gruñón de ahí. Él es Eiden, mi... nada, él es un luchador de un clan importante, no habla demasiado sobre eso, salvó mi vida de unos matones dos veces, y esa pequeña criatura es Maya, es una cachorrita muy traviesa— Termina con un toque un tanto ñoño.
Puesto que Maggie ya nos había presentado, me veía en la obligación de decir algo;
—¿Por qué un par de mujeres se pasa varios días caminando sobre la nieve?
—Es una larga historia, no vale la pena contarla—Menciona la otra dama, Stephanie, que hasta ahora no había hablado.
Entonces, respetando el espacio de ellas, no decidí hacer ninguna otra pregunta que me haga parecer un entrometido, simplemente respondí a su reacción con un «¡Oh! Entiendo». El resto del camino fue algo incómodo, al menos para mí; mi pareja se pasó la tarde conversando con las muchachas que nos acompañaban, mientras Stephanie, la más callada de las dos, acariciaba a mi perra como si se conociesen de toda la vida.
A mañana siguiente, pasamos por un lugar que por lo familiar que me parecía, me resultaba extremadamente escalofriante, a juzgar por el montón de cadáveres en el suelo, las manchas de sangre por todos lados y las cenizas de lo que fue una batalla, y al parecer una muy violenta. El conductor ralentizó el paso, para andar con más seguridad y como algo repentino, Andrea se bajó del carruaje corriendo hacia uno de los cadáveres. Paramos la carreta y corrimos a ver qué pasaba, ella había encontrado un vivo de entre los muertos. Justo antes de que llegáramos hasta ella, lanzó una especie de hechizo, pero fue algo que no había visto nunca (Y eso que soy hermano del Archimago de la región), su magia desprendía una luz angelical. Tras la desaparición de la luz ocurrieron dos sucesos simultáneos, el despertar del mugriento guerrero, y el desmayo de la chica. Llegamos y ante nuestra presencia y los cadáveres de alrededor, el hombre adoptó una postura de guardia sacando un par de sables que miden enormes y gritó:
—¿Quiénes son ustedes?
—Somos unos viajeros, nuestra amiga, que desplomada a tu lado te salvó la vida...—Expliqué la situación al guerrero que no nos quitaba ojo. Al terminar de explicarle, observó a la chica en el suelo, guardó sus armas y la cargó con total suavidad, al final el hombre no era tan terco como lo parecía. Stephanie habló conmigo directamente:
—Por favor, déjelo ir con nosotros, míralo también parece necesitar nuestra ayuda, además no podemos dejarlo solo en estas condiciones.
Miré a mi amada, y ella asintió con una sonrisa discreta. Le hice una seña al nuevo refugiado para que viniera con nosotros. Montamos en la carreta y el hombre acurrucó a la chica en una lona en el suelo del vehículo. Maggie la trató poniéndole un paño con agua en la frente. Mientras, analizaba el aspecto del señor que nos acompañaba, vestía con una armadura pesada, y recubría su cabeza con la piel de un lobo. Había dejado todo su armamento bien envuelto  y recostado a él, tenía en su poder dos sables enormes y un escudo redondo, más grande y robusto que un broquel, pero más pequeño que uno en forma de gota. De su cuello, también colgaba un collar, y este también me parecía familiar, literalmente; recordé que en las reuniones familiares los invitados tenían colgantes con lobos tallados, iguales a los que poseía el hombre. Entonces abrí mi boca y empecé mi interrogatorio:
— Entonces, ¿Que te sucedió?
— No lo sé. Viajaba con mis compañeros hacia un lugar entre las montañas, éramos cuatro, entonces nos asaltaron. Tenían vestimentas rojas, como si fueran del ejército Imperial.
— Pero, solo habían tres personas sin traje rojo en aquel lugar, y una de esas eras tú— Le dije
— ¿Quieres decir que puede que haya sobrevivido alguien más además de mí?—Me preguntó asombrado
—No te puedo confirmar eso. Por cierto, hablaste de un lugar en las montañas, ¿me puedes contar más?
—No creo que poder decirte todo sobre aquél lugar, solo he de decirte que es una especie de cuartel dónde los hijos de una familia son entrenados—Me respondió pausadamente, cuidando sus palabras.
Me acerqué a su oído y le dije:
—¿Y si te dijera que se a dónde vas?¿o si te dijera que en realidad nos dirigimos hacia allí? Señor Wolf.
Me senté y él no dijo una palabra al respecto, solo me miró a los ojos en señal de aceptación. Con nuestra pequeña conversación, ya sabíamos mucho de nosotros, y eso nos llevó a ganarnos nuestra confianza mutuamente. Andrea comenzó a toser, parecía que estaba volviendo en sí. Nos levantamos a intentar ayudar en lo que podríamos, pero estaban ya Margaret y Stephanie junto a ella, con las labores de enfermería.
— ¿Por qué no nos sentamos un rato mientras ellas auxilian a la chica? El camino todavía es largo y necesitamos todas nuestras fuerzas para cuando lleguemos. Por cierto, llámame Carl— Me dijo el joven guerrero poniendo la mano sobre mi hombro.
—Seguro... Primo— Respondí.
—Sabes nunca había visto a uno de los nuestros así como tú — Él me había criticado de una forma extraña, por tanto tuve que preguntar:
— ¿Cómo qué, como yo?
— Si, ya sabes... Generalmente los Wolf son paladines, hombres grandes y fuertes, con espadas largas y defensas gruesas. Aunque te pareces un poco a una mujer que venía conmigo, espero que halla sobrevivido. —Respondió a mi pregunta de forma sencilla.
—Mmmmh, no lo sé, pienso que el peso de tu espada no dice lo bueno que eres con ella. Al igual que una armadura impenetrable no siempre te salvará la vida, incluso a veces puede llegar a complicarte un poco...—Le aclaré mi opinión a Carl, nos pasamos el resto de la tarde charlando sobre nuestras familias, hasta que en la noche, tuvimos que montar un pequeño campamento.
Me acosté en una tienda junto a Maggie, a quien no le pude prestar mucha atención en todo el día. Me habló sobre las chicas que nos acompañan, me dijo sobre Stephanie, que aunque parecía callada tenía una honestidad transparente, me habló de que tanto Andrea cómo Stephanie habían escapado de la aldea donde vivían, no supo decirme por qué, pero había mencionado que había visto bajo la capucha de Stephanie unas orejas puntiagudas, como los elfos, los cuales se separaron de la humanidad hace mucho tiempo; probablemente realmente sea la razón del abuso, el racismo de los aldeanos provocó la huida de una de esta.
—Entonces, veo que de repente te llevas bien con el nuevo refugiado— Me dijo, ya bostezando.
—Si, en realidad formamos parte de la misma familia, y aunque no lo parezca vamos al mismo sitio, nos será de ayuda en el camino hasta la fortaleza—Le terminé de decir, acompañado de un beso de buenas noches.
Pasó la noche y algo de la mañana, ya estábamos de vuelta en la carreta, y en camino a la Escuela del Lobo. Me había sentado junto a Andrea, quién recién estaba despertando. Abrió los ojos algo confusa, miró a ambos lados e hizo un esfuerzo por levantar el torso. La ayudé a subir con mucho cuidado, me preguntó «¿Qué pasó» entonces, me dediqué a explicarle un resumen de lo sucedido. Carl, al notarlo se arrodilló frente a la chica agradeciendo su ayuda, sin su ayuda, ahora mismo estaría rodeado de buitres. El conductor avisó del avistamiento de las murallas de la fortaleza. Nos asomamos, y lo que mis asombrados ojos veían era más que un simple muro, veía mi destino, ellos me ayudarían a encontrar al traidor, o al menos enseñarme a como buscarlo.
Frente a la entrada, había un precipicio extremadamente profundo, la única forma de atravesarlo era por medio de un puente levadizo que se iba abriendo tras nuestra llegada. Adentro, nos esperaban un grupo de ancianos, eran cinco y de ellos solo conocía a uno. Ése uno era mi abuelo, quién dijo:
—Ya están aquí los que faltaban. Entren, tenemos comida, nuestras enfermeras se encargarán de esa chica—Nos guío hasta un comedor enorme, con decenas de mesas largas, probablemente quepan cientos de personas en este lugar. El lugar estaba lleno de guerreros extravagantes, quienes contaban sus hazañas en combate, gritando y agitando sus jarras de cerveza. Mi abuelo se sentó a mi lado, al otro lado estaban Maggie, Stephanie y Carl, y detrás mío, en el suelo, se sentó Maya. Mi abuelo me dijo:
— ¡Me alegra que hayas llegado! Pero ¿quiénes son ellos?
Le expliqué a mi abuelo sobre todo, de forma sencilla, no quería extenderme mucho charlando sobre eso, pero pregunté si era posible resguardar a mis acompañantes, le expliqué que cualquier cosa que ocurriera, yo me haría responsable de ellas.
— Deben ser muy importantes para tí si realmente me pides algo así— Pensó unos veinte segundos en un silencio abrumador—Está bien, pero dormirán en la misma habitación, estamos desbordados este año y no tenemos mucho espacio.
Suspiré un momento y respondí:
—Está bien, no es mucho pero al menos ya tienen un tejado donde dormir, gracias abuelo.
—Acompañenme, los llevaré a sus aposentos—Dijo mi abuelo, ésta vez a mi grupo completo.
Nos levantamos todos, y nos llevó a un pasillo ancho lleno de habitaciones, entre las puertas que abiertas estaban, se veía un par de literas y dos aparadores no muy espaciosos, a mí no me sorprendía, tenía mejores condiciones que en el ejército, pero a las chicas les asustó un poco, paramos frente a una puerta con el número 73 escrito. El viejo me dejó las llaves del lugar, dijo que nos acomodaramos, luego se dirigió a mi diciéndome que bajara más tarde, para que conociera a algunas personas.
Pasé trabajo para abrir la vieja cerradura. Al entrar, nos esperó lo mismo que en el resto de habitaciones, dos literas. Suficientes como para nosotros, incluso nos quedaría una cama vacía hasta que se recuperase Andrea. A Carl no lo ubicaron muy lejos de nosotros, su cuarto era el número 78. Dedicamos la próxima hora a desempacar nuestras posesiones, en el lugar ya había sábanas para todos. Ya acabábamos de recogerlo todo, y de organizar el Luis de tal manera que pareciera un hogar. De vez en cuando pasaban jóvenes de nuestra edad presentándose, sin saber sobre su raza, torpemente intentaban acercarse a Stephanie, quién los iba rechazando con elegancia uno por uno. Al parecer llevaban mucho tiempo aquí, y la presencia de sangre fresca los ha alterado un poco. Hubo uno medio ebrio que entró, que entre mareos y eructos, intentó comenzar a ligar con mi chica, solo saqué un pedazo de mi espada de su funda, el chico dió dos pasos atrás diciendo «Ya, ya, tranquilo... Que aguafiestas ¡Nos vemos después en los entrenamientos!».

Corazón RedentorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora