Por favor, vuelve...

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Cuando decidió mudarse a aquella casa desolada de sus abuelos fallecidos, Akemi no dudó en avisarle y traerse a Lucas.

Akemi en la gran mayoría de su vida, había sufrido rechazo, desde por sus padres hasta por sus amigos: sólo por su condición de ser diferente. Hasta que conoció a Lucas, en unos de sus viajes de visita a sus abuelos americanos. Y en él encontró su mundo.
Ambos eran una pareja algo estable, la pasaban demasiado bien y nunca se aburrían al lado del otro. No había problemas en convivir juntos.
Pero las discusiones, la frialdad, las diferencias y la desconfianza comenzaron a ahogarlos, a matarlos espantosamante que hasta habían veces donde Lucas sentía que no existía remedio para la relación.
Y eso era cierto, necesitaba irse.
Pero Akemi no puede vivir sin él. Akemi sólo necesitaba demostrarle que podía reparar aquella enferma relación. Lo podía hacer.
"Pero por favor, vuelve."




Aniversario Cuatro. Nueve de la mañana.

Akemi había decidido hacerle el desayuno favorito a su novio. Tan sólo hace un día habían discutido desagradablemente, pero Lucas se calló y la paz volvió a reinar en la gran casa, desde hacía mucho tiempo.
Se tomó su tiempo. Su novio amaba los desayunos típicos de su país asiático. Akemi estaba nervioso. No es como si fuera la primera vez que preparaba un desayuno con tanto amor. Recordó las veces que se quedó en casa de su ahora novio cuando viajaba para visitar a sus abuelos; siempre para una noche caliente, y al día siguiente obviamente tenía que mimarlo con desayunos japoneses y besos en la cama.
Tal vez ayer no hayan tenido sexo, ¡pero era su aniversario! Obviamente necesitaban festejar, por lo menos antes de que Akemi se fuera a su trabajo.

–¿Bebé?

La bandeja con la sabrosa comida fue depositada sobre el regazo de su novio, quien estaba sentado en la cama mientras lo observaba directamente a los ojos con esa mirada tan fría, que sólo él podría hacer.

Lucas era un chico demasiado lindo a quien Akemi conquistó con unas cuantas miradas piadosas. Lucas luego lo aceptó tal y como era. ¿Cómo no hacerlo? Lucas nunca fue capaz de dejarlo.
Sólo la última vez que discutieron.
Pero ya todo se había tranquilizado. Puede que Lucas tuviera ahora una mirada resentida y vacía, pero de todas formas, aún estaba junto a Akemi, y eso, era lo importante.

–Tengo que ir a trabajar –susurró Akemi, antes de dejar un dulce beso corto, sobre los labios del castaño de cabellos rizados–. Prometo estar mañana completamente para ti, ¿si?

Lucas no le responde, pero Akemi se siente satisfecho al no ser empujado cuando deja otro beso más sobre sus labios.
Esperaba que su lindo novio se comiera todo, necesitaba que lo hiciera, porque si no se sentiría demasiado dolido.
Pero lo que pasó cuando Akemi llegó a casa luego de un viaje exhausto desde una ciudad hasta la gran hacienda, fue que encontró la bandeja llena, intocable.
Pero Lucas estaba con él aún.

Al siguiente día Akemi se levantó con más ánimos aún. No importaba si lo estuviera ignorando, no importaba que no le devolviera sus besos, ni que fuera un témpano de hielo cuando lo acariciaba, porque por lo menos Lucas estaba poniendo de su parte para no abandonarlo. Lucas sabía muy bien que Akemi no era nadie sin él.

Akemi hoy decidió ver unas películas; bueno, sólo una, el tiempo era limitado; tenía que volver al trabajo.
Lucas no se negó su propuesta tampoco, así que eligió ver por enésima vez la película favorita de su novio.
Hace unos años, las tardes en el sillón eran demasiado frecuentes. Lucas carcajeaba, brillaba de satisfacción y alegría, se abrazaba al torso de Akemi y normalmente dejaba besos cortos en el cuello del azabache por la atmósfera cariñosa y linda entre ambos.

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⏰ Última actualización: Nov 12, 2022 ⏰

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