TOLERATE IT | DRACO MALFOY

𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐔𝐍𝐎 : Cuando termina el verano.

GENEVIEVE

El silencio se apoderaba de la gran habitación del fondo del pasillo en el castillo Badeaux. De hecho, el único sonido que se escuchaba a duras penas, eran pequeños sollozos, provenientes de una jovencita de dieciocho años acurrucada en su cama bajo las sábanas de seda. Genevieve Badeaux era la hija mayor de la familia, convirtiéndola en la princesa heredera, y era considerada inteligente y una de las jóvenes más bellas del mundo mágico de Francia. Sus castaños cabellos ondulados yacían en la almohada, mientras con sus delicadas manos frotaba sus ojos en un intento de parar las lágrimas que brotaban de sus grandes ojos color ámbar. Sabía que probablemente su felicidad terminaría en muy poco tiempo.
Las puertas de la habitación se abrieron de par en par, dejando entrar a las dos elfinas domésticas personales de Genevieve: Ninty y Minty.

— Señorita Badeaux, ya es hora de despertar. Su madre la espera abajo para el desayuno. — dijo una de ellas.

Abrieron las cortinas dejando entrar el Sol de la mañana en la habitación, y la princesa asomó su cabeza. Se levantó de la cama y se acercó al espejo. Se veía totalmente mal, había estado llorando toda la noche y su rostro estaba hinchado, además la luz del Sol la hacía sentir aún más cansada.

— Princesa, la modista envió este vestido para la ceremonia de esta noche. Su madre sugirió que después de desayunar se lo pruebe, antes de que comencemos el viaje.

La elfina apuntó a un vestido colgando de su armario, con detalles verdes y esmeraldas incrustadas. Ella asintió, y comenzó a preparase para el desayuno.
Al bajar las escaleras, su madre se encontraba sentada en una de las mesas del comedor del castillo junto a su hermana pequeña, Rosalie. La pequeña Rosalie era la debilidad de Genevieve, era físicamente casi igual a ella, aunque tenía el cabello rubio de su madre, y su personalidad era muchísimo más exaltada.

— Buen día a todos. — dijo al sentarse en una de las sillas junto a Rosalie.

— Buen día, querida. ¿Como te sientes hoy? — preguntó su madre.

Genevieve sabia que probablemente era una pregunta totalmente vacía. Sabia que sus padres no la odiaban, ni tampoco la despreciaban, pero ella siempre se sintió como un estorbo para los dos, era la niña que tenían que cuidar porque era la heredera de la familia. Había crecido callada y reservada, siempre cuidando de mantener las palabras justas para no molestar a su madre o a su padre, y esto había empeorado en la batalla de Hogwarts. Luego de los eventos traumáticos que tuvo que enfrentar durante estos tiempos, se le había dificultado hablar, y a veces tartamudeaba inconscientemente, lo cual molesto mucho a sus padres cuando se enteraron de esto. Así que últimamente había tratado de mantenerse lo más callada que podía, aunque no era una tarea tan difícil para ella.

— Bien, solo un poco cansada. — respondió.
— Está bien, luego de terminar tu desayuno toma un baño y asegúrate de probarte el vestido y ponértelo antes de irnos. Tu padre llegará enseguida para llevarse a Rosalie a la escuela, así que apresúrate si quieres despedirla.
— Claro, madre.

La pequeña Rosalie de trece años disfrutaba su desayuno y le regalaba pequeñas sonrisas a su hermana. Genevieve no podía imaginarse cuanto la extrañaría, más aún ahora que no pasaría sus tardes con ella, solo podría comunicarse a través de cartas en el mejor de los casos.
Las puertas principales del castillo se abrieron, y el Rey Arthur III del Mundo Mágico de Francia entró por ellas.

— Buen día a todos.— pronunció— Rosalie, el carruaje nos está esperando. Debemos irnos ahora mismo.

Rosalie comenzaría su segundo año en la escuela de Beauxbatons ese día, lo que le impediría estar presente en el viaje que realizaría su familia a Londres ese día.