𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐎𝐒: El camino al altar.

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DRACO
La semana antes de la boda había sido dura. No solo para Draco, sino que en toda la mansión Malfoy la tensión podía cortarse con un cuchillo. La familia Badeaux se había hospedado allí hasta el día de la boda, y Draco se encontraba intranquilo con Genevieve. La muchacha parecía huirle, cada vez que sus ojos se encontraban ella apartaba la mirada y no le había dicho ni una palabra desde que llegó. Esto tan solo hacía que Draco comprobara su teoría de que su futura esposa lo odiaba. Odiaba sentirse ignorado por ella, odiaba la forma en la que sus ojos escondían temor y tristeza cada vez que se cruzaban en la misma habitación. También pensó que de seguro la chica sentiría humillación por casarse con alguien con un nombre tan manchado como el de el. Un Malfoy, todo el mundo sabía lo que sus padres habían hecho, y aún con los esfuerzos de sus padres para que el mundo mágico logre perdonarlos, la culpa carcomía a Draco cada segundo de sus días. El mero pensamiento de que el podría haber hecho algo bien y ayudar a terminar con la guerra no lo dejaba dormir, era el creador de sus pesadillas nocturnas. Pasaba noches en vela intentando métodos para poder conciliar el sueño, y su rostro lucia cansado, con ojeras que lo hacían ver aún más pálido. A lo mejor su apariencia también espantaba a la princesa. 

Un día antes de la ceremonia, Draco entro a la biblioteca, donde Genevieve se encontraba en un rincón leyendo un libro, iluminada por la luz del Sol. El muchacho se había cansado de sus intentos para ser amigable, y sentirse ignorado sacaba su peor parte. Verla sentada apartada de todos le hizo pensar que a ella este matrimonio le importaba muy poco y le resultaba molesto.

— ¿Algún día te dignaras a hablarme? — soltó Draco.

Genevieve levantó la mirada de su libro y se sobresaltó al ver al chico. Aún peor.

— ¿Por que me miras así? ¿Acaso soy algo repugnante para ti?

La chica estaba atónita ante estas palabras. Draco solo la miraba a los ojos esperando una respuesta.

— Y-yo... No.

Draco se sentía disgustado. Veía como las mejillas de  Genevieve se volvían rojas, sus labios temblaban contra su voluntad y en sus ojos se veían lágrimas a punto de brotar. Hubo un silencio por un momento.

— Estoy nerviosa. N-no creo que seas repugnante. — Fueron las únicas palabras que la chica pudo articular.

— Entonces dime algo. No has hablado conmigo en todos estos días, yo también encuentro esto como un martirio, no creas que eres la única.

El chico ya no sabia que más decir. Se dio cuenta que sus palabras fueron un poco duras cuando Genevieve salió corriendo escondiendo sus sollozos. Se sintió aún peor saber que el había sido el causante de sus lágrimas. Se sentía desesperado, había interrumpido a la chica cuando estaba leyendo tranquilamente para soltar semejantes palabras que surgieron de un momento de ira. El concepto de amarla se sentía lejano, no podía permitirse querer a alguien que sabía que lastimaría. Sabia que si ella seguía ignorándolo su furia aumentaría, lo que causaría aún más lágrimas y aun mas dolor. Deseaba con todas sus fuerzas poder controlarse y ser un esposo normal para ella, ser alguien con el que ella pudiera contar.

Nada de eso sucedería. Estaba seguro de que ahora la chica no querría ni acercarse a él. Otra vez, Draco se probaba a sí mismo lo incompetente que podría llegar a ser.

GENEVIEVE

Ya era el día de la boda y Genevieve no dejaba de pensar en su encuentro con Draco. Se había humillado totalmente, y su futuro esposo le había dejado en claro que este matrimonio no llevaría a nada. Se sentía como una total imbecil que no sabía controlar sus sentimientos y mucho menos sus palabras. La noche anterior al viaje a la casa Malfoy su padre se había acercado a ella:

— Escúchame, se que no estás nada feliz. Pero sabes que esto lo hago por tu bien. Así que hazme el favor de olvidarte de ese maldito hábito que tienes cuando le hables a tu esposo. ¿Crees que le agradaría que su mujer no sepa formular una oración sin enredarse en sus propias palabras? Ya eres mayor, debes olvidarte de eso. 

Esas palabras resonaban en su cabeza esa noche y cuando Draco se acercó a ella. ¿Como podía hacerle eso? Era un hecho que Malfoy la consideraba una total inútil.

Su madre daba vueltas por la habitación dando órdenes a todas sus ayudantes. Quería que cada detalle esté perfecto, el vestido, el peinado, la recepción. Ese vestido era tan bonito en ella, pero no hacía una buena combinación con la expresión de incomodidad que tenía la chica.

— Hija, comenzará pronto. La mayoría de los invitados ya llegaron. — su madre se paró un momento a observarla. — Te ves muy bien, quita esa cara. Algún día verás el lado bueno.

Su hija tan solo asintió. Estaba resignada ante la idea del matrimonio, ya no había nada más que hacer.

— Recuerda que no queremos un divorcio. La gente diría cosas y disgustaría mucho a tu padre. Solo se paciente y obedece. Luego de la ceremonia debes hacer lo que tu esposo te diga, no lo hagas más difícil. — tomó aire y la miró — Bien, creo que llegó la hora de bajar.

DRACO

La espera por Genevieve se hacía infinita. Estaba parado en el altar, viendo a los invitados. Blaise, Pansy, Theodore, y un montón de gente que no conocía se encontraban sentados esperando a que empezara la ceremonia. De repente, silencio. Una música comenzó a sonar y las puertas se abrieron. Genevieve Badeaux entró en un largo vestido de bodas, pulcro y blanco.

"¿Debía compararla con un día de verano? Ella era aún más adorable y mejor templada"

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⏰ Última actualización: Nov 27, 2022 ⏰

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