Suena mi alarma con won't stand down de muse a todo volumen, despierto sobresaltada, si fuera propensa a un infarto seria meramente feliz pero no tengo esa dicha. Aparte de que dormí poco lo hice mal así que hoy escojo el camino del mal humor.
Demoro un par de minutos en destaparme y estirar mis piernas, son las seis de la mañana y debo de alistarme de prisa o no me rendirá el tiempo para todo lo que debo hacer hoy mismo.
Antes de siquiera pensar en echarme un riego, tomo el telefono y aviso a mi asistente Francisco que confirme todas las citas del día antes de las 8:00am, hoy me siento con el animo suficiente para la eficiencia.
Se que pareciere que lo exploto, pero el es tan obsesivo a su corta edad que eso fue lo que lo hizo el candidato perfecto para este trabajo, hay mucho potencial en su persona, solo hace falta pulirlo , darle la experiencia necesaria y arrojarlo al mundo laboral a que nade con tiburones.
La diferencia de edad es de seis años pero tiene estrategias maravillosas para maximizar el trabajo, y eso lo hace un elemento valioso para mi. A mis veintinueve años me considero una persona altamente experimentada, o por lo menos en el ámbito laboral.
Decido ir directo al baño a observarme detenidamente por cinco minutos en mi reflejo, y sigo como ayer, demacrada, marchita y con aún más ojeras, parezco drogadicta en recuperación que tiene recaídas cada semana.
Podría estar peor, hasta calva y con verrugas en la nariz, creo no me puedo quejar, posiblemente no soy lo que dirían -una belleza- pero posiblemente tengo mi encanto. Frecuentemente me cuestiono si realmente importa o no el arreglarme para ir a la oficina, siempre termino toda sudada, harta de las medias y con el delineador corrido como si de un mapache se tratase.
Sin darle más vueltas al asunto opto por beber una taza de café y un tercio de pan que abandone en la alacena hace dos días, no planeo tener hoy la pelea interna de -debes comer o terminaras en el hospital de nuevo- ya se los riesgos que conlleva el llevarme al limite.
Son cuarto para las siete y estoy lista para tomar el Metrobús y ser una sardina por 25 minutos o por lo menos hasta que llegue a la oficina.
A veces me gusta imaginar que no estoy aquí, que prevalezca inerte recostada sobre el verde pasto de Chapultepec, es gratificante pensar en ello, aunque sea solo una fantasía más de aquellas que me atosigan en el transporte público.
Llegó a tiempo pero con una mezcla de hastío y desgano en la mirada. Tengo fe en que todas las citas de hoy salgan de acuerdo al plan, no hay nada que me moleste más que el cambio de planes.
Nuncaa he sabido cómo lidiar con el fracaso y la desilusión, a decir verdad creo que mi ego no sabe cómo sobrellevar sanamente esa sensación de insuficiencia.
Pero basta de autocompasión, es momento de dar rienda suelta a un día más de quejas, bullicio y tratos extraños.
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El tiempo a tu lado
RomansaLa diferencia entre un minuto y una vida se define solo por el estado de plenitud en el cual nos situamos, nuestro sentimentalismo a flor de piel nos otorga una grata sensibilidad ante la cordialidad de aquel que amamos con devoción y por medio de e...