(Las gotas carmesí sobre el terciopelo negro del estuche recordaban a la espesa y caliente sangre que recorría en sus venas)Fausto el mayordomo anciano de Tony entró con cautela a la habitación de Ares, ignoró el desastre y camino hasta al armario en silencio para no despertar a la desmayada Ares que descansaba en el suelo, usando de almohadón el pelaje espeso y suave del lobo. Abrió las puertas parisinas y se adentró en el vestidor de Ares perfectamente ordenado, sobre un sillón de forma redonda y de color carmesí colocó el traje que habían escogido para que la castaña vistiera hoy en la noche. Este estaba cubierto por una bolsa negra, para así asegurar que no se dañaría y que Tártaro no lo usaría de manta para dormir. Cerró las puertas y luego se dispuso a mirar el desastre hecho por Ares hace tanto de una hora.
Salió de la habitación y volvió con productos de limpieza y dos mucamas, las más discretas que conocía. Limpiaron lo vidrios y porcelana rota con sumo cuidado y silencio de no molestar a la pequeña de los Grekko que yacía en el suelo, mientras el lobo los seguía confundido con la mirada. Sacaron la mesa rota, limpiaron como pudieron la pared, sin embargo esta permaneció con el color rojizo y algo marrón de las bebidas derramadas sobre él. Al cabo de una hora, ya a las doce del mediodía, habían terminado casi por completo con la limpieza del cuarto si no fuera por la ventana rota o por la pared manchada no habría rastros del pequeño desastre de Ares.
Fausto miró la habitación por última vez y luego le indico a las mucamas que se fueran, estas se marcharon llevándose consigo los productos y herramientas con los que habían dejado el cuarto casi impecable y cerrando la puerta tras ellas. Fausto miró a Tártaro y le hizo una inclinación de cabeza, que el lobo entrenado entendía como un "Vamos, despiértala". El lobo primero empujó la cara de Ares con su hocico, al ver que esta no despertaba, la lamio empapando toda la cara de Ares con su saliva, sin embargo ella no despertó así que el perro, muy a su pesar soltó un ladrido, el cual provoco que Ares se levantara de golpe alertada con el corazón acelerado gracias al susto.
— ¡Dios que puto susto! —exclamó llevando una mano a su pecho.
Tártaro por su lado soltó otro ladrido y le empapo la cara nuevamente de saliva mientras movía la cola enérgicamente y se ponía de pie para luego saltar y dar vueltas de emoción. No se había permitido emocionarse ante la llegada de su amada compañera. Ares por su lado estaba sumamente cansada, y tenía un dolor de cabeza que la hacía sentirse como la mierda, a pesar de eso, estiró los brazos y acaricio el cuello y la cabeza de Tártaro con anhelo y cariño.
Fausto se aclaró la garganta y Ares dirigió su mirada hacia el —Señorita Ares, si me disculpa, no creo que dormir sucia y sobre un lobo sea lo más cómodo que pueda hacer.
Ares se levantó del suelo, tambaleó un poco y luego se incorporó sonado su espalda y por consiguiente su cuello.
—Iré a bañarme —anunció y se dio la vuelta.
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La Caída del Olimpo
Teen FictionDuologia La Caida de los Dioses (Primer libro) Un linaje que marca como una herida a cada miembro de la familia. Un apellido grande antiguo y poderoso que se jactan de ser dioses, una mentira que a ellos mismo los a consumido. Una organización con c...