Valyrian traditions [En Edición]

6. | Calle de la Seda

Lucerys miraba todo, con curiosidad, contrario a lo que creyó, no todo era explícito, había cortinas y algunos cuartos, que garantizaban una mayor privacidad, lo cual era un beneficio, no cree que todos quieran hacer información como esta de dominio público. Ellos eran un perfecto ejemplo.

Sin embargo, si llegó a notar, que como muchos no deseaban que se sepa que estaban allí, muchas de las mujeres no deseaban estar allí. Podía verlo en su mirada, algunas eran atrevidas y parecían más cómodas con lo que hacían, sin embargo otras...otras tristemente tenían que ganarse la vida, este era el destino de algunas mujeres que se quedaban huérfanas a temprana edad, o que preferían escapar de sus casas, o que sus padres vendían para tener que comer. Esta era la realidad para ellas, el único trabajo donde relativamente están seguras, allá afuera cualquier idiota podía aprovecharse de ellas, aquí al menos les pagan. Es triste, que mujeres realmente hermosas, y probablemente inteligentes, que tenían que soportar a tantos idiotas. Lucerys las admira, él nunca tendrá que pasar por las cosas que ellas, la valentía con la que sobreviven es admirable.

Aegon llega, casi saltando de felicidad, viene acompañado por una mujer, es mayor que él, tal vez incluso mayor que Aegon, es bonita, cabello rubio y ojos pardos, trata de no fijarse mucho más allá, no se siente cómodo. Ella no tiene el mismo respeto, pero que más da, es su trabajo, seducir con gestos y miradas, así no les guste lo que ven.

—Ella será nuestra guía —anuncia Aegon, y Lucerys esta confundido —, tenemos que mirar más allá, hay una función privada. —ahora empieza a pensar, que tal vez, esto pueda salir mal.

Adentrándose más encontraron lo que Aegon llamó "la verdadera acción" y deba darle la razón, el segundo piso, está lleno de mujeres desnudas, abajo al menos llevaban algunas prendas. Mientras más entraban, todo se hacía más explícito, comenzaba a ver que las imágenes en los tapices, no eran una exageración.

Lo curioso de todo esto, es que no sentía ningún tipo de placer, su cuerpo no estaba reaccionando a nada de lo que veía. Sentía curiosidad, está era una parte que Lucerys nunca había explorado más que en libros y ellos eran muy vagos acerca de todo. Intentó imaginar que era él, pero solo logró sentir asco, no podía imaginar a una extraña tocando su cuerpo de la forma en la que estos hombres parecían disfrutar, o a un joven haciendo eso con él. ¿Tal vez haya algo mal con él? Muchos parecen disfrutar solo mirando, probablemente solo sea él, aunque Aegon tampoco parece muy entusiasmado por mirar.

—Mira —dijo su tío, impidiendo que siga pensando —. Le pagué a ella —detrás de la rubia, apareció una joven de cabello negro y lacio, con piel aceitunada y ojos verdes —,para que te enseñe que hacer —Lucerys debe haberse aterrorizado, porque Aegon de inmediato trato de calmar todo —, no te preocupes estaré contigo, no es que valore mucho mi vida pero si la de ellas. —bromeó, pero Lucerys sabe que hay algo de verdad allí.

Avanzaron, hasta llegar a una parte donde solo había puertas, una de ellas fue abierta, era un lugar tranquilo, un cuarto. Todos se sentaron en la cama, Aegon tomo una copa de vino y se acostó, dejando a Lucerys y a la joven, sentado al borde.

—¿Qué deseas que le enseñe? —preguntó ella, acercándose a Lucerys tomando sus manos y examinando su rostro.

—Todo lo que sabes. —declaró Aegon.

Lucerys contuvo la respiración cuando ella sonrió. —¿Puedo? —le preguntó y tuvo que asentir sin estar seguro.

—No pongas tus labios o manos sobre él. —advirtió Aegon, y ella aunque algo enojada asintió, eso lo hizo respirar más tranquilo.

—¿Así que me has traído un príncipe? —se burló ella —. Debí suponer, no encuentras algo tan hermoso en un sirviente, puedo ver la belleza mística de la que todos hablan en él, no le hace falta los ojos violetas o el cabello.