2. | Una Cena y confesiones incómodas.

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El viaje en barco, desde Dragonstone hasta King's landing, se le hizo eterno y aburrido; aunque, cada vez se mareaba menos, y eso era algo bueno. Según su abuelo, un buen marinero disfrutaba del mar, y la verdad, es que el amaba verlo y volar sobre este con su dragón, pero los barcos eran una cosa diferente.

—¿Necesitas que te ayude? —Lucerys niega, poniéndose de pie, y saliendo a la cubierta, para comenzar el camino hacia el castillo, junto a su hermano.

—¿Crees que todo estará bien? —Jacaerys lo mira confuso —. Tengo un presentimiento, creo que algo pasará.

—Todo estará bien. —afirma Jace, y lo guía hacia afuera.

El viaje dentro del carruaje, no fue mucho mejor. También era pesado, las calles eran ruidosas, la gente gritando y corriendo, no  dejaban ver mucho de la ciudad, y a él sinceramente no le interesaba mucho, pero a Jace, si. Su hermano decía que, un rey no era nada, sin su pueblo. Lucerys atribuye todo eso, a la preparación que tenía para algún dia, asumir el cargo.

Se iban acercando cada vez más, el carruaje se había sumido en un completo silencio. A su madre no le hacía ninguna gracia, tener que regresar, para resolver un asunto como este, que era, con toda seguridad para indignarse.

Cuando el carruaje se detuvo, la puerta fue abierta y su madre salió, seguida de su padrastro, él bajó después de su hermano. Y ayudó a Rhaena, antes de levantar la mirada, para observar el castillo. Estar aquí, luego de muchos años, todo era tan diferente y cambiado, sinceramente no parecía un lugar donde los Targaryen regían, parecía más...

—Esto, bien podría ser el Septo Estrellado y no habría notado la diferencia —murmuró Daemon, con una mueca de disgusto, mal disimulada. —. No podían hacerlo más feo.—King's landing, era muy diferente a como lo recordaba, y no va empezar a hablar, de la abismal brecha, entre la Fortaleza roja y Dragonstone.

—Esa maldita —murmura su padrastro, su madre tiene que tomar su brazo, para evitar que alguien lo escuche. —. Se hace llamar reina, pero no respeta nuestras tradiciones —justifica, su madre solo sonríe, mientras avanzan —. No puedo creer que mi hermano haya permitido tal atrocidad. —cada intento de su madre, por calmar a Daemon, parecen en vano.

—Vayan a sus aposentos —indica, luego de susurrar entre ellos —, los guardias los guiarán. —los tres siguieron a los guardias detrás de ellos.

—¿Cuanto tiempo, tendremos que estar aquí? —se quejó Joffrey, a su hermano menor, no le hacía gracia estar tan lejos de su dragón y no poder verlo, cuando quiera.

—Hasta que todo esté asunto con el abuelo, se resuelva —explica Lucerys con suavidad, pero su hermano no parece entusiasmado por ello —. Sin quejas Joffrey, no eres tú, quien dice, ya no ser un niño.

—No lo soy, tengo once, padre dice que pronto seré escudero, como lo fueron ustedes. —Jacaerys se acerca y revuelve el cabello de Joffrey con una sonrisa.

—Entonces compórtate como tal, valonqar. —dejan a Joffrey y siguen avanzando hacia sus propios aposentos.

—¿Cuanto crees que tardemos en encontrarnos con alguno de ellos? —preguntó Jacaerys, estaba ansioso, aunque trataba de disimular.

—Realmente espero no verlos —admitió, era un sueño imposible, y Jace lo sabía, por eso le dio una suave sonrisa —. Estoy pensando mas en el reclamo. ¿Cómo puede Ser Vaemond hacer algo así? Mi abuelo, Lord Corlys, aún está vivo —afirmó con fervor —. Es una vergüenza presentar un reclamo, cuando aún respira. —Jacaerys tomó su mano.

—Escucha Luke —comenzó y por el nerviosismo que mostró, Lucerys dedujo un poco lo que iba decir —. Lo que pasé mañana, nunca olvides que tu eres un Targaryen, no importa que digan...—apreciaba el intento de su hermano, pero esas no eran sus palabras, eran las de su madre.

Valyrian traditions [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora