2. Por Molly

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En cuanto escuché aquellas palabras de Carolina es como si hubiera vuelto a nacer. En realidad, creo que lo hice. Desde que era mucho más pequeña me quise ver como aquellas jóvenes esbeltas que salían en los programas que veía mi madre biológica.

Mi mamá nunca fue una maravillosa compañía, tengo que admitirlo, pero era mi madre a pesar de todo e incluso siempre intentó protegerme de todo aquello difícil que siempre la rodeó. Mi madre no era de una familia adinerada dueña de autos lujosos y casas gigantes, tenían lo suficiente para vivir, tenía padre cariñosos y amables o al menos recuerdo que me decía eso, pero fue una chica muy estúpida, dicho por ella misma, estudiaba en colegios donde frecuentaban niñas que llegaban en autos finos y con bolsas caras, se llenó de envidia y quiso ser como ellas. Sabía que era una chica hermosa, lo sabía muy bien ya que no había mujer en nuestra familia que no fuera agradable a la vista, así que decidió aprovechar lo único que tenía; su belleza.

Se enredó con todo tipo de hombres, casados y no casados, lo que le causó problemas en casa de mis abuelos, quienes avergonzados la corrieron de casa. Ella no dudó en irse, de hecho, estaba agradecida de que lo hubieran hecho, así que dejó la escuela y consiguió trabajo en una gasolinera a las afueras de la ciudad, allí conoció a mi padre, quién la enredó, la enamoró y la embarazó. Sí, tenía dieciocho y estaba embarazada.

Intentó volver a casa, pero sus padres no quisieron siquiera verla, así que le dijo al chico, quién se desentendió y jamás la buscó de nuevo, así que sí, no sé quién es mi padre y por mucho que sea algo malo a los ojos prejuiciosos de la sociedad, no me molesta que las personas lo sepan. Mi madre trabajó mucho para mantenerme, tenía dos trabajos y nunca me dormí sin comer, lo cual es algo que siempre le agradeceré, pero como todas las personas, cometió errores y he de admitir que ella era una experta haciendo eso. Cuando tenía eso de cinco años conoció a un chico, de esos que con solo mirarte quieres que te lleven a su cama, pero reconoces que está mal porque luego de eso sabes que jamás lo verás. Por mucho que intente recordar su nombre y su rostro, simplemente no puedo. Él fue su perdición, su infierno aquí en la tierra y aunque ella lo sabía; no le importó.

La metió en drogas y cosas muy feas; como dije, su infierno aquí en la tierra. No recuerdo muy bien, pero mientras mi madre era feliz con una jeringa en su brazo, yo me quedaba en la sala de nuestro pequeño apartamento apretado viendo los concursos de belleza que alguna vez a ella también le interesaron. Comenzó a dejarme sola y los vecinos comenzaron a notarlo, así que la trabajadora social llegó justo el día en el que mi madre no pudo sacarse por sí sola la jeringa del brazo; yo tenía seis. Una niña de seis años con mucha suerte porque el mismo año, los Donaldson me adoptaron.

Yo siempre fui inteligente, entendía lo que pasaba, entendía que mi madre ya no estaba y que jamás la iba a ver y desde allí para mí, ellos son mis padres. No la odio, ni le reprocho nada de lo que hizo, pero si hubiera preferido crecer con ella, al fin de cuentas, fue la mujer que me dio la vida. De modo que a ella le agradezco en cierta forma mi sueño, y por ella lo cumpliré, por Molly.

En cuanto a mis padres tomaron la decisión de que al final si entré, como si nos hubiéramos ganado la lotería, aunque tal vez lo hicimos.

Hoy es viernes, tengo escuela en la mañana y en la tarde, Carolina me espera en la agencia para mie primer trabajo. Me dijo que envió mis fotos y el cliente enloqueció. Haré un comercial de perfumes locales. Nada difícil.

Mientras busco mis libros para el segundo periodo en mi casillero, siento el perfume característico de Felix.

—Ayer no me dijiste cómo te fue en tu casting. No llamaste y no quise presionarte en caso de…

—¡Pasé! —lo interrumpe y su rostro se ilumina.

—¡Oh por Dios, Victoria! Me alegro mucho, en serio —me toma de los hombros y me atrae hasta él encerrándome en un bonito abrazo—. Es todo por lo que has trabajado y estoy muy orgulloso —nos separamos del abrazo mientras él me dice aquello.

Promiscua (Novela corta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora