CAPÍTULO 2 - TRAS EL VERDE DE LOS ÁRBOLES...

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El volver a ser un estudiante no había cruzado, ni por accidente, por mi mente en cuanto regresamos a Madrid. Desgraciadamente, tampoco teníamos muchas opciones luego de lo que pasó. Por ello, terminamos inscritos en el Instituto de Madrid, una de las instituciones más conocidas con un gran campus y un par de buenos sitios para esconderse o estar alejado de la gente. Por ese lado me encontraba mucho más confiado y tranquilo con el repentino rumbo de nuestras vidas, sabiendo que podríamos pasar desapercibidos u ocultarnos en caso de que las cosas se salieran de control. Aunque, Mangel tenía las de ganar frente a nosotros en ese sentido. A cada día que pasaba, sus entrenamientos parecían mucho más intensos y largos frente a los que hacíamos Luzu y yo. Hablando de, estos dos se habían ilusionado por el evento de bienvenida que organiza la institución cada semestre, la famosa fiesta en el que más de uno invitaba a más gente de la necesaria. Ahora es cuando me arrepiento de mi decisión de acompañarlos. Dios... Hace tan solo unos minutos me encontraba disfrutando de la suavidad de las nuevas sábanas ¿Cuándo fue que terminé siendo arrastrado por Luzu, entre un montón de personas ebrias, intentando llegar hacia donde se encontraba Mangel? Sentí otro de los cuerpos empujarme. Que desesperante. Los movimientos solo hacían que el ambiente se inundara de una mezcla de olor a sudor, hormonas y euforia realmente fuerte que me hacía querer arrancarme la nariz.

Luego de recibir un par más de empujones, pudimos escapar del mar de gente. Nos detuvimos por un momento para buscar la presencia de nuestro amigo, encontrándose sentado en una de las mesas más alejadas del bullicio con una bebida en sus manos. Le dediqué una media sonrisa en cuanto volteó, comenzando a caminar hacia él con Luzu a mi lado.

Una vez nos sentamos, toda noción del tiempo desapareció. Estuvimos conversando sin parar hasta que noté la vista de Luzu posarse fijamente sobre algún punto a mis espaldas. Giré el rostro hacia esa dirección, encontrándome con la figura de una chica de cabello rubio, una falda, botas y tacones negros, una camisa blanca y un pequeño bolso plateado colgando de su hombro derecho. Volví mi rostro hacía los ojos de mi amigo notando el sutil carmesí mezclado con su castaño natural.

—Oh no. Luzu, no—. Le advertí firmemente, ya sabiendo que pasaba por su mente tras esa intensa mirada.

—Solo iré a hablar un poco con ella, ¿está bien?—. Mencionaba mientras iba levantándose rápidamente, dejándome con las palabras en la boca. Me limité a suspirar derrotado, cerrando mis ojos por unos segundos. Un pequeño toque en mi hombre me hizo abrirlos de vuelta, encontrándome con la mirada de Mangel frente a mí. Sus ojos suplicantes eran más que suficiente para que supiera lo que quería pedirme. Sin decir una palabra, asentí. Noté una sonrisa cruzar su rostro antes de que se levantara, comenzando a caminar hacia... ¿la salida del mismo gimnasio? Raro... Sin embargo, no le di muchas vueltas ya que sus ojos no mostraban el característico deseo del hambre que tenían los de Luzu.

Creo que pasaron solo unos cuantos minutos más luego de que se fuera, cuando a mis sensibles oídos llegó un lejano, agudo y desgarrador grito que hizo a la música parar de inmediato. Mis sentidos se sobresaltaron repentinamente en un estado de alerta total en lo que volteaba en su dirección, siendo seguido por varias otras miradas más. Fue frente a esa figura de una chica vestida de rosa y manchas rojo oscuro que el intenso olor a sangre me golpeó. Estaba cubierta con ella, pero resaltaba la frescura justo en sus manos.

—E-ella... e-está... A-alguien... l-la...-. Logré escuchar de sus labios, viendo el notorio y brusco temblor de sus manos antes de sentir su cuerpo debilitarse repentinamente, cayendo en un instante al suelo.
Todo el lugar pareció despertar del trance luego de eso. Los insoportables gritos me despertaron del shock, haciéndome tapar los oídos inconscientemente. La multitud de cuerpos había comenzado a correr hacía las salidas, arrastrando a todo aquel que se le pusiera enfrente con ella. Podía sentir el pánico irradiando del aura de cada uno, la adrenalina haciendo sus corazones palpitar fuerte y aceleradamente, bombeando el rojizo líquido. Un dolor semi-punzante junto a un retumbar surgió en mi abdomen.

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