Capítulo 1

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Mi padre quería mostrar a la Pandora que toda la mafia italiana había hablado e imaginado desde que nació hace 19 años. La Rusia, que es la encarnación de Diosa en la tierra, la primera mujer Vianchii en la historia, pero lo más importante era que la única mujer del jefe de la mafia italiana, iba a abrir la caja de los 9 males a toda.

Mi padre creó una fantasía que me obligó a toda costa a cumplir.

Ahora estaba frente a mi espejo dándome los últimos retoques del maquillaje, todavía no me había puesto mi extravagante vestido verde lentejuelas que dejaba muy poco a la imaginación.

No es que no quería, pero los cortes de la espalda baja y el vientre eran muy recientes y no quería llenar el vestido de sangre, eso le quitaría la importancia a la gran Pandora que todos esperan.

El semi recogido que una de las mujeres de mi padre había hecho era perfecto para tapar los pequeños cortes de mi espalda y hacían resaltar mucho más mi belleza.

La puerta se abrió de golpe y dejando ver a mi hermano mellizo, ambos compartimos los mismos ojos verdes como el mar que se encuentra en la península de Italia, el lugar donde habíamos nacido, pero con la leve diferencia de nuestros cabellos, su castaño casi rubio combinaba a la perfección con sus ojos haciendo ver como uno de los mafiosos más sexy y el mío es una gran cantidad de ondas castañas casi negras indomables, mis hermanos mayores a veces me llamaban leona por mi cabello.

-Chiara cámbiate, faltan solo 20 minutos, padre se enojará mucho-

-Odio que me exhiba como un diamante-

Vi como su sonrisa caía y se forma la preocupación, camino hacia el baño y tomo uno de los tantos maletines de primer auxilio, se paró detrás de mí en el espejo, mis ojos no podrán mirarlo por eso me concentre en el labial que tenía en la mano 

No me gusta que él me ayude; ambos fuimos criados juntos como contrincantes, competimos en todo momento, pero nos amamos más. Éramos espejos en todo lo que significaba ser asesinos, pensábamos muy similar.

-Daniel...-

-A la cama y no preguntaré- Sus verdes miraron fijamente los míos gemelos cuando levante la mirada, mi fuego choco con su hielo, pero detrás de todo ese verde más frío que toda Rusia junta se elevaba un rayo de preocupación, yo cedí, siempre cedía a Daniel.

Me acosté en la cama boca abajo y me quité la parte de arriba de la bata de seda negra que llevaba, un quejido salió de mi garganta cuando me di cuenta de que la sangre se había secado y pegado con la bata.

Lo vi abrir el maletín y buscar alcohol, algunas vendas y gasas. No pase desapercibido que se había metido en un bolsillo una aguja y un hilo por si necesitara que me cosa y me negara. Odiaba que me cosan las heridas, y él lo sabía más que nada, por esa razón siempre que me negaba y era necesario que me inmovilizaba y si intentaba gritarme noqueaba.

-Vendas no, se notarán en el vestido- le dije y él solo asintió y dejó las vendas y comenzó a trabajar.

Comenzó a desinfectar cada uno de los cortes de mi espalda con cuidado, solo sintió una pequeña molestia y cada tanto lo miró por las dudas que sacara la aguja y cociera algunas de mis heridas.

-Esta vez fueron profundos- Susurro.

-Dijiste que no ibas a preguntar- le reproché, mientras él abría el pote de crema anestésica.

El silencio reinó entre nosotros.

-Date la vuelta- gruñó, se había enojado por los cortes, lo conocía como la palma de mi mano, se estaba odiando y reprochando así mismo por no estar para protegerme.

-No tengo...-

-Date la vuelta, no soy estúpido, son muy profundos y conozco también como tú que cuando está enojado no da latigazos, sino que corta con cuchillos la espalda y luego el estómago, date la vuelta Chiara- Ambos vivíamos el mismo infierno desde niño para que mentirnos. Recordé una vez cuando llore porque él estaba herido cuando era niña y me obligaron a darle un latigazo por cada lágrima derramada.

Me di la vuelta sin decir nada y quede en sujetador y las sabanas donde estaba recostada estaban llenas de sangre.

Él se detuvo un momento para examinar el corte a fondo, sabía que su cabeza estaba maquinando y uniendo puntos. Él y yo teníamos casi la misma vida y las mismas obligaciones, lo único que nos diferenciaba era lo que usó entre las piernas.

-Le dijiste que no te presentarías, que no dejarías que te exhibiera como un perro- no dije nada, él era tan bueno como yo en estas cosas y me conocía demasiado bien - Cuando volví hace tres días, pregunte por ti y nuestros hermanos me dijo que estabas en una misión, pero ninguna de tus misiones duran más de dos días padre no lo permite y si no me manda para que sea más rápida. Alexander, hijo de puta, le preguntó por ti y...-

-Él no lo sabía, nadie lo sabía, todos ellos también me estaban buscando cuando padre se daba a vuelta- mi cara se volvió una máscara ilegible hasta para la persona que más me conocía en el mundo. -Hace seis días le dije que no me iba a presentar en su fiesta y que me apartaría de la mafia italiana para siempre, que no quería ser ninguna arma para Rusia y que ya no era su preciada Pandora, él no dijo nada, ni siquiera me reprocho, ni sus ojos decían lo que esperaban, estuve toda la noche atenta, no dormí ni un segundo hasta que en la mañana tome un café que tenía drogas que nunca nos dio a probar, el hijo de puta sigue escondiendo drogas para cuando nos rebelamos, era tan invisible, nunca había probado algo igual y cuando no había más que la servidumbre me llevo a un centro de tortura, uno de los que tiene en uno de los polos, sabe muy bien que solo hay dos que no cosemos las coordenadas precisas, los que tiene en los polos y aquellos que están en África- Respiro profundo. -El mismo me torturo y cada día sin parar y esta mañana me presentó aquí y nadie tenía que verme- me levante y busque el vestido, comencé a quitarlo del maniquí. -Pero como tú y yo somos iguales, puede ser que quiso que me veas como una advertencia, para que no lo desafíes- 

Fue una idiotez lo que hice y lo sabía, pero había tomado un alinea de coca y me soltó la lengua en el lugar y el momento equivocado.

Vi como se relajaba, pero en sus ojos seguían viendo la frustración y la tristeza, ambos habíamos pasado por tantas torturas durante toda nuestra vida que sabíamos que no podíamos hacer nada, nunca pudimos escapar.

Nacías Vianchii y morías Vianchii, sin importar que sea por la mano de otro Vianchii.

Antes de que salga me tomo la mano y beso mis nudillos sin dejar de ver mis ojos.

-Siempre juntos, guerrera- me susurro.

-Siempre juntos-

Juntos nos sentíamos invencibles, juntos podíamos afrontar las barbaridades del mundo, las armas, los monstruos Vianchii siempre trabajaban juntos.

anarquíaWhere stories live. Discover now