anarquía

Capítulo 3

Respire profundo, cuente cada escalon que bajaba con mis tacos aguja, por el maldito infierno. No conocía a Alis, pero ver a mi hermano romperse de esa forma hizo que tenga ganas de romper toda la fachada de frivolidad que mi padre me había obligado a construir y que me había torturado por horas para que la recordando corta sobre mi columna con su cuchilla de oro y diamantes favorita.

Siete escalones para llegar a los grandes pisos de mármol negros y blancos.

Seis escalones, sacarle la lengua a mi padre con mis propias manos y dársela de comer a sus putas presumidas.

Cinco escalones, reventarle los ojos con mis uñas.

Cuatro escalones, cortarle las bolas a cada asqueroso hombre que me estaba mirando con una mirada lasciva.

-Deja de mirar a todos como si estuvieras a punto de saltarles encima y matarlos con tus propias manos- susurro mi hermano mayor con su voz helada que hizo tranquilizar mi fuego.

-Y si quiero hacer exactamente eso- susurre sin expresar nada en mi rostro, él no me miro, ambos sabíamos, habíamos aprendido por las malas como controlarnos físicamente para que nadie sepa lo que pensamos, pero entre nosotros con solo una mirada podemos identificar que Sentimos.

-Nos matarán, ellos son leales a nuestro padre, eres mucho más inteligente que impulsiva querida hermana- Fue lo último que me dijo antes de llegar al último escalalón.

Pero la gran pregunta que me hice fue, ¿puedo controlar también mis emociones?, yo diría que si, me estuve controlando desde que vi mi hermano en ese estado para no ir a sacarle los ojos a mi padre al frente de todo antes que uno de sus hombres me dispare, pero podría mantener mi farsa?, siempre lo he hecho, pero siempre fue cuando lastimado a uno de mis hermanos que igual que me doliera sabia que ellos podrían cuidarse solo peor una mujer indefensa con un bebe no nato en su vientre, un bebe que jure proteger.

Caminamos por el pasillo que se formó entre la gente, hombres y mujeres no quitaban sus ojos de mí, las familias más predominantes de Italia, las personas con más poder y aquellas personas que mataron niños, asesinaron familias, prostituían niños y traficaban escasos. 

Era la primera vez que vio sus caras dirigiéndose a mí, siempre los espíe por las sombras, desde un lugar donde yo los podía ver, pero ellos a mí no, nunca mi padre me había mostrado a la mafia, había sido un fantasma para muchos , un mito.

El mito de la única hija, la elegida, la primera niña en siglos con sangre Vianchi, con sangre de rey de la mafia corriendo por sus venas. No era una bastarda, ya que muchas putas deseaban procrear una niña para el rey de la mafia italiana y muchas veces lo engañaban para que nazca una niña. Yo no lo era, todos podrían identificar mis rasgos similares a los de Vianchi, mis ojos gemelos a los de mi padre.

Mi padre imponte con su mira de ojos helados, estaba centrado en mí al final del pasillo, atrás de él había una gran ventana pintada con el símbolo de nuestra familia, un león parado en dos patas con la boca abierta y una gran corona en su cabeza.

El mismo escudo que mis hermanos tienen grabados en el antebrazo, recuerdo que el día que los marco a todos como animales, diciendo que la familia debía estar marcada en sus pieles, que no era suficiente que llevaran su sangre. Y me había dicho que todavía nadie podía saber que era una Vianchi, pero que algún día cuando fuera mayor me iba a marcar como a los demás, ese día había pasado curando las quemaduras de mis hermanos.

Él sonreía como un loco, mientras mi primo me miraba embobado, en mi belleza, sus ojos no se movían de mí, los demás murmuraban tan fuerte que los podían escuchar.

"Es una verdadera belleza", "Es real", "Emma no era tan bella, pero ella es una diosa", "La casa con uno de sus hijos?", "Es la verdadera pandora".

Una vez que llegamos donde estaba mi padre, él entregó su copa de whisky a un esclavo y me arrebató de los brazos de mi hermano mayor y me abrazo como si fuera la cosa más valiosa que tenía.