prólogo

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Corrí con los niños en mi pecho, no podía más, me había escapado, yo sé lo había prometido, no podía quedarse con él, él lastimaría, él los mataría, él los volvería bestias como había hecho con sus otros hijos.

Fue muy mala idea, era de noche, habían terminado de dar a luz, estaba lloviendo, ambos pequeñitos se me iban a enfermar si podíamos salir de esto, pero lo tenía que intentar, ella había dado su vida para salvarlos, tenía que intentar salir de esto y tratar de darle la mejor vida a mis niños.

Corrí como una loca entre los árboles, escuche a los lejos como los hombres me buscaba, los perros de caza ladraban y lo escuche a él gritando órdenes para que me encuentre, para que los encuentren a ellos, no le importaba yo, le importaban sus armas, sus herederos, más que nada su única niña preciada era su prioridad principal.

Le grité a cualquiera que esté allí arriba, que me dé una oportunidad, que me dé fuerzas para salir de aquí, pero hacía mucho que cualquiera que esté allá arriba me había abandonado. 

Me dolía todo el cuerpo, me dolían las piernas, el estómago, creo que me había quedado un pedazo de la placenta dentro y ahora se me estaba escapando entre medio de las piernas, mierda, mierda, mierda.

Pero no podía parar, no ahora, mi amiga había muero, había dado su vida para salvarnos a nosotros, ella no podía haber dado su vida por nada, tenía que salir de aquí con ellos.

Mis pies descalzos se cortaban con cada piedra y rama, ambos bebe lloraban en mi pecho por frío, por hambre, por temor, pero creo que desde tan pequeños pueden sentir que el monstruo, el cual los había engendrado los estaba intentando reclamando como animales, nos estaba cazando.

Corrí y corrí mientras los apretaba en mi pecho hasta que vi como los árboles se terminan y la playa se avecinaba y él bote, que me había dicho mi amiga, está allí a la vista.

No me importaba la lluvia, ni la cantidad de hombres que me estaba buscándonos, una gran sonrisa llena mi rostro de esperanza.

Libres.

Libertad para los tres.

Mis pies dejaron de pincharse con rama y piedras y comenzaron a sentir fina arena blanca, la felicidad me hizo llorar.

Por dios, no lo podía creer.

Ambos bebés se habían tranquilizado en mi pecho, bese sus pequeñas cabezas mojadas por la lluvia y ambos abrieron un poquito, sus enormes ojos verdes idénticos.

Pero escuche como alguien se acercaba toda mi piel se tensó y un tiro fue directo a mi pierna haciéndome caer, intente caer con la espalda para no hacer daño a mis bebes.

Ambos comenzaron a gritar y los apreté contra mi pecho.

Escuche muchos pasos, cientos que se dirigieron a mí.

-Eres una idiota, de verdad pensabas que podías huir de mí con mis hijos- la voz de la muerte heló mi sangre.

Sus dos grandes manos se acercan a los pequeños bultos que tenían en mi pecho, él los toma con facilidad, mi cuerpo no tenía fuerzas de lucha y no tengo más fuerzas para resistirme y lo único que hago es gritar.

-Noooo, por favor, tú no los quieres- grito con la voz quebrada.

Los ve un segundo y luego los entrega a un guardia quien se da la vuelta y se dirige al todoterreno que está en la entrada de la selva.

-Nooooo- grito, mi mundo cayó, mi alma que quebró cuando escuché sus últimos llantos antes de que cierren la puerta de la camioneta.

Se los llevan a esa prisión, otra vez, ellos, se merecen más, ellos se merecen vivir una vida feliz, no ser armas de su padre como los demás.

-Mis hijos- grito, me quitaron, lo único, que me quedó en este mundo, me rompí, como él siempre quiso, me destruyo.

Se arrodilla frente a mí y sus ojos verdes, helados como un Iceberg a diferencia de mis dos niños que su verde era el mismo, pero llenos de inocencia me mira fijamente.

-Te compré, eres mía, esos niños son más míos que tuyos, me robaste lo mío en mi propia casa- sus manos ásperas acarician mi mejilla -Emma, ​​dulce e ilusa Emma, ​​pensaste que podías jugar conmigo, mira a donde te llevo- tomo mi cuello con fuerza dejándome sin aire, vi la muerte reflejada en sus ojos.

Había perdido, ambas habíamos perdido, ella había muerto por nada, los niños no se habían podido salvar y yo moria.

-Sabes me agradabas mucho más que Irina, mucho más dócil y fácil de coger, no gritabas y arañabas cuando te cogía como lo hacía Irina- Se rio -Me fascinaba coger a Irina igualmente porque ella lo sufría y gritaba de dolor en cada estocada que le daba y eso siempre me existo más, en cambio, tú, recibías todo y eras dócil, sufrías por dentro-

Apretá un poco más.

-Lástima que la arpía sé allá metido en tu cabeza, ella está destinada a morir, pero tú- se acerca a mi oreja -Te hubiera follado una y otra vez, te hubiera preñado tantas veces que ni sabrías cuál era tu nombre por lo menos me diste algo antes de morir y te aseguro que lo voy a usar muy bien mi dulce esclava- yo lloraba como desquiciada, mis brazos no funcionaba, me dolía el cuerpo, no respiraba más, mis ojos estaba fijo en la verdad que emanaba sus ojos.

Me hubiera usado como conejo de cría, porque mi infierno iba a ser ver a mis hijos ser usados ​​como armas, me hubiera hecho ver como mataba y violaba a Irina frente a mí.

Ahora la poca esperanza que tenía para mis dos bebes estaba desapareciendo como mi vida, mis ojos se cerraron y rogué con la pisca de energía que me quedó que ambos sobrevivirán a este demonio era lo único que podía hacer después de fracasar. 

Rogar una última vez por mis tesoros.

Apretó más mi cuello y termino mi sufrimiento.


anarquíaWhere stories live. Discover now