Capítulo 4

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Volk

Me aparto de ella, pero solo para regresar a mi posición anterior. Ella llora de nuevo e intenta huir. Ni siquiera se ha movido lo suficiente, cuando la tomo de las caderas y la hago retroceder, chocando su culo desnudo contra mi cuerpo. Mi paciencia comienza a agotarse.

Le doy la vuelta, dejándola sobre su espalda, y la pequeña hembra lucha contra mí, intentando alejar mis manos de lo que me pertenece.

—¡Basta ya! —Gruño, al sentir mi hocico vibrar ante su golpe—. Quédate tranquila, maldita sea.

—¡Déjame ir! —Su voz está llena de alarma. De pronto ha descubierto que soy un lobo malo, pero es demasiado tarde para eso.

Logro mantener sus manos quitas sobre su cabeza, y con la punta de mi garra, rompo su vestido, abriéndolo a la mitad. Tiro lejos la tela destrozada junto a su capa roja. No quiero nada que me impida verla por completo. Me lanzo sobre ella, tomando una de sus pequeñas y pálidas tetas en mi boca. Chupo su duro pezón, y hago cortos círculos con mi lengua sobre él antes de pasar al otro y darle la misma atención. Su cuerpo se mueve bajo el mío, y sus piernas intentan patearme lejos. Ella realmente cree que puede luchar contra mí.

—Te gustará, Caperucita. Te lo prometo —digo contra su piel—. Sólo tienes que dejar de luchar.

Su respuesta me hace sonreír.

—Nunca.

Suelto sus tetas, y arrastro mi nariz por su pecho, bajando y bajando hasta llegar al monte entre sus piernas. Hace tan solo algunos minutos estuve aquí, pero extraño su sabor como si hubiesen pasado horas. Caperucita está negando en voz alta, pero no puede ocultar su gemido cuando paso mi lengua sobre su pequeño y sensible brote. Deliciosa. Doy otra gran lámina, y siento su cuerpo temblar. A ella le gusta. No hay manera de que pueda ocultar lo que desea.

Suelto mi agarre, dejando sus manos libres, y antes de que pueda lanzarme un puñetazo, nos hago girar, dejándome de espaldas y a ella con las rodillas separadas a par de mi rostro.

—Móntame —exijo, sintiendo mi polla palpitar—. Haz que tu coño baile sobre mi hocico. Haz que tu olor se impregne en mí. —Sus ojos asustados me miran desde arriba—. Córrete en mi puto rostro.

Con los dientes apretados, Caperucita comienza a mover sus caderas de manera suave, frotando su clítoris contra mi nariz. Sus labios se separan, y deja salir un suspiro mientras deja caer su cabeza hacia atrás. Saco mi lengua, queriendo probarla cuando sus movimientos se vuelven más rápidos. Hace un momento ella estaba peleando contra mí, pero ahora su cuerpo ha tomado el control. Su coño está tan empapado que consigue humedecer mi hocico por completo. Ella lo quiere.

Mi polla está hinchada como la mierda, y estoy seguro que debo tener las pelotas azules. Envuelvo mis dedos alrededor de mi carne intentando darme algo de consuelo, y hago presión, imaginando que es el coño de Caperucita en vez de mi mano. Ella entró al bosque para llevarle pastelillos y medicamentos a su abuelita, pero saldrá de aquí con mi semen bajando por sus muslos. No hay otra manera. He querido follarla desde que la vi tomando su siesta. He imaginado estar en ese coño apretado desde que sus bonitos labios estaban embarrados de crema con uno de los pastelillos que comió en el camino. He querido volver a hundirme dentro de ella desde hace más tiempo del que me gustaría admitir.

Caperucita sigue soltando sonidos de su boca mientras continúa cabalgándome. Mis garras toman su culo, y la ayudo a seguir su ritmo. No quiero que se detenga. Su olor me embriaga y su dulzura está llevándome al borde la locura. No sé cuánto más pueda aguantar, pero seguiré bebiendo de su coño lo más que pueda.

Ada y el lobo (Retelling de Caperucita Roja)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora