Capítulo dos.

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        (TIEMPO PRESENTE)

Las puertas de salida de la correccional fueron abiertas a la par. Ryusei sin expresión alguna dio un paso adelante, el aire del atardecer golpeó su rostro. El director de la correccional sonreía de oreja a oreja a la espalda de Ryusei. Este giró su mirada con disimulo, ese hijo de puta del alcaide estaba feliz de su salida, quien no lo estaría, todos los guardias le mencionaron que era el más problemático de toda la correccional. Pero no esperaba la felicidad también del jefe de la cárcel.

Sin restarle importancia, encogió su hombro y, se acercó al guardia de la salida, este no movía ni un centímetro de su cuerpo o su arma que sostenía fuertemente en su pecho.

El Bufó con gracia. Se acercó —señor, buenas tardes. ¿Sería tan amable de prestarme su teléfono para hacer una pequeña llamada? —mostró sus achinados ojos sonrientes —mi padre le devolverá el fav...

—niño, quítate de mi vista y lárgate —sin una mísera empatía, movió su arma hacia adelante, listo para disparar si se acercaba un centímetro más. Ryusei se quedó asombrado ante esa escena, su sonrisa rápidamente se apagó, sus labios finos se juntaron a una seriedad jamás imaginada. Pensó en su padre, si él estuviera a su lado, sería una burla a su presencia, un hombre imponente como él siempre derrochaba respeto. Pero a él le pasaban de alto solo por no ser un hijo legítimo.

O eso es lo que siempre creía en su loca cabeza, cada persona que le tome de largo era una persona que insulta a su sangre con su padre, un sentimiento enfermo de igualdad.

Aún recordaba vívidamente las palabras de su tío Sanzu en unos de sus entrenamientos. No dejes herido a tu oponente, si tú te das la vuelta, él aprovechará cada segundo de su aliento para matarte, no seas estúpido y mátalo antes.

Salió una risa divertida de sus labios, levantó la mirada hacia el cielo, se descubrió ese cuello suave. Recordó la cuchillada en el estómago que le dio Sanzu cuando quiso atacarlo por la espalda desde el suelo, ese día sus padres enloquecieron en el hospital, los doctores lloraban también, no por ellos, si no por sus familias que estaban secuestrados detrás de una video llamada esperando ser librados después de la operación. 

Se alejó del guardia sin siquiera mirarle, no era necesario, su orgullo era tan grande como para dejarse llevar por un ser insignificante.

A lo lejos se escuchó los sonidos de los motores de cada carro acercarse. El polvo de la carretera se avecinaba con total rapidez, las risas y conversaciones por las ventanas de los pilotos se escuchaban a lo lejos, sus voces eran tan únicas que supo de inmediato quienes eran.

Se logró ver a un auto color negro de un buen diseño, era un BMW serie 7. Su velocidad era impresionante en la carretera. Ryusei eufórico, llevó sus manos a su cabeza, entrelazó sus dedos con su melena. Agarró velocidad con sus pies y se abalanzó al carro de frente que venía a toda velocidad.

El carro y él se acercaron peligrosamente a punto de ser casi chocados mortalmente, cuando ya estaban a centímetros de ser tocados, Ryusei dio un salto lo más alto que la gravedad le permitió, en el aire formó su aterrizaje y cayó perfectamente en el capó del auto, segundos después se bajó con vuelo hacia tierra. En el acto mortal y maravilloso ensució sus pantalones con tierra de carretera, a la hora de caer se había hecho un rasmillón en la palma de su mano, le tomó poca importancia y se dirigió contento al auto estacionado perfectamente.

Se abrieron las puertas de los pilotos y copilotos. Unos hombres de impresionante presencia salieron riendo y sonriendo. Entre ellos estaban Rindou, Ran y Sanzu.

—¡Tíos! —gritó con emoción.

El Rindou se acercó a su sobrino, no sanguíneo, acomodó sus guantes de cuero — Aún te falta practicar, sobrino —removió sus rizados cabellos.

METAMORFOSIS [Takemichi X Kisaki]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora