Capítulo 4

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Año 126 d.C

Me apartaba con rapidez para evitar que la espada de madera chocara contra mi cuerpo, observaba al hombre rubio mirarme con esos ojos violetas de forma analítica, estaba intentando predecir mi próximo movimiento. Escuchaba el sonido del oleaje golpear las grandes rocas puntiagudas que rodeaban la playa en donde solíamos entrenar. Me centraba en el peso de mi cuerpo e intentaba olvidar el dolor en el costado por la caída de antes y lo agitada que se había vuelto mi respiración, tampoco hacía caso a la manera en la que parte de mi cabello negro azabache se pegaba a mi frente a causa del sudor debido al esfuerzo físico. Tenía que atacarle pero sobre todo tenía que sorprenderle, hoy estaba siendo predecible y ser predecible en la batalla era cavar tu propia tumba.

Tragaba hueso y comenzaba a formar una estrategia dentro de mi cabeza a la par que mantenía mi cuerpo alerta, antes él se había caído y cojeaba ligeramente de la derecha. Cojeaba tan poco que era casi imperceptible al ojo humano, pero era un pequeño franco abierto que aprovecharía. Yo siempre solía ir por la derecha, así que debía atacar primero por la izquierda para descolocarle y luego abrirme paso a su derecha, no podrá afrontar ese cambio brusco en sus condiciones y no protegerá su cuerpo a tiempo. 

Te tengo. 

Me abría paso por la izquierda de forma rápida con espada en mano y manteniendo el equilibrio que tanto me había costado aprender. Una de las cosas que me más me gustaba sobre el entrenamiento es que me enseñaba como la fuerza no lo era todo, sino que la guerra era un arte en el que había que pulirse. Había que saber de estrategias y de engaños, tenías que tener la sangre fría de pensar con suficiente rapidez a pesar de ser consciente que posiblemente esa fuera tu ultima batalla. Era un juego de poder, una danza mortal. Así que fui predecible en mis movimientos, busqué engañar a su ojo experto cometiendo los mismos errores que sabía que había cometido con anterioridad y lo conseguí, vi como todo su cuerpo se posicionaba para canalizar mi ataque por el franco izquierdo sin esperar que justo antes de llegar mi cuerpo giraría sobre si mismo para dar una fuerte estocada en el costado derecho. Observaba al hombre con una sonrisa victoriosa en mi rostro, había conseguido ganarle gracias a analizar nuestras debilidades. Él tenía un pequeño cojeo y yo en ocasiones era demasiado trasparente en mis movimientos, ese era para mí el arte del engaño: utilizar de base algo verdadero para tu propio beneficio.

-Lo has hecho bien, princesa -hablo por segunda vez en el entrenamiento de hoy y yo le sonreí genuinamente. Daemon Targaryen, tío y esposo de mi madre era desde hace seis años mi instructor.- Ahora aséate y ve con el Maestre a practicar tu Valyrio. 

-Nyke jaelagon naejot jollōragon, jaelan naejot sōvegon lēda Merakses* -respondía causando que Daemon sonriera levemente mientras alzaba una de sus cejas, suponía que ahora se burlaría de mí.

-Estaría sorprendido sino lo hubieras pronunciado mal -contestaba sin más- ahora ve.

-Aburrido -dije sin más mientras la entregaba mi espada de madera al aprendiz de escudero de uno de los de la Guardia Real, este me miro sonrojado. Siempre hacía eso y yo nunca sabía si debía sonreírle o no- prefiero luchar, volar con mi dragona y comer tarta en la playa.

-Una lástima que tu educación sea igual de importante que esas otras cosas. 

Le lanzaba una mirada de reojo algo enfurruñada, lo que menos me apetecía ahora era ponerme a estudiar sobre familiares antiguos y sobre una lengua poco usada en estos tiempos. Dirigía mi mirada a la espada que le tendía uno de la Guardia para volver a colocarla en su vaina correspondiente. Hermana oscura, una de las espadas más emblemáticas dentro de la casa del Dragón. Cuanto más la miraba, más la quería. Aunque si era sincera conmigo misma, esta nunca sería mía ni aunque Daemon no hubiera tenido a mis hermanos junto a mi madre, una espada no era algo pensado para las doncellas. No podría utilizarla nunca y se quedaría relegada en el olvido, nunca pisaría un campo de batalla a pesar de lo preparada que estaba y lo sabía. El entrenar en mi caso era un privilegio concedido por madre y no una necesidad como lo era en el caso de mis hermanos. 

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⏰ Última actualización: Jan 04, 2023 ⏰

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