Lucerys lo sabía desde que el matrimonio fue propuesto en la corte. Esperaba que Alicent se negara y así se librara de tal compromiso. Prefería tener que casarse con su propio hermano para preservar la sangre. Pero Alicent y el rey aceptaron.
Entonces supo que su vida había sido condenada para siempre.
El deber que debía cumplir de ahora en adelante estaba condenado, porque Aemond lo odiaba, siempre lo hizo. Bromas de niños, la crueldad de sus palabras, la muerte de Lady Laena, Vhagar, un ojo...
No pudo evitar derramar lágrimas de agonía mientras caminaba como oveja a las fauses del dragón.
Su boda fue llamada la Boda Azul. A los lores más optimistas les gustaba decir que era porque Lucerys vistió los colores azules de Driftmark y todos hablaron de lo brillante y hermoso que lucia en su traje de bodas. La verdad era que esa boda fue azul porque llovió durante seis días, tres días antes y tres días después de sus votos matrimoniales, además que el novio de azul había llorado todo el camino hacia su destino y todos fueron testigos de como el joven Lucerys Velaryon, la luz de los ojos de la princesa heredera, sufría, como si fuese entregado a su verdugo en lugar de a su marido.
Aún hoy, varias lunas después de ese fatídico día, Lucerys pensaba que tal vez no habría llorado si no fuese por las crueles palabras de Aemond cuando llegó a King's Landing unos días antes de la boda y el día de. El recuerdo todavía perfora a sus oídos y lo ponía triste en los momentos más inesperados.
—Esto es deber y lo sabes bien. No esperes cariño, ni amor de mi parte...Lord Strong. Mi sangre no debería mezclarse con la de un bastardo fruto del adulterio, pero me temo que estamos encerrados en esta mierda y será mejor que te comportes. Ya no puedes correr a las faldas de tu madre.
Lucerys sabía que esto era deber, no esperaba amor de Aemond, realmente no esperaba nada de él, e incluso se esperaba los insultos. Pero nunca dejó de ser menos humillante o doloroso ser llamado bastardo. Realmente esperaba que por el bien de esta alianza Aemond por lo menos se esforzara en tenerle un mínimo de respeto.
No fue así.
Incluso el día de la boda cuando coincidieron en una antesala. Aemond ya estaba completamente vestido con un traje negro muy similar a los usuales salvo por los bordados rojos y algunos detalles dorados que le aportaban elegancia. Lucerys elogió sinceramente su atuendo.
Todo lo que recibió fue otro insulto.
—¿Y tú? ¿No deberías vestir los colores de la casa de tu madre? Es un insulto que vistas los colores de la Casa de un padre que no fue el tuyo...
Esas palabras fueron lo que lo pusieron en un estado vulnerable en el plano emocional. Las palabras de su tío repitiéndose en su cabeza mientras iba hacia su deber. No pudo evitar llorar cuando lo vio al otro lado del pasillo, su expresión seria transformándose a una de disgusto al verlo. Ver a su madre fue peor, porque ella intentó darle una sonrisa de consuelo que sólo lo hizo querer llorar más y no pudo controlar las lágrimas que se derramaron de sus ojos mientras avanzaba.
Desde entonces empezaron a apodarle: Lucerys el triste.
La noche de bodas para su fortuna fue obviada, su estado emocional además de lo mucho que Aemond había bebido le permitió excusarse y usar la cámara separada de la de su marido. Los siguientes días fueron similares por distintos motivos, nadie lo cuestionó y Lucerys estaba conforme con ser ignorado por su esposo, realmente lo prefería y podía vivir con ello.
Sin embargo, un par de semanas después fueron cuestionados sobre el estado de consumación de su matrimonio. Luke estaba dispuesto a mentir, pero Aemond fue honesto y dijo que no habían tenido la oportunidad. La conversación con Alicent lastimosamente llegó al consejo y fueron forzados a compartir cámara con el propósito de consumar el matrimonio.
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La herida sangrante
Fiksi PenggemarEl deber y el amor están peleados en este reino. Son pocos los que triunfan en ambos y todos los que sufren en el camino de ser quienes deben ser. Lucerys lo sabía cuando desposó a Aemond, sabía que era su deber, sabía que iba a sufrir porque no se...