-¡Te atraparé!- gritó una voz de un joven, mientras perseguía a otro corriendo a toda velocidad.
Era el principe Camus, futuro soberano del reino de Lordre. El otro joven, al que estaba persiguiendo, era su hermano menor, el principe Gabriel, que huía mientras reía, con la espada favorira de su hermano en una mano.
-¡Intentalo si puedes, tortuga!- dijo en respuesta mientras saltaba por una pequeña valla.
Camus iba cada vez más rápido, hasta que alcanzó a su hermano y de un empujón lo tiró al suelo. Los dos jovenes empezaron a pelear, hasta que alguién llegó a separarlos.
-Bien, ¿ahora porqué pelean?- dijo el recién llegado a los príncipes, mientras los sujetaba.
-¡Gabriel tomó mi espada otra vez!- gritó Camus, mientras trataba de zafarse para continuar con su pelea.
-Solo la quería ver, hasta que este lunático comenzó a perseguirme. Además Padre no lo deja usarla, no se porqué le gusta tanto.- contestó en su defensa Gabriel.
-Muy bien, Gabriel, regrésale la espada a tu hermano.- le dijo el hombre de nuevo. Gabriel le arrojó la espada a su hermano. Al tenerla en sus manos, Camus la desenvainó para comprobar su estado. Era una espada ligera, con una empuñadura negra con algunas incrustaciones de una gema roja de la cual desconocía el nombre.
La volvió a guardar y se la colgó a la espalda.
-Muy bien, ahora ambos regresen a su habitación. Su padre quiere hablar con ustedes más tarde, y es mejor que estén presentables.- dijo el hombre, señalando las sucias ropas de los principes. Los jovenes comenzaron a caminar, con algunos empujones por parte de Camus.
-Tienes suerte de que Magnus haya aparecido.- le dijo Camus a su hermano al llegar a la habitación, y después colgó su espada en su pedestal.
-Si, claro, si ambos sabemos que nunca has logrado vencerme.- le respondió Gabriel mientras se arrojaba a su cama, llenando las sabanas de lodo.
-Eres un ladrón.- le reprochó Camus a su hermano mientras le arrojaba una almohada.
-Cuando sea rey haré que te encierren en el Abismo.- continuó diciendo Camus a su hermano. Gabriel soltó una carcajada.
-Por favor, ¿vas a decirme que crees en ese cuento para niños?- dijo Gabriel, aún riendo.
-No es un cuento, Padre dice que es real.- le contestó Camus, con un tono de indignación.
-Y Padre también dice que serás un gran rey, no hay que creer todo lo que dice.- terminó de decir Gabriel. Camus apretó con fuerza su puño. Abrió la boca para decir algo a su hermano, cuando un estruendo estremeció toda la habitación. Camus cayó de espaldas al suelo. En seguida, uno de los guardias del castillo se paró en su puerta.
-¡Principes! El castillo está bajo ataque, Su Majestad me envió a llevarlos a un lugar seguro. Deben apresurarse a tomar sus cosas, antes de...- dijo el guardia, antes de ser alcanzado por una flecha negra en la garganta.
Los dos jovenes miraron horrorizados como un moribundo guardia caía al suelo, intentando respirar sin exito. En seguida, en la puerta apareció el dueño de la flecha mortífera. Era un guardia, pero en lugar de llevar una armadura plateada con el pecho rojo, tenía una armadura toda negra, y a través del casco no se lograba apreciar un rostro humano, solo oscuridad. En su mano derecha sujetaba su arco de metal, mientras con su mano izquierda tomaba otra flecha de su carcaj.
Camus, asustado, todo lo que alcanzó a hacer fue tomar su espada y cargar contra el misterioso hombre. De nada sirvió, pues de un golpe lo arrojó al suelo, y con la flecha ya preparada, apuntó a un Camus que poco podía hacer para defenderse. Cerró los ojos, cuando escuchó una voz desde fuera del pasillo.
-¡Alejate de el!- gritó Magnus, furioso, mientras desenvainaba su espada y cargaba contra el extraño. Este, en un movimiento veloz, tiró su arco al suelo y desenvainó su propia espada para protegerse del ataque de Magnus.
Gabriel se lanzó rápido al suelo y tomó el arco, pero debido a su nula experiencia con esta arma, falló su único tiro.
El extraño lanzó a Magnus al suelo, pero en lugar de darle el golpe de gracia, se dirigió hacia Gabriel. Camus se dio cuenta entonces de que la prioridad del extraño era acabar con los principes. Entonces, Camus recogió su espada y rápidamente bloqueó el ataque del extraño, salvando así a su hermano. El extraño dirigió su atención a Camus, y levantó su espada para atacarlo. En ese momento, Magnus sujetó al misterioso atacante por la espalda, y Camus aprovechó para clavar su espada en una de las rendijas del casco del enemigo. Entonces, el extraño atacante se qued9 quieto, y después, comenzó a salir un humo negro del casco, hasta que solo quedó una armadura vacía.
Camus tomó su espada de nuevo, y la envainó. Magnus tomó unos segundos para recuperar el aliento.
-¿Estan bien?- dijo al fin, después de un rato.
-Solo intentaron asesinarnos, ¡Nunca hemos estado mejor!- le contestó Gabriel, aún en el suelo.
-Entonces tomen sus cosas, los sacaré de aquí.- dijo Magnus de nuevo, mientras envainaba su espada.
-Espera, ¿como está Padre?- dijo Camus, sujetando a Magnus del brazo.
-Está bien, pero dijo que debemos salir rápido de aquí, antes de que lleguen otros como nuestro querido amigo.- dijo Magnus señalando la armadura vacía.
-Su padre se reunirá con nosotros más adelante.- terminó de decir. Camus, más tranquilizado por estas palabras, tomó su espada, se la colgó en la espalda y salió de la habitación. Gabriel lo siguió, solo que este no llevo nada con el. Así, los tres salieron del castillo y se dispusieron a viajar al norte de la región, cuando de pronto, Magnus se detuvo.
-¿Magnus? ¿Te sientes bien?- le dijo Camus, mientras se detenía también. No hubo respuesta. En su lugar, Magnus escupió un poco de sangre. Camus, horrorizado, dio un paso atras. Entonces, ambos niños vieron algo aún más terrible, una mano estaba atravesando el pecho de Magnus.
-¡Gabriel, detrás de mí!- gritó Camus mientras desenvainaba la espada. La mano arrojó el cuerpo sin vida de Magnus al suelo, y en su lugar, se pudo ver al culpable. No era más que una mancha negra borrosa, como si se estuviera cubriendo con una manta hecha de tinieblas. Lo único que sobresalía era una mano, pálida, casi del color de la nieve y tenía grandes garras. La cosa soltó una carcajada.
-¡Que cosa tan conmovedora! El joven Principe protegiendo a su hermano, al que odia.- dijo con una voz ronca, como si no hubiera hablado en mucho tiempo.
-Espero y disculpes mi estado actual, joven príncipe. Se pueden perder muchas cosas cuando estás encerrado en la oscuridad.- continuó diciendo, acercándose poco a poco a los jovenes. Camus levantó su espada en posición de defensa, como había visto hacer a Magnus muchas veces.
-Te juro que si te acercas, yo...- dijo Camus con la voz temblorosa. La cosá soltró otra carcajada que hizo retumbar todo el suelo.
-¿Tu que, pequeño? ¿Le dirás a tu papi que te salve?- dijo la cosa, en tono de burla.
-¡Con Padre no te metas!- exclamó Camus mientras seguía levantando su espada. Pasó de estar aterrado a estar enojado en un segundo.
-Hablando de tu padre, chiquillo, te traigo un presente de el.- dijo de nuevo con su voz ronca, mientras con su única mano visible sacaba algo. Era una corona de oro, com incrustaciones de piedras preciosas, solo que tenía un agregado extra, sangre. Camus rapidamente reconoció la corona de su padre, y cayó al suelo sollozando. Gabriel, en estado de shock, avanzó un poco hasta llegar con su hermano.
-Como... ¿como la conseguiste?- dijo Gabriel, mientras se agachaba para consolar a su hermano.
-Es obvio, ¿no? De la misma manera en que saludé a su amigo.- contestó, señalando a Magnus.
-¡Eres un maldito!- gritó Gabriel, mientras se paraba y corría hacia donde estaba la cosa, con el puño preparado para golpearlo. Pero al hacer contacto con la mancha negra, el brazo sujetó a Gabriel con mucha fuerza. Gabriel comenzó a gritar de dolor.
-Oh, joven príncipe. No eres lo que esperaba, pero servirás, para devolverme mi forma física. Aunque claro, ni tu, ni tu hermano llorón podrán presenciar como devoro su realidad. Y ahora, nadie podrá detenerme.- dijo la cosa, mientras se giraba a Camus. Este, aterrorizado de nuevo, tomó su espada y trató de atacarlo para salvar a su hermano.
-¡No! ¡Vete de aquí! ¡Padre hubiera querido que te salvaras!- exclamó Gabriel, mientras gritaba de dolor por como lo estaban sujetando. Camus vaciló, pero al final terminó corriendo todo lo que pudo al norte.
-¡Eso es! ¡Corre! No importa a donde vayas, joven príncipe, ¡Yo te encontraré!- gritó la cosa a Camus, para después soltar una última carcajada antes de desaparecer en una espiral negra.
Camus siguió corriendo todo lo que pudo. Sus pies no podían seguir más, estaba destrozado mentalmente por todo lo que había pasado, por lo que acabó recostandose en el suelo.
-¿Entonces así acaba todo? ¿Esto es mi fin?- pensó Camus para si, mientras lentamente comenzaba a perder la conciencia, hasta que todo a su alrededor se convertía en oscuridad absoluta.
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El Abismo.
AcciónEsta será la historia, los nuevos capítulos se iran publicando en un periodo entre 2 semanas y un mes, para no hacerlo a las prisas y que termine saliendo mal. Decidí juntar todos los capítulos aquí, siento que así será mucho más facil encontrarlos...