Capitulo 2 - La visión

8 1 0
                                    

Cuando despertó, Camus no podía ver nada más que oscuridad. Miró hacia abajo para al menos ver sus manos, y ahí estaban, llenas de rasguños sobre un suelo de tierra. El frio en el ambiente no era nada natural, era una sensación parecida a los escalofríos que dan cuando se está nervioso, pero multiplicado unos cientos de veces.

Se puso de pie con esfuerzo, pues sus pies comenzaban a temblar. Comenzó a caminar hacia adelante, con los brazos extendidos para evitar colisiones. Algunos metros después, logró divisar una pequeña fuente de luz rojiza que caía del techo.

Siguió caminando hacia la luz, tratando de encontrar la salida, cuando la vio. Una gigantesca columna de roca se alzaba justo bajo la luz. Restos de cadenas oxidadas estaban esparcidos alrededor, y a su lado, había un chico al que logró reconocer como su hermano.

- ¡Gabriel! - gritó mientras corría hacia el cuerpo inerte de su hermano. Trató de reanimarlo, pero su hermano no reaccionaba ante nada.

-Llegas tarde, joven príncipe- dijo de repente una voz ronca y sombría que retumbó por todo el lugar. Camus se puso de pie sorprendido al ver que las sombras se arremolinaban a su alrededor. Pronto, Camus se encontraba rodeado por formas humanoides, aunque ninguna tenía un rostro definido.

Trató de defenderse buscando su espada, pero fue en vano ya que no contaba con su espada.

-Es inútil, joven príncipe, acepta tu verdadero destino y sucumbe ante mi poder- dijo una vez más la voz, pero ahora, Camus logró darse cuenta que esta salía del cuerpo de su hermano.

Horrorizado, Camus trató de correr, sin saber bien a donde debido a la oscuridad, pero una de las figuras que lo rodeaban lo atrapó y acercó su rostro a él. Rápido, Camus vio unas imágenes danzando frente a sus ojos: su padre, su hermano, su hogar destruido, y, por último, el hombre al que había conocido durante su huida. Esto fue demasiado para el príncipe, y se desmayó, y el en el fondo sabía que ese sería su fin.

Lo que ocurrió después Camus no se lo esperó, ya que abrió los ojos y estaba tendido en unas mantas en una habitación bastante reconfortante. Tenía paredes de madera con pequeños grabados que no alcanzaba a reconocer, un solo mueble que parecía un armario, pero no estaba seguro de que eso fuera, ya que no veía la manija para abrirlo, y a su lado, su espada. Camus se alegró inmensamente al verla, ya que creía haberla perdido debido a su visión.

Trató de levantarse, pero rápidamente sintió un dolor agudo en su costado que lo hizo acostarse de nuevo. Al tocarse la zona, notó una venda rodeándolo. Al intentar quitársela, entró rápidamente una chica a su habitación, cargando ropa limpia.

-No, tonto, se supone que eso te ayuda a sanar, ¿por qué querrías quitártela? - dijo la chica, apartándole la mano de un manotazo.

Camus se hubiera molestado por esta insolencia en situaciones normales, pero en esta ocasión hubo un factor muy importante que evitó que lo hiciera: la chica en realidad era muy linda.

Debía tener su misma edad, o al menos lo aparentaba en su rostro. Medía poco menos que el, tenía el cabello largo color negro, unos ojos color café que parecía que podían verte el alma, y una cara que seguro era hermosa cuando sonreía, solo que ahora estaba frunciendo el ceño. Vestía una túnica color blanco con detalles en rojo por el abdomen, que se extendían hasta el final de la falda.

Cuando Camus acabó de examinarla, se puso de pie de nuevo con dificultad. Al ver que estuvo a punto de caer de nuevo, la chica corrió a sostenerlo.

-Eres un poco terco, ¿verdad? - dijo, con un tono de reprimenda en su voz.

-Donde... ¿Dónde estoy? - dijo Camus con un poco de dificultad, sorprendiéndose del tono apagado de su voz.

-Estas en una habitación del Santuario de Kor, en el corazón del pueblo de Korelil. Estaba regresando de las compras cuando escuché todo el alboroto que provenía del castillo, y entonces te vi tirado, así que te cargué aquí- terminó por decir. Camus trató de preguntar cuanto tiempo había pasado de aquello, pero la respuesta lo aterró, así que mejor se la ahorró.

- ¿Puedo saber tu nombre? - dijo Camus, aunque después se dio cuenta de lo tonto que había sonado. Al parecer la chica igual lo encontró tonto, ya que se rio, y Camus confirmó su teoría, ella era hermosa.

-Me llamo Juno- dijo, sonriendo de nuevo, y dándose la vuelta para salir de la habitación improvisada.

-Por favor, vístete con la ropa que traje, y cuando estés listo ven a la habitación principal, el Maestro quiere hablar contigo- agregó al final, perdiéndose al dar vuelta en el pasillo.

Camus, un poco aturdido aún, se vistió con lo que le habían dejado, se colgó su espada y salió igual de la habitación, preguntándose qué era lo que el supuesto Maestro quería de el.

El Abismo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora