Capítulo 3 - Un refugio

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Mientras más caminaba Camus por los pasillos del Santuario, más se daba cuenta de la belleza del mismo.

Había escuchado historias sobre él, pero todas hablaban sobre un frio lugar donde vivían los acólitos korelis, pero nunca se había imaginado que era un lugar tan lleno de luz y color. A cada lado que volteara, veía estatuas de oro de diversos tamaños por todas partes, coloridos estandartes colgados en las paredes, con figuras que no reconocía, pero liberaban un aura de importancia. Había antorchas colgadas a ambos lados de las paredes, por lo que rápidamente el adjetivo de "lugar frio" quedó perdido en el olvido. Camus supuso que a su hogar las descripciones llegaban siempre distorsionadas de la realidad, pero al pensar en su hogar, una punzada de impotencia lo golpeó al pensar en todo lo que había perdido.

Trató de no pensar mucho en eso, para no quebrarse emocionalmente en ese momento, pero varias preguntas inundaron su mente. ¿Qué había pasado en realidad? ¿Habría manera de regresar a vivir ahí en algún momento? ¿Su hermano estaba bien?

Sin embargo, sus pensamientos se vieron interrumpidos al chocar con una gran puerta dorada. La simple puerta desprendía un aura de imponencia, lo que puso a Camus un poco nervioso sobre lo que encontraría dentro, aunque al final se armó de valor, sabiendo que al fin había llegado a la habitación principal que Juno había mencionado, así que empujó la gran puerta, que cedió con un gran crujido, y procedió a entrar.

Camus nunca se esperó lo que había ahí dentro. Era la habitación más grande que había visto nunca. No había ventanas, pero no las necesitaba, ya que las paredes parecían producir luz propia. Eran de un dorado brillante, con detalles en plateado por todas partes. Esta vez no había estandartes o antorchas como en los pasillos, pero no importaba, ya que el color en esa habitación estaba representado por grandes gemas incrustadas en el techo, que daban un aspecto casi divino al lugar.

Sin embargo, al fondo de la habitación estaba lo más impresionante de todo: Una estatua de unos 5 metros de altura. Parecía representar a una persona sentada en el suelo, pero cuando Camus la vio bien, se dio cuenta de que tenía un par de brazos extras a sus costados, unas grandes alas y una cabeza que parecía la cruza entre un ave y un león, ya que tenía una melena grande y unos ojos amenazadores, pero un pico. Esto podría parecer hasta cómico, pero en verdad llegó a ser imponente y atemorizante para él en ese momento.

En frente de la estatua había dos personas. Primero estaba un hombre ya anciano de espaldas, parecía que meditaba de pie. Vestía una larga túnica de color azul oscuro sin ningún elemento extra en la espalda, pero con un extraño símbolo en la parte delantera. Cargaba una espada que parecía un poco vieja en su cintura, aunque Camus dudó que fuera útil en un combate, así que se imaginó que tenía alguna otra utilidad que el desconocía.

La otra persona, sentada de frente a la estatua, era Juno. Esta miró hacia atrás, vio a Camus y rápido le hizo señas para que se sentara junto a ella. Este, claro, no lo pensó dos veces y en un instante ya se encontraba junto a ella.

Duró un rato hasta que el anciano se dio cuenta de la presencia del príncipe en la sala, y cuando lo hizo que lo estudió por un rato con su mirada, y después comenzó a hablarle.

-Aguardaba su llegada, su majestad- dijo al fin el hombre, con una voz profunda, pero reconfortante, todo lo contrario a la voz que Camus escuchaba en sus pesadillas.

-Lamento si te incomodo, sé que debes estar agotado después de todo lo que has vivido- siguió diciendo, mientras caminaba lentamente de un lado para otro.

-La cosa es...- siguió diciendo, -creo que tú tienes información que podría sernos de mucha ayuda, así que te ruego que me cuentes todo lo que sabes, hasta este momento- terminó de decir, mientras se detenía justo en frente de Camus.

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⏰ Última actualización: Jan 10, 2017 ⏰

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