Beth

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Beth no quería ir a la escuela, ese día ni veinte despertadores la habrían logrado parar de la cama, por desgracia tenía una hermana lo suficiente insoportable como para arrastrarla a la habitación de su madre para que esta pudiera arreglarle el disfraz.

Su madre y Maggie estaban encantadas con todo lo que tenían que hacer en la pobre Beth, la niña por otra parte se sentía humillada. Cada año se organizaba una semana de recolección de fondos escolares para algunas cosas que la escuela necesitaba y también para organizar el viaje de excursión de los de último año, se hacían colectas u otras cosas.

Maggie por su puesto había quedado en las actividades de las sensuales chicas de lavado de autos para consternación de su padre, pero Beth que casi había suplicado para ser parte del coro escolar había acabado en una obra infantil donde también cantaban. Todos en su grupo habían votado por ella para el papel principal: ricitos de oro.

—Ya está— dijo muy orgullosa su madre.

Beth se contempló en el espejo con frustración. Un enorme moño azul peinaba su cabeza saturada de rizos fabricados por su madre y Maggie, el vestido azul con holanes blancos, tul y corsé la aniñaban más. Las calcetas blancas con los zapatos de brillos azul le hacían parecer de kínder garden mientras que esas chapitas rojas en sus mejillas ocultaban su verdadera vergüenza.

En cuanto salió su padre y hermano ya estaban tomándole fotos, Beth no era mucho de que la gente la viera, por eso le avergonzaba de sobremanera su arreglo que era muy llamativo. La familia se dirigió a la escuela donde ya había adornos, puestos y gente que volteaba a verla curiosa. Ella les dio unas pequeñas sonrisas mientras pasaba, sentía sus manos sudorosas así que no se imaginaba como iba a estar en la obra de teatro.

Caminó hasta el auditorio y tropezó con Daryl quien al verla comenzó a reír, no pequeñas sonrisas como cuando trabajaban en su proyecto sino verdaderas carcajadas —Te ves ridícula— dijo.

Beth no quiso escuchar más y corrió al auditorio, de todas las personas tenía que encontrar a Daryl; quería llorar porque desde que habían trabajado juntos el semestre pasado tenía una atracción por él. De hecho, había ido a su casa para verlo una última vez antes de que acabara el semestre; entonces ella había recibido un botellazo cerca de la cara por parte de su padre.

Al regresar Daryl la había ignorado, ella suponía que porque se sentía avergonzado por lo que ella había visto y por más que intentó acercarse había sido inútil; así que ella prefirió retirarse para no hacerle más daño. Eso no significaba que se había olvidado de él, había comenzado a leer un montón de libros sobre la violencia (algunos más entendibles que otros) y mirarlo de manera discreta.

— ¿Estas bien? — le preguntó Noah, su compañero de clase.

Beth quería llorar pero eso iba hacer que se corriera el maquillaje, en su lugar fue al piano que tenían en el auditorio y comenzó a tocar como loca, segura tras la cortina de terciopelo que evitaba que otros la vieran. Sus dedos se movían torpes en las teclas pero siguió adelante.

A veces Daryl podía ser un idiota, normalmente era tan dulce si se le daba la oportunidad y sincero si lo escuchabas; Beth no podía negar que ella misma pensaba que se veía ridícula pero seguía doliéndole recordar la manera en que Daryl se había burlado; su grupo tenía que organizar una cafetería así tal vez más tarde ella iría a burlarse de él por ser un mesero, bueno, si estaba ahí.

Noah se acercó a ella — ¿Estas lista? En quince minutos vamos a comenzar—.

Ella le miró de mal humor —Nunca voy a esta lista para esto pero no tengo muchas opciones—.

Jovenes y bellos *Bethyl*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora