|EL DIARIO DE KYUNGSOO|

Capítulo 8.

Querido Jongie:
Te miro mientras escribo esto y descubro que eres absolutamente encantador. A veces te veo y no puedo creer que seas mío. Tienes el mentón de tu padre, pero tu sonrisa la heredaste de mí.
Hay un pequeño móvil que cuelga sobre tu cama y cuando tiara de él, toca whistle a Happy Tune. Eso te hace reír de inmediato.
Creo que a tu padre y a mi nos gusta esa melodía tanto como a ti.
En ocasiones sólo puedo imaginarte de la edad que tienes en este momento; supongo que todos los padres tienden a congelar la edad de sus hijos en el tiempo o tal vez los piensen prensados como flores, perfectos para la eternidad. Otras veces, al mecerte, siento como si tuviera entre los brazos un pedacito de cielo.
Pienso en lo mucho que te amaba cuando estabas en mi vientre. Te amé desde que nos conocimos. Cuando te vi por primera vez, nos miraste directamente a tu padre y a mí. Con los ojos nos decías: "¡Oigan, aquí estoy! ¡Hola!"
Por fin tu padre y yo pudimos verte, después de nueve meses de imaginar cómo serías. Te sostuve la cabeza y la acerqué con suavidad a mi pecho. Eras dos kilos ochocientos cincuenta gramos de pura felicidad.
Después de tenerte entre mis brazos, fue el turno de tu padre. Él no podía creer que un bebé, de apenas unos minutos de nacido, pudiera devolverle la mirada.