—El señor Davenport la está esperando.
Chesnie sintió que le daba un vuelco el corazón, pero se puso en pie con elegancia y siguió a Bárbara Platt, la mujer a quien esperaba sustituir, al despacho contiguo.
—Chesnie Cosgrove —anunció Bárbara al hombre alto y rubio que lo ocupaba.
—Gracias, Bárbara —contestó este, que tendría unos treinta y seis o treinta y siete años—. Siéntese, señorita Cosgrove —le indicó Joel Davenport cuando su secretaria se hubo retirado—. ¿Le ha costado encontrar la empresa? —añadió en tono agradable mientras observaba a aquella mujer de ojos verdes y pelo ámbar.
—No —contestó ella, pensando que era difícil no ver las oficinas de Yeatman Trading.
—Bien… Hábleme de usted —le indicó Joel Davenport comenzando la entrevista.
—He estudiado…
—Si no supiera que tiene tres años de experiencia como secretaria de dirección, que escribe a máquina increíblemente rápido y que, según su antiguo jefe, posee unas habilidades natas para la organización y la comunicación, no estaría aquí —la interrumpió.
¿De verdad quería aquel trabajo? ¡Aquel tipo era realmente duro! Antes de llegar frente a él había pasado dos entrevistas en Recursos Humanos. Obviamente, aquel hombre lo sabía todo sobre ella. ¿Y por qué no volverse a Cambridge? Porque había decidido probar suerte lejos de allí y debía intentarlo. Decidió dar otra oportunidad a Joel Davenport.
—Tengo veinticinco años —dijo dándose cuenta de que eso, evidentemente, también lo sabría—. He trabajado siempre en Cambridge —añadió. «Tranquila, Chesnie, tranquila», se dijo—. ¿Qué quiere saber exactamente?
Joel Davenport la miró fijamente.
—Tiene usted unas referencias inigualables. Lionel Browning pensaba que es usted la mejor secretaria del mundo. Obviamente, la estima mucho.
—Y yo a él —contestó Chesnie. —Entonces ¿por qué se ha ido?
Pensó en contestar lo mismo que les había dicho a los de Recursos Humanos, que deseaba un puesto mejor, pero decidió que no quería mentir a aquel hombre que podría convertirse en su nuevo jefe.
—Siempre me han gustado los retos y quería mejorar en la profesión… —¿Pero?
—Pero nunca habría dejado a Lionel si no hubiera sido porque su hijo decidió incorporarse a la empresa. La compañía de Héctor Browning se arruinó y entonces decidió echarle una mano a su padre.
—¿No se llevaban bien?
—Eso no es relevante a nivel profesional —contestó Chesnie muy digna.
—Entonces ¿qué fue mal?
—¡Todo! —contestó sinceramente. Aquella entrevista iba fatal, así que ya no tenía nada que perder—. El mismo día que mi casero me anunció que iba a vender la casa en la que vivo y que debía buscarme otro sitio, tuve una buena pelea con Héctor. —¿Suele pelearse con las personas con las que trabaja?
—¡Lionel y yo no intercambiamos una palabra más alta que otra en todos los años que trabajé con él! —exclamó Chesnie pensando que, sin embargo, con Joel Davenport podría pelearse en cualquier momento.
—¿Héctor Browning la trató mal?
—Eso me habría dado igual —contestó Chesnie haciendo una pausa—. Lo que no podía soportar era… Verá, por lo comentarios que hacía, me di cuenta que no podía soportar que su padre y yo estuviéramos tan unidos —volvió a dudar, pero decidió seguir. Al fin y al cabo, era inocente y estaba contando la verdad—. Cuando Héctor me acusó de tener una aventura con su padre, supe que uno de los dos se iba a tener que ir de allí y obviamente iba a ser yo, porque él es su hijo.
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No Es Nada Personal©
RomanceChesnie estaba emocionada al empezar a trabajar con Joel. Lo más difícil del empleo no eran las exigencias de Joel, sino la cantidad de mujeres que intentaban seducirlo. Las cosas cambiaron cuando Joel se enteró de que Chesnie estaba saliendo con su...