Hacía cuatro semanas que Bárbara se había marchado y Chesnie estaba orgullosa de sí misma por no haber tenido que llamarla.
Empezaba a pensar que de verdad podía ser la secretaria personal de Joel Davenport, el cual había insistido en que lo tuteara, y hacer bien su trabajo.
No era fácil trabajar para él porque era inagotable. Para seguirle el ritmo, Chesnie había tenido que esforzarse.
Aparcó el coche de su abuelo y subió a su puesto de trabajar. Sabía que Joel ya estaría en su despacho. Si se encontraba en la ciudad, siempre llegaba antes que ella.
—Buenos días —lo saludó al llegar.
—Buenos días —contestó él sin levantar la mirada del periódico que estaba leyendo.
Nada más dejar el bolso sobre la mesa, llegó Darren, el chico que repartía el correo.
—Buenos días, señorita Cosgrove —dijo sonrojándose.
Chesnie desvió la mirada para darle tiempo a recuperar la compostura.
—¿Qué tal está tu madre? —le preguntó.
—Ya está bien. Vuelve hoy al trabajo —contestó el chico sonriendo—. Gracias.
Al ver que Joel Davenport había salido de su despacho y los observaba, Darren se evaporó.
—Ese chico te idolatra —observó Joel.
—Es un chiquillo —contestó Chesnie muy tranquila.
—Nunca se va a olvidar de ti si lo tratas así.
¿«Así»? ¿Cómo?
—Prefiero ser amable con él.
—¿Tratas así a todos tus admiradores?
¿Qué tenía que ver aquello con el trabajo?
—Depende de la edad —contestó mirándolo fijamente—. Si son jovencitos y sinceros como Darren, sí; pero si son hombres hechos y derechos, retorcidos y experimentados, no, por supuesto.
Joel Davenport gruñó y se giró hacia su despacho.
—¡Tráeme el correo en cuanto lo hayas mirado!
«Sí, señor». ¡Quién fue a hablar! Aquel hombre, que tenía colas y colas de admiradoras que no hacían más que llamar por teléfono. A Chesnie la volvían loca.
El día no había empezado bien y no iba a mejorar. A la una, apareció una mujer guapísima de pelo castaño y ojos azules buscando a Joel.
—¡Tú debes de ser Chesnie! —sonrió—. El tío Winslow me ha hablado de ti.
—Y usted debe de ser Arlene Enderby —contestó ella. «La consejera que no trabaja».
—Exacto. Había venido a buscar a Joel para invitarlo a comer, pero no está.
—Le ha debido de surgir algo… —apuntó la eficiente secretaria para cubrir a su jefe.
—¡Ah, aquí está! —exclamó la otra mujer al verlo aparecer—. ¡Joel, cariño! — añadió abalanzándose sobre él y abrazándolo como si fuera su pareja.
Chesnie miró a su jefe a los ojos y no sonrió. Él tampoco lo hizo. Se limitó a cerrar la puerta de su despacho. De repente, Chesnie se dio cuenta de que le había molestado ver a una mujer en brazos de su jefe. ¡Qué raro! ¿Por qué?
Al cabo de unos segundos, decidió que había sido porque aquello era una empresa y no un lugar para enamorados y, desde luego, no parecía que lo que se estaba tratando al otro lado de la puerta fuera una cuestión de negocios. ¿Qué estaría pasando? Reinaba el más absoluto silencio.
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No Es Nada Personal©
RomanceChesnie estaba emocionada al empezar a trabajar con Joel. Lo más difícil del empleo no eran las exigencias de Joel, sino la cantidad de mujeres que intentaban seducirlo. Las cosas cambiaron cuando Joel se enteró de que Chesnie estaba saliendo con su...