Enero invernal.

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Los días grises y sin vida eran todo lo que Dongmin creyó conocer ahora. Habían pasado unas 30 horas desde que dejó el hospital y volvió a su casa. Se negaba a salir al mundo porque tenía miedo de él, de lo cruel y nefasto que era con las mejores personas y las oportunidades casi ilimitadas que daba a los que solo buscaban la autodestrucción.

No podría vivir en un mundo que le había arrebatado todo lo que más quería y por lo que se levantaba con una gran sonrisa en las mañanas, una sonrisa que no vería mas frente a él. Una sonrisa a la cual ya no podría fotografiar durante los amaneceres, cuando los tenues rayos de sol atravesaban sus persianas y buscaban desesperados un precioso lugar el cual poseer para resaltar su belleza. Ese lugar siempre fue el rostro del peliazul, quien al sentir al sol revoloteando sobre su rostro abría los ojos para después encontrarse con su lindo novio frente a él tomando fotografías y sonriendo como un tonto. La luz del sol en la cara de Bin siempre era opacada por la de su sonrisa y sus ojos que gracias a sus mejillas impulsadas por sus labios pasaban de ser una luna llena a un cuarto menguante de cabeza.

El rostro lleno de felicidad de Binnie era lo primero que Dongmin vio cada mañana durante 4 meses y estaba negado a aceptar el hecho de que esa rutina pasaría a ser una película que sus recuerdos le presentarían durante los próximos días, tal vez semanas y puede que meses; cada mañana, tan pronto despertara.

Recordó las cintas que estaban todavía en la caja de cartón que había lanzado al sofá cuando llegó a casa la noche anterior. Si solo de ese modo podría ver a Bin, tendría que tomar todos sus miedos por un segundo e ignorarlos, al menos hasta llegar a la casa de los Moon, donde tendría dos opciones; desmoronarse frente a personas que entendían el dolor por el que estaba atravesando o retener las ganas de llorar para no preocuparlos o agobiarlos con más problemas.

Decidió llevar a cabo la segunda opción. Salió de su casa con una sudadera negra, una sudadera bordada que él mismo había mandado a hacer tan solo unas semanas atrás, para compartir con su novio. Buscaba el modo de tenerlo cerca con cada acción, tratando de cumplir su promesa de vivir una vida por ambos.

Recogió la videocasetera de casa de los padres del peliazul sin decir mucho, todas las personas en el hogar estaban ausentes e incomodas cuando se trataba de mencionar el nombre de Bin. Saludó a Sua y a sus padres diciéndoles y garantizando que estaría ahí para el funeral mañana, sin siquiera saber si podría cumplir su palabra.

Salió de aquel lugar con algo de comida y una gran caja envuelta en un papel azul pastel con puntos blancos y una etiqueta con su nombre escrito a mano. Reconoció aquella letra de inmediato e incontrolablemente el llanto se desbordó.

Al llegar a casa otra vez, se tiró en el sofá después de guardar la comida en el refrigerador y de dejar la caja de la videocasetera a lado suyo junto a la otra caja más pequeña con las cintas. Las contó y leyó lo que tenían escrito cada una.

Doce eran los meses en un año, doce fueron los meses en los que aquellas almas separadas por la fuerza compartieron su vida, doce eran las cintas que había en la caja. Doce fueron las lágrimas que Dongmin contó que cayeron en su ropa mientras abrazaba a Bin y este lloraba. El doce se había convertido en el número que marcaría su vida para siempre y al que jamás podría evitar y él aún no lo sabía.

Tomó la cinta que decía "Enero" y la separó de las demás. Conectó la videocasetera, metió el VHS en esta y se sentó en el suelo frente al televisor. Después de unos segundos que se volvieron eternos el rostro por el que tanto suplicaba apareció en la pantalla. Un Bin de tímida sonrisa lo saludó y un Dongmin enamorado continuó con aquella conversación fantasma, a pesar de que ese Bin no podría responderle jamás.

-¡Hola, Minnie! Espero se me escuche bien porque no quiero volver a grabar esta cinta, es la tercera vez que lo intento y es un problema de verdad.

Dongmin sonrió al escucharle, era él, de verdad era él, de verdad tendría oportunidad de verlo una vez más; vivo y con color en sus mejillas, sus labios y aquel espléndido brillo que emanaba de su mirada.

-Hace unos días que comenzamos a salir y me gustaría confesarte justo ahora que estoy muy enamorado de ti. Me siento como en un drama o en una película romántica y por eso no puedo correr a decirte que te amo. -rió nervioso -Te lo puedo decir ahora porque no sé cuándo verás las cintas, tampoco sé si las verás. No importa, igual quiero decirlo.

No supo hasta ese momento que un "te amo" era todo lo que necesitaba para quebrarse. Los "te amo" que el lindo chico de pelo azul le repetía todos los días eran tan ordinarios, naturales y reconfortantes, que nunca creyó podría sentirse roto después de escuchar uno más proveniente de los mismos labios.

-Es muy raro todo en realidad. Me gusta estar contigo, me gusta pasar el tiempo haciendo tonterías a tu lado pero también disfruto de los momentos ausentes de risas y altos sonidos. Todo contigo es tan perfecto, tan perfecto que me olvido de mis imperfecciones.

Después de eso hubo otros 10 minutos de un Bin con una amplia sonrisa y ojos pequeños hablando de cosas triviales que parecían nada, pero que para el castaño significaban todo. Chistes que solo ellos dos entendían y cortas historias desde el día en que se conocieron hasta aquel momento en que era filmado el video. Parecía tan real que por un momento la quimera película de la pérdida del chico sonriente desapareció, como si jamás se hubiera alojado en su mente.

-Debo irme, pero quiero que sepas que no voy a dejar de hacer esto. Aún no lo sabes, pero me queda muy poco tiempo de vida. Estoy seguro de que llegará el momento adecuado en el que podré contarte todo con calma y también estoy seguro de que entenderás lo que tengo que decir, lo que siento y que después de ello seguirás conmigo, a mí lado, que no me dejarás. ¿Cómo estoy seguro de eso? Es una gran pregunta, ay, tan listo como siempre, mi Dongmin. La cosa es que no estoy seguro, solo lo sé. Veo tus ojos y lo sé. -la brillante y ostentosa fila de dientes que había estado en sus labios posando durante tanto tiempo, se desvaneció lentamente. Aún sin ella, su expresión era suave y dulce. -Te veo después, debo verte ahora. Tenemos una cita, lo siento, fue un mal chiste.

Y así termina la primera de las doce cintas. Una de las tantas memorias que Binnie tenía para el mundo y para su mundo. Min no puede evitar llorar y es entonces que cae en cuenta de que sin importar las veces que viese aquellas cintas, en cada una, Bin y Dongmin solo se reencontrarían por primera vez una sola vez. Las primeras veces de ambos juntos estaban a punto de terminar.

Con mil ideas y dudas bailando en su cabeza, las hojas dobladas descuidadamente que le fueron entregadas en el hospital llamaron su atención mientras continuaban dentro de la caja de cintas, a la espera de ser leídas.

Mi querido Dongmin:

Después de que veas cada video te darás cuenta de todo, lo sé. Sé que pronto continuarás con tu vida y que con cada paso que des, con cada hoja que quiebres en otoño y cada copo de nieve que caiga sobre tu nariz en invierno, me recordarás y honraras las promesas que me hiciste.

Siempre estaré contigo, cuando te sientas solo, cuando sientas que no puedes más o que no sabes cómo continuar; yo estaré ahí.

También sé que me vas a extrañar más de lo que puedo imaginar y eso me rompe el corazón. Sé que sentirás dolor cuando ya no esté más a tu lado físicamente, pero por favor no lo sientas durante tanto tiempo. Aún debes ir a Japón y correr por las calles mientras los cerezos dejan caer sus hojas, aún hay tantas cosas que debes hacer y es por ello por lo que dejo esto para ti.

Deseo y deseé desde el segundo uno en que te conocí, que si es que lo nuestro lograba avanzar y convertirse en algo mucho más grande, no permitiría que sintieras culpa.

Estas cintas fueron filmadas para que las reproduzcas una sola vez en tu vida y después de ello, te deshagas de todas para siempre, porque una conversación igual no se puede tener dos veces, ¿no es cierto?

Quiero que después de que veas esto te des cuenta de toda la felicidad que me regalaste durante los últimos doce meses de mi vida, quiero que si es que sentías un mínimo de culpa, desaparezca de tu cabeza y tus ideas. Quiero que vivas tan feliz como yo lo hago mientras aún estoy contigo.

En mi para siempre seré tuyo y tú siempre serás libre.

Precioso Dongmin.

twelve o'clock | binwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora