Murciélago Rojo.

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Otro tiroteo da inicio en el Callejón del Crimen, unos ladrones escapan con joyas en sus manos, evadiendo cada disparo de los policías que querían detenerlos.

- ¡Que suerte la nuestra! El jefe estará más que feliz por esto. - exclamó uno de los ladrones, teniendo una máscara de payaso en su cabeza, al igual que sus otros tres compañeros.

- ¡Y que lo digas! ¡Y si está de buen humor, nos dará una parte del botín! - agregó el cuarto ladrón corriendo y defendiéndose de los disparos.

Los únicos policías disponibles seguían con su ofensiva, pero las armas se atascaron, no teniendo más que recargarlas, al mismo tiempo que uno de ellos pedía refuerzos. Aquellos ladrones aprovecharon la oportunidad para apresurar sus pasos, notando no muy lejos un automóvil estacionado, los cuatro entraron al mismo, tres detrás, uno adelante aparte del conductor.

- ¡Acelera idiota! - ordenó uno de ellos.

El conductor suspiró pesadamente a la vez que pisaba el acelerador y se perdían en las oscuras calles de la ciudad. Así estuvieron unos minutos hasta que sabían que estaban cerca de su destino, divisando una entrada a una gran carpa de circo abandonada, ellos entraron con todo el botín del robo en sus manos.

Caminaron, llegando hasta el centro de aquella carpa, donde estaba todo verdaderamente destruido, cajas de diferentes juguetes por todo el suelo, dientes de broma con un mecanismo en sus costados, cartas de poker desparramadas, y muchos esquemas de diferentes planificaciones en las paredes, siendo cada una vigilada por una figura masculina, atuendo púrpura oscuro, zapatos del mismo color, una flor desgastada en su pecho, camisa verde y unos cabellos verdes claro junto a una reconocible piel blanca.

- Jefe, llegamos con el botín que quiere. - dijo uno de los ladrones dejando las ganancias en el suelo.

Él se quedó quieto, sin decir nada, hasta que empezó a voltearse lentamente y verlos, teniendo una sonrisa tétrica en su rostro.

- Ah chicos, que excelente noticia y díganme... ¿Alguno de los azules los siguieron? - preguntó el payaso acercándose hacia ellos y verlos.

- No, los perdimos a todos. - respondió serio uno de ellos.

- Excelente noticia muchachos, con este dinero, podré finalmente hacer lo que siempre quise... Dar un cambio verdadero a esta ciudad, sin ese murciélago no habrá nada que me impida.... - se quedó en silencio, su sonrisa desapareció y los ladrones se miraron entre sí algo confusos.

- Jefe, ¿Ocurre algo? - preguntó el primer ladrón curioso.

- ¿A quien quiero engañar? Sin Batsi no vale la pena seguir con esto. - respondió el payaso ignorando las palabras de los ladrones, empezando a salir de aquella carpa.

¿Jefe?
¿Eso es todo?
¿Y ahora qué hacemos?

.....

En los puertos de Gótica, varios pandilleros se juntaron, mirándose entre ellos, cada uno portando solo dos símbolos, demostrando que eran tan solo rivales, que llevaron sus confrontaciones a otros lados, uno de los dos grupos portaba el símbolo de la Anarquía en su pecho o una parte diferente de las ropas, mientras por su parte el otro grupo tenían otro símbolo en sus ropas, el de un pingüino.

- Han llegado demasiado lejos, están en territorios que no son suyos. - avisó uno de los sujetos con el pingüino en sus ropas.

- Ustedes son los que se están entrometiendo, ¿No entienden que ahora este territorio es de Anarky? - preguntó uno de los otros sujetos mostrando una escopeta que le apuntó a su opuesto.

Los dos se miraron fijamente entre ellos, esperando que cualquiera de ellos mueva siquiera un dedo para hacerles daño, pero uno de los que portaban el símbolo del pingüino se puso un tanto nervioso, se notaba que era un novato, hizo un mal movimiento, ganándose un tiro en la cabeza, cayendo su cadáver al suelo y manchando la calle con su sangre.

Aquel acto fue el detonante para que un tiroteo comenzara, siendo el siguiente en morir el supuesto líder de ellos, lo que causó en los otros una ofensiva, apenas matando a uno de los anarquistas.

- ¡Desgraciados! - gritó otro de ellos abriendo fuego con una metralleta.

Entre las balas y el intenso sonido de estas, una sombra se hizo presente, tapando la poca iluminación que había alrededor, haciendo que levanten la cabeza, y lo vieron, la luces se apagaron repentinamente, dejándolos confundidos y mirando para todas las direcciones.

- ¡¿Quién eres?! ¡Muéstrate! - ordenó uno de ellos levantando su arma.

La pistola del tipo fue partida en dos por el lanzamiento de un raro objeto punzocortante que lo hizo gritar del dolor por ver como su mano había sido perforada.

- ¡Sal maldito! - gritó otro de ellos abriendo fuego en cualquier dirección, solo logrando fallar cada disparo.

Uno a uno, los sujetos fueron cayendo al suelo, los otros por tener su entorno en su contra no entendían nada de lo que pasaba, e intentaban huir de ahí, pero seguía siendo derrotados, derribados y molidos a golpes.
Así estuvo, escuchándose golpes, disparos, quejidos de dolor al igual que gritos, la fugaz iluminación que proporcionaba los disparos dejaban ver una silueta, oscura y alta.

El último de ellos cayó al suelo, tenía aún su pistola, la agarró y apuntó en cualquier dirección, su pulso nervioso le impedía apuntar bien, el miedo le estaba consumiendo, hasta que escuchó lentos pasos acercarse, golpeando suavemente contra el suelo, generando un eco que parecía esparcirse por toda la zona, cada paso que daba lo acercaba más a él. Jaló el gatillo, pero la bala impactó en una pared.

Estaba más cerca, cada vez aún más cerca, otro paso. Otro más. Otro. Otro. Se cansó de oírlos, quería saber qué diablos los había atacado, volvió a apuntar su pistola, pero las balas se habían agotado, tembló aún más que antes.

Otra vez lo escuchó, esa pisada lenta y resonante, hasta que estas se dejaron de oír, dándole alivio e hizo un suspiro de alivio, pero repentinamente sintió un peso en su cuello, el aire se le estaba yendo de sus pulmones, se aferró a lo que sea que esté aplastandolo, sus ojos se abrieron como platos al notar que era una bota lo que aplastaba su pecho, su sudor era frío, miedo. Miedo a lo que sea que tenga encima suyo, quiso hablar, pero le era imposible.

Hasta que vio con sus propios ojos algo que pensó que era nada más un mito de la ciudad, una leyenda urbana, perteneciente al pasado... El murciélago había vuelto de entre los muertos.

 El murciélago había vuelto de entre los muertos

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- Por.... Favor... - suplicó entre lágrimas el sujeto, cerrando los ojos por no querer verlo a aquellos ojos rojos.

Sin decir una palabra, el murciélago golpeó su pecho, dejándolo sin aire y que se desplome sin fuerzas al suelo, al igual que todos sus compañeros y los rivales de estos mismos.

El Murciélago, en silencio se retiró, a un paso lento, perdiéndose otra vez en las sombras de una silenciosa noche en Ciudad Gótica.

Continuará....

Batman: Noches RojasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora