No sé cuánto tiempo ha pasado desde que me desmayé, tan solo sé que cuando he recobrado la consciencia me he encontrado en un sitio bastante cómodo, pues sentía una superficie mullida debajo de mi cuerpo. Al abrir los ojos, la luz me ciega, haciéndome parpadear en numerosas ocasiones para acostumbrarme a ella.
Cuando lo logro, me incorporo exaltada sobre donde descanso. Estoy un rato hiperventilando hasta que me puedo tranquilizar, y entonces me pongo a observar mi entorno: es un sitio sin ningún interruptor de luz y el conducto de ventilación se encuentra en la parte superior de la habitación, por no mencionar que es muy pequeño y con los tornillos aparentemente rotos por la parte de la cabeza, como si los hubiéran mutilado a propósito para no poder quitarlos.
Me vuelvo a asustar, ya que me encuentro en un sitio que no conozco para nada. Además, solo puedo ver cuatro paredes caustrofóbicas de color marrón oscuro, dos puertas de color blanco —una está al lado de la cama donde me he despertado y la otra en la parte donde están los pies de la cama—, y un pequeño armario que está cerca de la puerta que tengo al lado.
Me levanto de la cama, pero no aguanto mucho tiempo de pie: nada más levantarme, las piernas me flaquean como la gelatina y me vuelvo a caer de culo encima del colchón. Intento ponerme de pie durante unos minutos y al final consigo aguantarme sobre mi peso, aunque teniendo que apoyar mis brazos en la pared. Me acerco a la puerta de delante para ver si se puede abrir, mas desgraciadamente, como ya suponía, esta está cerrada, así que intuyo que es la de salida. Luego me acerco hacia el armario y al abrirlo veo que contiene distintos pantalones y camisas de color blanco puro, junto con algún suéter de color beige. Toda la ropa es prácticamente igual. Me agacho para abrir uno de los dos cajones que hay en la parte baja del armario y allí encuentro distintas prendas de ropa interior femenina, las cuales son, al igual que la ropa, todas y cada una del mismo color —beige— y forma.
Cierro el cajón y abro el siguiente: allí se encuentran dos pares de zapatillas blancas y unas bambas, también del mismo color.Cuando termino de analizar el armario me vuelvo a colocar de pie, y voy hacia la última puerta. Al agarrar el pomo y girarlo, se abre sin ningún problema: en el interior hay un baño. Como ya llevo un tiempo de pie y despierta, puedo empezar andar sin tener que apoyarme en la pared, pero aún así sigo bastante exaltada.
En el baño tampoco hay interruptores, como en la anterior habitación. En el fregadero, dentro de una vaso, hay un cepillo de dientes de color violeta y un bote de pasta de dientes, y al lado un bote de enguaje bucal de menta. También hay un expendedor de jabón. Debajo del fregadero hay dos cajones: en el de la izquierda encuentro un poco de maquillaje, como pintauñas, pintalabios y algún que otro rímel, colorete, base o iluminador. Además, hay alguna crema hidratante para la piel o para quitar los puntos negros. En el cajón de la derecha hay algunos peines, junto con algunas gomas para el pelo.
Debajo de todo hay varias toallas de color azul claro; algún paquete de tampax y compresas; unos cuantos rollo de papel higiénico; y botes de champú, acondicionador y gel de ducha. Detrás de la puerta hay también un albornoz de color blanco, como esos que hay en los hoteles y que la gente se suele llevar como recuerdo del viaje. Me fijo en que la puerta no tiene cerojo.
Al lado del fregadero hay un retrete, y a su lado está la bañera, la cual contiene una esponja de baño.
Al terminar de observar todo el baño, salgo otra vez hacia la habitación para poder sentarme en la cama, pues todo esto me está agobiando, y me pongo analizar un poco la situación en la que me encuentro.Sola, en un sitio desconocido, sin mi teléfono para comunicarme con alguien, encerrada en un espacio diminuto, sin saber quién se me ha llevado y perturbada por todo.
Estoy un rato acurrucada sobre mí misma, al borde de las lágrimas, hasta que desde dentro oigo pasos que se acercaban hacia la puerta de salida. Por el miedo, me acerco de espaldas a la pared, y oigo el ruido de unas llaves tinteneando. Antes de que me pueda dar cuenta, la puerta se ha abierto, dejando pasar algo más de luz.
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¿tú me quieres?
HorrorParecía que la vida de Julia Fernández empezaba a calmarse. Nada podía ser peor que pasar un tumor cerebral. ¿O sí? Todo cambia de repente cuando Julia es secuestrada por un asesino en serie con ideas macabras. 13 semanas, 13 torturas y una pregunta...